Foto: Blas
Tuve que pesarme tres veces para convencerme de que había engordado tres kilos.
Aquella noche me costó mucho conciliar el sueño. Cuando conseguí dormirme soñé que subía corriendo una montaña, el paisaje me resultaba conocido, pero no podía concretar con exactitud donde me encontraba. Subía lentamente, respirando con dificultad, apenas avanzaba, la fatiga hizo acto de presencia y enseguida empecé a sudar. Mis pies no se movían, lo hacían lentamente como los de un robot, las piernas me pesaban como el plomo y no tenía fuerzas para continuar. Los brazos los agitaba de forma espasmódica y sin control. Me desperté sudando, intentando descifrar el significado del sueño. Tuvo que pasar algún tiempo hasta que pude relacionarlo con las alegrías, satisfacciones, gozos y gustos del verano.
El día que tenía que volver al trabajo me desperté muy temprano, me sucede con bastante frecuencia, la noche fue mala, tuve pesadillas que me dejaron muy cansado, había dormido intranquilo, con gran desasosiego. Los recuerdos de aquella noche se me quedarían grabados durante mucho tiempo. Al no poder conciliar el sueño decidí dar por finalizada la noche y me levanté. Como faltaban más de dos horas para empezar mi jornada laboral pensé que lo mejor sería irme a correr, así aprovecharía mejor el tiempo en las primeras horas del día. Ya tenía preparados los calcetines, las zapatillas, la camiseta, las mallas y el pulsómetro, porque mi intención era entrenar por la tarde. Últimamente no me desplazo a ningún sitio para entrenar, suelo correr por mi barrio, así es que cerré la puerta de casa, me encontraba relajado y tranquilo, hice unos estiramientos y empecé a trotar muy despacio…