lunes, 7 de febrero de 2022

3324. Sexo: ¿la mejor preparación para el maratón?


El Times en su versión on line se hace eco de un estudio que defiende las prácticas sexuales antes de competir · También llega a la conclusión de que las mujeres se benefician más que los hombres.




¿Es el sexo la respuesta? Esa es la pregunta que se hace el Times en su edición on line, y a buen seguro que más de uno también nos hemos planteado alguna que otra vez a lo largo de nuestras vidas. Una cuestión que lleva a reflexionar sobre los diferentes estudios que exponen los beneficios de practicar sexo antes de competir.

Más allá de aquellos que afirman que practicar sexo disminuye el rendimiento deportivo, no es de extrañar encontrarse con deportistas que pregonan la abstinencia sexual durante la competición, está la otra corriente que defiende la mejoría en el deporte después de tener relaciones sexuales. Desde la Queens University Belfast se llegó a afirmar que "por cada hora de relaciones sexuales se llegaban a quemar 300 calorías", casi tantas como las que se queman corriendo durante 20 minutos. Y un doctor canadiense alegó que correr mejora notablemente la salud vascular, la cual es imprescindible para una vida sexual sana.

Parte fundamental en el rendimiento físico la tiene la testosterona, que al margen de ayudar en la reproducción también estimula el crecimiento muscular. La hormona varía según los entrenamientos deportivos, ya que se eleva al iniciar la actividad y alcanza su punto máximo tras los 30 ó 40 minutos, descendiendo a continuación. Algo similar ocurriría con las prácticas sexuales, es decir, que con relaciones de duración similar se generaría la cantidad idónea de hormonas que influirían directamente en el rendimiento deportivo.

El estudio del que se hace eco el Times continúa exponiendo, por tanto, los beneficios de tener un orgasmo la noche antes de la competición, haciendo hincapié en la prueba de maratón. En este caso, además, expone que ese beneficio es mayor en las mujeres que en los hombres. Durante el acto sexual el cerebro libera hormonas que benefician posteriormente el rendimiento muscular.

De todos modos, la conclusión general es que en ningún caso es perjudicial, con lo que no es mal aliciente si al día siguiente hay que correr durante 42,197 kilómetros.

Fuente: marca.com



19 mar 2009 (279)

7641. ¿Fue él? Reseña de María José Martínez Sánchez publicada en LITER-a-TULIA




Con cara de ingenuo y de no haber roto un plato, Ponto nos mira desde la portada. –Tienes razón, fue así –dice–: la niña esa me molestaba y me la quité de delante, era lógico, o ¿es que los humanos no hacéis lo mismo a todas horas persiguiendo vuestro deseo, vuestros más íntimos deseos?
Sólo faltan estas palabras en la obra de Zweig para completar ese cuento, a medias fábula, donde un animal toma la forma humana del deseo y lo lleva hasta sus últimas consecuencias. Inteligentísimo Zweig, imaginativo, envolvente, relato ameno y bien articulado en presentación, nudo y desenlace, no deja resquicios para que, leyéndolo de un tirón, como han de leerse los cuentos, encontremos todo tan verosímil y posible como para cumplir con la obligación de prevenirnos, en este caso, sobre la astucia y la maldad.
Y hablando de maldad, nos encontramos con una forma de razonar que no es la debida, porque en un cuento no hemos de pararnos nunca a analizar si tiene elementos absurdos, o si una circunstancia es rara, como lo fue que el perro estuviese suelto o que los padres, cuidadosos en todo, dejen solo el carrito con la niña, o cosas así. El cuento ha de leerse de corrido para permitir, de antemano, que cumpla en nosotros con la función que le ha sido encomendada que es, la de advertirnos de cosas que pueden pasar, de todo lo posible que pueda darse en la vida, y dejarlo ahí, en nuestras cabezas, como un conocimiento que, sin duda, de no ser por haber escuchado esa narración, tardaríamos mucho en adquirir, y sería difícil de ver. Y es en esta enseñanza donde radica el meollo de la cuestión haciendo una fuerte llamada a nuestro inconsciente con la siguiente pregunta: ¿Hay maldad en esa actuación que acaba con la vida de una niña, o solo se ha seguido aquí la secuencia lógica de un deseo?
Difícil nos lo pone Zweig al poner este acto de muerte entre las manos-patas de un perro que, como en toda fábula, nos habla de nosotros mismos, pero sin apelar, de ningún modo, ni a la razón, ni a las leyes humanas, ni a nada. Deseo puro, lógica secuencia del que no ha de razonar, puro egoísmo o tal vez, lo que podríamos llamar deseo-necesidad, necesidad absoluta de ser felices. Y nada más, para decirnos que esa manera ingenua de mirarnos existe ya desde detrás de unos ojos que siguen sin entender, primero, porque se le aparta de sus satisfacciones diarias para dárselas a otro, y, segundo, por qué no resolver el problema directamente sin más vueltas. Si lo primero es comprensible desde nuestro punto de vista, véase el caso de tantos hermanos destronados, no lo es lo segundo. Pero ese sería el punto de vista desde un correcto discurrir, y discurrir adulto. Y no caigamos en la tentación de analizar cómo fue educado y admitido ese perro en aquella casa donde el dueño, desquiciado de lo real, parece actuar sin una lógica que contenga en sí misma una cierta medida, porque esto se da en la vida, sí, la vida absurda que a veces envuelve, tapa y justifica el crecimiento de un deseo absurdo también en nuestras vidas. Pero Zweig, que con esto nos habla de lo humano exterior y anterior al deseo, no pretende justificar ni explicar nada, sino solamente dejar constancia de todo lo que ocurre. Y eso es lo más inquietante del cuento.
Animales de fábula, cuentos, inquietantes cuentos sobre seres humanos mezclados, como en este caso, con animales que comparten con nosotros mucho más que un espacio doméstico. Y tal vez sea esa la mezcla difícil para convivir, humano y animal cercanos, en la misma patria, en el mismo pueblo, en la misma casa, o bien humano y animal dentro del mismo cuerpo que habitamos, a veces, sin darnos cuenta de que es así, aunque esta convivencia se lleve por recorridos separados que parecen disimular una unión inexplicable y cierta, y que con mirada clara intentan hacerse perdonar, o hacerse entender por los que desde fuera nos miran con la duda, con la misma duda de Bettsy, la narradora, a la que su marido decía que juzgaba las cosas con demasiada precipitación.


13 nov 2010 (181)