De izquierda a derecha, José María Odriozola, Jaime Lissavetzky, Arturo Casado y Alejandro Blanco.
En la entrada del aparcamiento del Comité Olímpico Español (COE), dos jóvenes sujetan una pancarta. "Presunción de inocencia", proclama. Trata, seguramente, de la situación de Nuria Fernández, la mejor atleta de España, según los votantes convocados por la federación española, e implicada, según las confesiones de su propio entrenador, Manuel Pascua, en la Operación Galgo contra el dopaje.
La pancarta y la ausencia de Nuria Fernández fue uno de los dos únicos momentos en los que el escándalo que ha marcado con fuerza al deporte español en las últimas semanas se hizo patente en la Gala anual, la gran fiesta del atletismo nacional. La otra ocasión en que se verbalizó el problema se produjo con la intervención del secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, quien no pudo evitar referirse a "los gozos y las sombras" del deporte español en 2010. Lissavetzky, que dejará próximamente el cargo en el que lleva siete años, pues es candidato a la alcaldía de Madrid en las próximas elecciones municipales, se despidió, recordó someramente sus actuaciones legales contra las grandes preocupaciones de la sociedad en asuntos deportivos -la corrupción, la violencia y el dopaje- y se declaró "orgulloso de la tolerancia cero" en relación con el dopaje.
El momento cumbre de la noche, la entrega del premio a los mejores atletas del año, quedó inevitablemente cojo después de que se anunciara que la premiada en la categoría femenina, Nuria Fernández, no había podido acudir a recibir su placa sin explicar las razones, que eran, evidentemente, inexplicables, pues se basaban en el boicot de sus compañeros premiados.
Así, llegado el momento, se concentraron tres de los máximos dirigentes del deporte español -Lissavetzky; el presidente del COE, Alejandro Blanco, y el presidente de la federación, José María Odriozola- para entregar la placa de mejor atleta del año a Arturo Casado, precisamente uno de los que con más fuerza ha expresado en las últimas semanas su deseo de que se trate a los tramposos con la mayor dureza posible.
Blanco aprovechó su discurso para manifestar su apoyo inquebrantable y rendir homenaje a Odriozola -mudo en tan sensibles momentos: solo agarró el micrófono para entrevistar a Casado, pero no sobre el problema que tanto preocupa, sino sobre su preparación de la nueva temporada-, su "admirado amigo".