lunes, 1 de junio de 2009

3923. ENTREVISTA: OSCAR PISTORIUS Campeón paralímpico en 100, 200 y 400m en Pekín 2008. Pistorius: "Llevo mi discapacidad con humor".


Foto: GIANLUCA BATTISTA



MANEL SERRAS - Barcelona
La vida de Oscar Pistorius (Suráfrica, 1986) quedó marcada al nacer sin peronés ni tobillos en sus dos piernas. Se las amputaron justo por debajo de las rodillas. Ahí comenzó un camino difícil, basado en un tremendo instinto de superación, que le llevó a ganar la medalla de oro de los 200 metros en los Juegos Paralímpicos de Atenas 2004. Sus tiempos fueron tan buenos que se planteó en serio participar en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 junto a los atletas de más alto nivel. En enero de 2008, sin embargo, la Federación Internacional de Atletismo (IAAF) se lo prohibió aduciendo que sus prótesis (Cheetah Flex-Food, fabricadas en Islandia) le concedían ventaja. El Tribunal de Arbitraje de Lausana (TAS) le dio la razón y la luz verde. Pero Pistorius no logró los tiempos mínimos para clasificarse. Se consoló de nuevo en los Paralímpicos proclamándose campeón en los 100, los 200 y los 400 metros. La semana pasada estuvo en Barcelona y participó en una reunión para discapacitados de L'Hospitalet.
Pregunta. Después de toda la polémica que se ha desatado sobre sus prótesis de fibra de carbono, ¿podría correr igual con otras?
Respuesta. Siempre he corrido con éstas, al igual que el 70% de los mejores deportistas paralímpicos. Supongo que podría usar otras, pero estoy cómodo con éstas.
P. ¿Qué sintió cuando la IAAF dijo que obtenía ventaja con ellas y el TAS le dio a usted la razón?
R. Nada. La IAAF me dijo que, si el Tribunal de Arbitraje demostraba que se había equivocado, lo aceptarían. Me prohibieron correr durante cuatro meses y luego dijeron: "Oye, nos hemos equivocado y te dejamos correr". Pero no logré las mínimas. Así que fue culpa mía no poder ir a los Juegos Olímpicos.
P. Usted es un ejemplo por su instinto de superación.
R. Como atleta, tengo una responsabilidad, pero creo que los Juegos Paralímpicos sirven para demostrar a la gente todo lo que puedes conseguir a pesar de tener una discapacidad.
P. Jugaba al rugby, al tenis y al fútbol antes de dedicarse al atletismo a los 18 años a causa de una lesión. ¿Qué ocurrió?
R. Me rompí los ligamentos de la rodilla izquierda por culpa de un placaje jugando al rugby. Parte de mi rehabilitación consistió en hacer atletismo. Correr no me gustaba, pero me lo impuse para volver a jugar al rugby hasta que empecé a disfrutar. Y sigo.
P. ¿En qué parte de su vida sufrió más a causa de su discapacidad?
R. No creo que haya sufrido nunca por ello. Cuando era pequeño, mis padres me decían: "Esto es lo que hay. Puedes estar triste o intentar hacer lo que quieras con tu vida". Elegí lo segundo. Llevo mi discapacidad con humor.
P. ¿Qué más le decían sus padres?
R. Mi madre fue increíble. Me decía: "Aunque no seas muy bueno en algo, debes intentarlo". Siempre me repetía que el perdedor no es el que corre y queda segundo, sino el que ni siquiera se atreve a correr.
P. ¿Ha notado un cambio en la aceptación social de la discapacidad?
R. Sí. Se está perdiendo el miedo a hablar de ello. Si un niño se queda mirándome porque voy con pantalón corto, le digo: "Hola, me llamo Oscar y no tengo piernas. Mira, éstas son mis piernas ortopédicas. Tócalas si quieres". Así le educas.
P. Es el mejor atleta paralímpico en los 100, los 200 y los 400 metros. ¿Seguirá compitiendo en este nivel o va a hacerlo sólo con los atletas sin discapacidades?
R. No. Para mí, los Juegos Paralímpicos ya son el nivel más alto. Pero hay pocas carreras para nosotros. Así que para estar en forma necesito participar en carreras para atletas no discapacitados. Nunca dejaré los Paralímpicos. Otra cosa es que me ilusione competir en los Olímpicos de Londres 2012.
Fuente: el pais.com

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3975. Pesquisas de la Guerra Civil. Con La sima, José María Merino no ha escrito su mejor novela. La prosa sigue segura y construida para la evocación


Foto: blas
José María Merino y Sergio Larriera Sánchez


J. ERNESTO AYALA-DIP

En 2000 se publicó, bajo el título de Novelas del mito, la trilogía del escritor leonés José María Merino formada por las novelas El caldero de oro (1981), La orilla oscura (1985) y El centro del aire (1991). Se acertaba en la denominación puesto que en la narrativa de Merino confluyen esos dos tiempos: el tiempo mítico, brumoso, atemporal y el tiempo de los implacables relojes. Su nueva novela, La sima, recupera en clave más contemporánea la idea central de La orilla oscura, esa búsqueda afanosa de identidad por medio de la memoria, no tanto de qué somos, sino por qué somos como somos. Los trabajos de investigación de Fidel para la redacción de una tesis sobre la primera guerra carlista (la Guerra de los Siete Años), unidos a la exhumación de unos supuestos restos de fusilados durante la Guerra Civil, llevan al narrador a remover territorios inexplorados de la memoria familiar, tabúes intactos. Fidel regresa al pueblo con 34 años. Mientras, escribe un diario que dura cinco días, con sus mañanas, tardes y noches. En él anota sus recuerdos de infancia, la temprana muerte de sus padres en un accidente de tráfico, las primeras experiencias sensuales con su prima Puri, el abuelo sobre el cual pende la sospecha de asesinatos masivos de republicanos. La sima no tiene la estructura onírica de obras anteriores, tampoco -excepto que el contenido del diario que el lector está leyendo sea materia de una futura novela- su propósito metaliterario. La pesquisa histórica de Fidel se convierte a la vez en una indagación paralela del ser nacional español. Subraya ciertos misterios de carácter, patologías históricas rayanas en lo incurable: el odio entre españoles, la intolerancia sempiterna para afrontar diferencias. Para ello parte de las luchas ideológicas del presente más rabioso, en el cual no faltan los Gobiernos del PP y el PSOE de Zapatero. La historia de Fidel y Puri tiene algo de ese aire de doloroso romance que iluminaban Ángela y el joven militar en su anterior novela, El lugar sin culpa. Con La sima, José María Merino no ha escrito su mejor novela. La prosa sigue segura y construida para la evocación de buena ley. Pero el presente resulta por momentos demasiado cercano. Como si en su aspiración a novela se hubiera empantanado en una crónica.

Fuente: el pais.com