Edurne Pasaban- VICENS GIMÉNEZ
La alpinista Edurne Pasaban (Tolosa, 1973) está comprometida con la conquista de los 14 ochomiles que existen en el planeta, todos en el Himalaya. Suma 11 y le quedan el Kangchenjunga (8.586 metros), el Shisa Pangma (8.013) y el Annapurna (8.091). No es la única mujer que lo está intentando. Sus adversarias, la austriaca Gerlinde Kaltenbrunner y la italiana Nives Meroi, tienen el mismo número de conquistas. A estas alturas, sólo vale ser la primera en completar la colección. Pasaban coronó el pasado 5 de octubre la cima de su undécimo ochomil, el Manaslu. Siempre por las rutas normales, las llamadas autopistas. Tres meses antes, ascendió el Dhaulagiri.
"No engaño a nadie. Mi nivel alpino no es el de las grandes paredes"
"Mis padres me ayudaron, pero el dinero no te sube a una cima"
"Ha sido un año bonito", cuenta Edurne. "Salía de muchos fallos el año anterior y de una situación personal preocupante". Pasaban se encuentra fuerte para terminar el proyecto, pese las críticas que ha recibido por parte de un sector del mundo del montañismo que la acusa de no ser "creativa". Edurne se defiende y pide respeto: "Mi nivel alpino no es el de las grandes paredes".
Pregunta. Resuma su historia alpina de manera breve.
Respuesta. Conocí el monte de la mano de mis padres. A los 14 años comencé a escalar en roca en el club de montaña de Tolosa y pasé mi juventud en el Pirineo y en los Alpes. En 1998 hice mi primera expedición al Himalaya, al Dhaulagiri, con mi club. Desde entonces, me dedico a los 14 ochomiles.
P. ¿Era buena estudiante?
R. No era constante ni empollona en el colegio. En la universidad mejoré, aprendí a estudiar mejor y me licencié en Ingeniería Técnico Industrial. Hace un par de años hice una maestría en Esade y me preparo para sacarme el título de entrenador personal.
P. ¿Se gana dinero subiendo ochomiles?
R. ¡Qué va! Yo tuve suerte. Mis padres me ayudaron económicamente a hacer un deporte como el alpinismo. Para mucha gente seré una niña de papá. Pero el dinero no te sube a la cima de una montaña. Hay que prepararse. Soy una afortunada por tener la posibilidad de viajar y ascender grandes montañas. He trabajado con el equipo del programa Al Filo de lo Imposible de Televisión Española y eso ha solventado mucho la parte económica. Antes hay que demostrar que vales. Yo subí seis montañas de este nivel para entrar en Al Filo. Ahora vivo de la montaña sin hacerme rica.
P. ¿Es posible tener amigos en la montaña?
R. Muchos y muy buenos.
P. ¿Y enemigos?
R. También.
P. Después de ascender el Manaslu, un sector del mundo de la montaña le ha criticado por no plantear un alpinismo creativo.
R. No engaño a nadie con lo que hago. Voy a la montaña con el nivel que puedo, con unos amigos que son la hostia. Gracias a ellos y al trabajo que todos hacemos subo a las cimas y punto. Me gustaría escalar el G IV [Gasherbrum IV, de 7.925 metros, sólo ascendida en cinco ocasiones, la última el pasado julio por los españoles Latorre, Iñurrategi, Tamayo, Zabalza y Vallejo]. Pero yo no puedo subir al G IV porque mi nivel no me lo permite. Y eso lo he dicho siempre.
P. Se la ve enfadada.
R. Me dan pena y ganas de llorar. No he hecho daño a nadie y quiero que me respeten. Yo hago el alpinismo al nivel que yo puedo y si eso no le gusta a la gente, lo acepto. No quiero ser un Reinhold Messner
[el primer alpinista en coleccionar los 14 ocho mil sin oxígeno y, en algunos, por nuevas rutas]. No puedo. Y ya me encantaría subir como lo hizo él. Pero mi nivel de alpinismo no da para ser creativa. En este país, la envidia es el deporte nacional.
P. Siempre le quedan sus amigos de cordada.
R. Me quito la gorra delante de Asier Izaguirre, Álex Chicón, Ferran Latorre y Mikel Zabalza, entre otros. Insisto. Nadie me va a quitar la ilusión y el trabajo que está haciendo esa gente. Si alguien quiere hacerme un chantaje emocional no lo conseguirá.
P. ¿Cómo se entrena?
R. Entreno en el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat (Barcelona) rodeada de médicos, masajistas, dietistas y entrenadores. Todos se han volcado en un proyecto que les quedaba muy lejos. No estaban acostumbrados al alpinismo.
P. ¿Se resienten sus dos falanges de los pies amputadas por las congelaciones que sufrió en el K2 en 2004?
R. Los dedos se me enfrían más que antes. Por eso trato de ser cuidadosa en no traspasar mis límites.
P. Se le ve una persona equilibrada.
R. Tengo dos caras. Soy fuerte en situaciones extremas de riesgo y débil en cuestiones sentimentales.
P. ¿Cómo lleva el alpinista la muerte de compañeros?
R. La pérdida de un amigo afecta. Y cuando te toca muy de cerca es muy duro. Te lo piensas más a la hora de escalar. También afecta en el momento de la despedida de tu familia en el aeropuerto, cuando te marchas a una nueva ascensión. Piensas ¿los volveré a ver?
P. No le dan ganas de dejarlo.
R. Nunca tiro la toalla, aunque piense que puedo ser la próxima muerta.
P. Sus adversarias Kaltenbrunner y Meroi también suman 11 ochomiles. ¿Cuál de las tres está en la pole position?
R. A Gerlinde le queda el K2, un hueso duro de roer que le puede dar guerra. En cambio, el Everest y su cumbre vecina, el Lhotse, los puede atacar en una misma expedición. A Nives la veo muy centrada. Va muy a saco. Bueno, todas vamos a saco, pero la italiana aún más.
P. ¿Cuál será el equipo con el que afrontará el Kangchenjunga la próxima primavera?
R. Juanito Oiarzabal será el jefe del grupo. En principio, vendrá para asesorar, pero conociéndolo igual tira para arriba y hace cima. Sería su 23 ochomil. El resto del equipo serán Asier, Álex, Ferran y Mikel. Un lujo para mí.
P. Cuando termine la colección de las 14 cimas más altas, ¿qué hará?
R. El Everest sin oxígeno. Es un regalo que me quiero hacer a mí misma. Y no creo que tenga problemas para llegar a los 8.848 metros sin oxígeno. Nives subió al Everest sin oxígeno y Gerlinde hará lo mismo cuando lo intente. El Everest fue mi primera gran cima y utilicé oxígeno porque no tenía idea de cómo iba a reaccionar. Ahora ya lo sé.
Fuente: el pais.com
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