domingo, 9 de noviembre de 2008

2178. Tricicle hace justicia al humor de Monty Python. Eric Idle bendice la adaptación del trío de su obra 'Spamalot'


Eric Idle y Tricicle- EFE

Eric Idle



BELÉN GINART
- Barcelona

Se levanta al alba. Es vegetariano. Apenas prueba el alcohol. Y vestido de calle, negro riguroso de la cabeza a los pies, podría pasar por un discreto hombre de negocios. Pero en cuanto abre la boca, Eric Idle (South Shields, Reino Unido, 1943) destapa la comicidad descacharrante que le ha hecho inmortal como uno de los seis integrantes de los celebérrimos Monty Python. Idle ha viajado a Barcelona para ver (y bendecir con entusiasmo) la adaptación de Tricicle de Spamalot, musical basado en el filme Los caballeros de la mesa cuadrada, del que es autor junto con John Du Prez. Un filme de cuyo rodaje no guarda buena memoria: "Fue frío, sucio, empantanado, repugnante". En general, dice, sus peores momentos en el grupo están asociados a los rodajes.

Pero ni eso pudo empañar la amistad de Idle con el resto de los Monty Python. Los supervivientes (Graham Chapman falleció en 1989) le autorizaron el musical, que le ha reportado grandes satisfacciones artísticas y económicas. "Me dieron permiso pensando que no funcionaría; pero ya me han perdonado que aún siga en cartel en Broadway", bromea. En 2005, año de su estreno, el espectáculo ganó tres premios Tony. El público neoyorquino y el del West End londinense se rindieron al montaje, que se puede ver también en Las Vegas, Nevada y Melburne. Pronto se harán adaptaciones en Alemania, Francia, Japón, Sudáfrica y Corea del Sur. Pero la de Tricicle ha sido la primera versión no anglosajona.

"No entiendo castellano y, claro, me perdí muchas cosas. Pero comprobé lo bien que la obra conecta con el público", aseguró Idle, tras ver la obra. "Los directores han captado el entusiasmo de la obra original y los intérpretes hacen un gran trabajo". ¿Sería sincero si no le hubiera gustado? "Críticos y actores siempre mentimos, pero aquí no hace falta".

La aclaración no es gratuita: cuesta saber cuándo habla en serio este hombre que, fiel al espíritu de su canción más famosa, Always look on the bright side of life, parece instalado en el lado bueno de la vida. El tema, que cantó desde la cruz en la secuencia final de La vida de Brian, es otra de sus imperecederas fuentes de satisfacción, y no sólo porque figure "desde hace 20 años" en el top ten de los funerales británicos. "La canción me sigue gustando. De una manera irónica, invita a la alegría. Y me consta que se ha utilizado en situaciones como la guerra", afirma. La próxima semana tiene una nueva cita con ella: la cantará, en una gala benéfica, para Carlos de Inglaterra con motivo del 60 aniversario del príncipe.

Su buen humor sólo parece dejarlo de lado cuando se le plantea si no sería posible un revival de los Monty Python. "Todavía seguimos esperando a Graham", declara como argumento irrefutable.

Fuente: el pais.com

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2177. Larry James, atleta, oro y plata en los Juegos de México. Eterno segundo tras Lee Evans y defensor del 'black power' en 1968.


Larry James (plata), Lee Evans (oro) y Ronald Freeman (bronce)- AP

Larry James


JUAN-JOSÉ FERNÁNDEZ

Los segundos en el deporte no suelen pasar a la gran historia, aunque la mayoría atesoren méritos sobrados para ello. Quizá sólo el ciclista francés Raymond Poulidor fuera una enorme excepción. El atleta estadounidense G. Lawrence James, Larry James, en cambio, fallecido a consecuencia de un cáncer el jueves, el mismo día de su 61º cumpleaños, siempre vivió a la sombra de su legendario compatriota Lee Evans. Consiguió la medalla de plata tras él en los 400 metros de los inolvidables Juegos Olímpicos de México 1968, y la de oro, con él, en el relevo. Pero James, como otros atletas negros de aquella cita única en la altura, no sólo dejó la impronta de su calidad y sus hazañas en la pista, sino que fue uno de los hitos en la larga marcha de su raza para recuperar la dignidad. Cuarenta años después, paradojas de la vida y de la muerte, parece como si James hubiera querido resistir en su enfermedad hasta ver en su país a un presidente que representa los valores por los que él luchó.

Fue uno de los grandes cuatrocentistas de la historia

El 18 de octubre de 1968, habían pasado dos días desde el triunfo de Tommie Smith con su estratosférico récord mundial de 200 metros, y la primera reivindicación del black power (poder negro), junto al medalla de bronce, John Carlos, ambos en el podio tras las entregas de medallas, con los brazos en alto y los puños enguantados en negro. Era ya la imagen política de los Juegos y del olimpismo. Fueron expulsados a costa de salvarse el resto del imparable equipo de EE UU.

En los 400, James estuvo a punto de ganar a Evans, pero éste era el mejor, un supermán de la distancia adelantado a su tiempo. Ya había batido el récord mundial en las selecciones olímpicas de su país, con 44 segundos justos, pero lo había perdido por el tecnicismo de usar unas zapatillas de clavos ilegales. James, segundo siempre, con 44,1, también excelentes, llegó así a México como plusmarquista mundial.

Evans, al que Carlos convenció para correr (y que se arriesgaría después a acoger en su casa al más proscrito Smith), contó de la final olímpica: "Pensaba llegar a la última recta con ventaja suficiente, pero sentí casi el aliento de Larry detrás de mí. Pero, a falta de tres zancadas para la meta, bajó la cabeza y me di cuenta de que podía ganar. Él corrió 399 metros y yo 401. Ésa fue la diferencia". Evans hizo unos extraordinarios 43,86 segundos, pero James, otros no menos formidables 43,97, los únicos dos atletas que en muchos años bajarían de los 44. Ronald Freeman, bronce, se fue a 44,41 segundos, pero sería clave en el relevo.

En la ceremonia de las medallas, los tres fueron con boinas negras significativas, pero no agraviaron al puritano e hipócrita COI tanto como para expulsarlos. Dos días más tarde, el 20, James hacía el tercer relevo del 4 - 400 y le daba el testigo a Evans para batir otro maravilloso récord mundial, dos minutos y 56,16 segundos, que se mantendría 24 años en las listas. Estados Unidos corrió en otra dimensión y sacó más de tres segundos a Kenia, plata. Freeman hizo 43,2 segundos en la segunda posta, oficioso récord de la distancia. Vince Matthews, el primer relevista, repetiría escándalo tras ganar el oro individual (sólo con 44,66 segundos) cuatro años después, en los Juegos de Múnich. Junto a la plata, Wayne Collett, fueron sancionados por ir descalzos, medio vestidos y despreciar la entrega de medallas y el himno estadounidense en otro acto de protesta. La sanción fue esta vez que no pudieron correr el relevo y regalaron otro oro seguro.

James se hizo entrenador y llegó a dirigir el equipo de Estados Unidos en los Mundiales de París de 2003. El estadio del Richard Stockton College de Nueva Jersey, del que fue 28 años decano de programas de atletismo y otros deportes, lleva su nombre y sus logros. Un segundo querido y valorado.

Fuente: el pais.com

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