Paul NewmanSe apagó el azul. La mirada transparente de Paul Newman se rindió el viernes al embiste de un cáncer de pulmón que cerró para siempre los ojos más alabados de Hollywood. Películas como El buscavidas, Marcado por el odio o El juez de la horca están impregnadas del talento de este actor incorruptible al que la fama no consiguió transformar en carne de revista rosa. Tan célebre por su trabajo como por su activismo político, su generosidad filantrópica y su pasión por la velocidad (era piloto de automovilismo), Newman falleció en su granja de Westport (Connecticut) a los 83 años. Con cerca de un centenar de títulos a sus espaldas, un Oscar al mejor actor, otro honorífico, un premio de la Academia por su labor humanitaria y nueve candidaturas, sabía que la muerte le acechaba y el pasado agosto optó por abandonar el hospital y los tratamientos médicos para disfrutar en la intimidad de sus últimos días.
Ha repartido más de 150 millones de euros en fines benéficos
Creó un centro de rehabilitación de drogas en nombre de su hijo, Scott
"Su arte era la actuación. Su pasión, las carreras. Su amor, su familia y amigos. Y su corazón y su alma los dedicó a contribuir a que el mundo fuera un lugar mejor para todos". Éstas eran las palabras con las que ayer anunciaba su muerte la Newman's Own Foundation, creada con el dinero de su multimillonario negocio de condimentos para ensalada. Lo creó en los años ochenta jugando entre pucheros -amaba la cocina-, y de manera altruista nunca lo explotó para sí, repartiendo con fines benéficos más de 150 millones de euros.
Pero antes que sus aliños, el mundo saboreó en todo su esplendor los ojos de Paul Newman en 1958, cuando la llegada del color a Hollywood permitió que pudieran llenar de azul la pantalla por primera vez en la película, Un largo y cálido verano. Aquel filme, el sexto de su carrera, por el que consiguió el premio al mejor actor en el Festival de Cannes, también supuso el encuentro con la actriz Joanne Woodward, que se convertiría en su segunda esposa. Cincuenta años después, la actriz seguía a su lado el día de su muerte. Newman trabajó con ella en 11 filmes y la dirigió en cuatro, incluida la aclamada Rachel, Rachel. En una industria donde el consumo de parejas parece la norma, Newman también supo ser diferente. "¿Si tengo un filete en casa, para qué me voy a comer una hamburguesa?", bromeó en los años noventa respecto a las "tentaciones".
Y no tuvo pocas. Trabajó con las mejores actrices de su generación, desde Elisabeth Taylor en La gata sobre el tejado de zinc hasta Lauren Bacall en Harper investigador privado. Pero la pareja con la que realmente marcó época no tenía nombre de mujer. El western Dos hombres y un destino convirtió a Paul Newman y Robert Redford en el fenómeno comercial de 1969, algo que volvió a ocurrir en El golpe, otro clásico de los setenta, donde repetían en la piel de personajes marginales como los que Newman buscó siempre para huir de los papeles de galán a los que Hollywood deseaba unirle para explotar su belleza.
Extremadamente autocrítico, compartió método con Marlon Brando y James Dean, estudiantes como él del New York Actors Studio de Lee Strasberg, que inyectó el naturalismo en toda aquella generación de actores. Nacido en Cleveland (Ohio), dio sus primeros pasos en Broadway y la televisión pero su primera película, El cáliz de plata, le frustró tanto que, cuando años después el filme se emitió por televisión, compró una página entera en Los Angeles Times para decir: "Paul Newman les pide disculpas por cada noche de esta semana".
En su búsqueda por huir de los papeles de "guaperas", fue uno de los primeros actores que le compró a la Warner su contrato con el estudio para poder elegir con libertad a principios de los sesenta, coincidiendo también con su huida de Hollywood -se instaló en la costa Este-. "Sólo cuando te alejas de California aprendes a no tomarte en serio", dijo. Alejarse del mundo de las estrellas le acercó a la realidad. Se implicó activamente en la lucha por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam, ganándose enemigos como el presidente republicano Nixon, una enemistad de la que presumió toda su vida.
Achacó al aburrimiento por el cine el descubrimiento de una nueva pasión, las carreras, que conoció a través del filme Winning en 1969. Tardó cinco décadas en conseguir su primer Oscar. Fue en 1986, un honorífico a su carrera. En 1987 le llegaba por la película El color del dinero, en la que Martin Scorsese rescató al jugador de billar Fast Eddie Felson, al que había interpretado en El buscavidas. Como él, también sabía que la vida tiene un componente importante de suerte. En 1978, su hijo Scott, fruto de su primer matrimonio, fallecía por una sobredosis de drogas y alcohol. Para que otros tuvieran más suerte creó un centro de rehabilitación en su nombre.
Fuente: el país.com
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