miércoles, 6 de febrero de 2008

25. Levantó la cabeza, para dirigir su mirada a la bandera blanca que ondeaba al viento

La mañana del día once de septiembre del año 1976, estábamos en el Estadio de Vallehermoso calentando, para participar en una carrera de 100 metros lisos. Yo me sentía muy suelto y rápido.

Se había levantado un viento muy molesto en la recta de llegada, contrario al sentido de carrera de los atletas.

El deseo que traíamos de realizar un buen registro se desvaneció enseguida. Era muy lamentable que la fuerza del viento invalidase las marcas. Estábamos muy molestos por el tiempo que hacía.

Desde hacía bastantes años se venía utilizando el anemómetro, para medir la velocidad del viento y dar a las marcas garantías de veracidad, en las pruebas de hasta 200 metros.

Nosotros sabíamos que para poder incorporar una marca al ranking y que pudiera tener reconocimiento oficial, solamente estaba permitido haber corrido con un viento a favor de menos de dos metros por segundo.

Algunos de los atletas que tenían mayor nivel, mejores marcas, pidieron reunirse con Pedro de la Cruz, que aquel día era el Juez Árbitro, para proponerle que se cambiara la salida, que se corriera a favor del viento. Que se diese la salida en la línea de llegada y que se entrase en la línea de salida.

De esta manera se correría con el ventarrón a favor. Era evidente que si el viento soplaba muy fuerte las marcas no tendrían validez oficial, pero lo que si teníamos muy claro era que con el aire contrario era muy difícil correr e imposible de realizar un buen tiempo.

Enseguida se corrió la voz entre los atletas de la propuesta que le iban a hacer a De la Cruz. Se les vio entrar a secretaría y a los pocos minutos volver a salir. Llamaron al juez y éste se incorporó enseguida.

Pedro movió la cabeza con una melancólica sonrisa, diciendo:

-No, no es posible.

Ellos insistieron, adujeron sus razones.

Pedro se quedó mirándonos, nosotros habíamos hecho un círculo en torno a él, sin que nadie dijese una palabra. El aire seguía soplando con gran intensidad. Levantó la cabeza, para dirigir su mirada a la bandera blanca que ondeaba al viento y dijo:

-De acuerdo, cambiamos el sentido.

El había comprendido nuestra preocupación y aceptó la propuesta que se le hacía.

Yo llevaba dos semanas realizando entrenamientos específicos. Estaba entrenando con gran ilusión y con todas las ganas del mundo, porque mi mirada la tenía puesta en el Campeonato de Madrid. Quería llegar en la mejor forma que me fuese posible y para eso estaba trabajando la velocidad, realizando distancias cortas.

La ilusión de competir en aquel Campeonato se iba acrecentando. Yo percibía que físicamente había cambiado bastante. La mejora no era capaz de cuantificarla, pero era evidente que mi figura se había estilizado bastante y esa era una señal muy clara de que mi estado de forma progresaba. Era una época, en la que sentimientos nuevos, me hicieron conocer y descubrir un mundo, en el que el deseo de superación estaba siempre presente. El atletismo me ayudaba a enfrentarme a las dificultades que se me presentaban.

La experiencia de aquel 100 fue fantástica, era la primera vez que corría en aquellas condiciones tan excepcionales. Las viví con gran pasión.

Blas García Marín, antes de empezar a entrenar. Cerro de los Ángeles, año 2000