martes, 25 de septiembre de 2007

772. Lo veía y no podía creerlo, el cronómetro se había parado en 10 segundos y 6 décimas. El record de España, que tenía José Luis Sánchez Paraíso...


4. Me crucé con Pepe El Cartero

Por aquellos años, cuando encendían las farolas de las calles, nosotros, los más jóvenes, decíamos: han dado la luz al pueblo.
No había pasado mucho tiempo, desde que aquella señal nos indicara la hora para volver a nuestras casas, a recogernos.
El día posterior a la vuelta de mi viaje por la Capital, yo esperaba a que se encendieran las luces, para iniciar una aventura por la calle Barón del Solar.
Había medido en la calzada 100 metros, con pies de 28 centímetros, que era la medida de mis zapatos.
Esperé hasta que la calle estuvo solitaria, para iniciar, desde la puerta de la casa de mis abuelos, una carrera que a mí me pareció meteórica y que finalizó cien metros después.
Me crucé con Pepe El Cartero, que volvía a su casa, y me miró con cara estupefacta, sin decir nada, pero es muy posible que pensara que yo estaba loco, que no había ningún motivo para que corriese de esa manera.
Enseguida aprendí las voces que daba el juez de salida en las carreras de velocidad: a sus puestos, listos y ya, que era equivalente al disparo de fogueo que se realizaba en las competiciones.
Lo veía y no podía creerlo, el cronómetro se había parado en 10 segundos y 6 décimas. El record de España, que tenía José Luis Sánchez Paraíso, de Salamanca, estaba en 10.4.
Me tomé un buen rato para recuperarme del esfuerzo, y cuando comprobé que la calle volvía a estar despejada, que no venía nadie, me lancé a todo correr, como alma que persigue Mefistófeles. 11.2 y nueva señal de incredulidad.
Tenía las piernas doloridas del esfuerzo, así que opté por no hacer más intentos por esa noche. Volví a mi casa. Mi padre estaba profundamente dormido, sus ronquidos se escuchaban con bastante claridad. Mi madre, en voz muy baja, me dijo que cerrara la puerta, que echara la cadena.
Aquella noche me costó mucho dormirme. Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza, volvía a visualizar la salida, la carrera, la lectura del tiempo realizado a la luz de la farola que estaba en la puerta de la Escuela de Las Escalericas. Algo se había revuelto en mi interior, lo recordaba y no me lo creía. Serían ciertos los tiempos que había tomado, no era posible, algo debía estar haciendo mal. No podía fiarme de las apariencias.
La distancia estaba bien medida, el cronómetro era nuevo, que había pasado… Me dormí placidamente, como un ángel.
El día 20/05/1975, en Albacete, Fernando Rodríguez Navarro (Navarro), realizó un tiempo de 11 segundos 1 décima, en la distancia de 100 metros lisos.
Esta marca fue igualada, el 15/04/1977, en San Javier, por su compañero, del club Atlético Getafe, Fernando Rodríguez Bautista (El Velo).
ENLACE:

645. Nos alojamos en un Hostal del centro, y en la primera ocasión que tuve convencí a mi tío y a mi primo para que me acompañaran a la Relojería.

Mi primer contacto con una pista de atletismo en Madrid, fue en las instalaciones del SEU de la Ciudad Universitaria. Esta tenía 300 metros de cuerda.


Por la calle 1 Blas 
Foto: Velasco

7. Podíamos correr descalzos por la hierba

Fernández fue mi primer entrenador, si bien es cierto que durante muy poco tiempo. Él me dio el primer plan de entrenamiento escrito que tuve, el cual me pareció un regalo muy apreciado. Tuve muchas dificultades para poder realizar los tiempos tan exagerados que me había marcado. Las recuperaciones eran muy cortas y la intensidad de ejecución muy grande para un joven con unas facultades físicas como las mías. Enseguida me di cuenta de que no podría cumplirlo.
Me encanta entrenar, cuando corro experimento momentos de bienestar, alegría, júbilo, sobrecogimiento como quien escucha una buena pieza de música. El correr ha sido y es para mí una pasión que no ha envejecido con el paso del tiempo.
Yo era un chico bastante delgado y mi madre consideró que tendría que comer mucho para poder aguantar el ritmo de vida que llevaba: el trabajo diario y el entrenamiento intensivo a que me estaba sometiendo.
Habíamos traído almendras de Fuente Álamo, que mi padre partía en una piedra con un martillo.
Así es que yo empezaba las mañanas con un buen plato de almendras rociadas con abundante miel. Que recuerdos más agradables tengo todavía de aquellos ricos desayunos.
Por las noches cuando me iba a dormir también era costumbre tomar lo que llamaban “un ponche”, que era un huevo batido con leche y azúcar. Este no me gustaba nada.
Mi primer contacto con una pista de atletismo en Madrid, fue en las instalaciones del SEU de la Ciudad Universitaria. Esta tenía 300 metros de cuerda.
Fuimos con el deseo de realizar un buen entrenamiento en una pista de ceniza, sobre una distancia bien medida. En aquel escenario competiría yo bastantes veces en los años siguientes.
Guillermo Ferrero, entrenador del club Maratón, estuvo observando mi entrenamiento y recuerdo que se me acercó y me dijo que estaba entrenando demasiado fuerte, que lo que yo estaba haciendo no había cuerpo que lo aguantara.
Efectivamente, enseguida tuve que dejarlo y no pude acabar aquella paliza tan descomunal que me estaba dando.
Tenía que intentar hacer lo que mi entrenador me había dicho. Yo, por entonces, no tenía ningún conocimiento de atletismo y creo, que Pedro consideró que el entrenamiento que hacía a mi me vendría bien. Creo que él sobrevaloraba mis facultades.
El césped de la parte interior de la pista era una delicia. Podíamos correr descalzos por la hierba. Todos lo hacíamos. Estaba muy cuidado por Teodoro, que era el encargado de las Instalaciones.
En aquella pista conocí a Juan García Vicente y a Santiago Mora Ávila, del club Perelada.
Juan, con su personalidad carismática y sus ojos penetrantes, me propuso que fichara por ellos. En la temporada siguiente firmé por el club de Paco Perela.
Cuando volví a mi casa, entré en solemne meditación, recordaba todo lo que me había pasado y las múltiples experiencias que había tenido. Una poderosa lucha interior hizo que me cuestionara si me encontraba en el camino correcto y con las personas adecuadas. Sin embargo, para entonces, ya había dado mis primeros pasos en el atletismo madrileño, y una nueva etapa llena de ilusión y esperanza acababa de surgir en mi vida.


Juana Pablos Acosta (Juana), corrió los 42 kilómetros y 195 metros de la Maratón de Londres en 2 horas 50 minutos y 41 segundos, el 20/04/1986.

ENLACES:

70. A mi abuela Serafina el trabajo se le acumulaba y no llegaba a tiempo de atender a sus diez hijos varones.

69. Pidieron reunirse con Pedro de la Cruz, el Juez Árbitro, para proponerle que se cambiara la salida, que se corriera a favor del viento.

68. Las piernas me pesaban como el plomo. Los brazos los movía sin control. La alegría de irme solo la pagué muy cara. Ya era tarde para rectificar.

64. “El boina” nos había dicho que si no marchábamos bien nos descalificarían. El juez Arbitro Nacional Fermín Bracicorto, nos iba a controlar.

61. Al estar situado cerca de la Ciudad Universitaria y del INEF, era el lugar idóneo, cuando no queríamos bajar a la Casa de Campo.

54. El bigotes ganó la partida y el Campeonato. El premio que obtuve fue un tablero de ajedrez que habíamos comprado entre todos los participantes.

53. No quería nada más que correr frenéticamente hasta no poder más, enfrentándome a la soledad y a la reflexión del atleta que trabaja muy duro.

52. A medida que el tiempo iba pasando la fatiga aumentaba y el cansancio se apoderaba de nosotros, pero teníamos que continuar como pudiéramos.

41. Muchos rostros nos dejan una profunda huella y otros nos son totalmente indiferentes. Para mí Carlos Pérez de Guzmán fue una persona excepcional.

38. Había un jugador que me tenía realmente fascinado, este era el cubano Capablanca, que se había proclamado Campeón Mundial en el año 1921.

27. Me fui a dormir con la cabeza muy revuelta. Estaba convencido de que acaba de hacer historia, la historia de mi vida.

25. No me voy a ir de CESA, como tampoco me he ido de CASA. Me llevaré muchos agradables recuerdos que espero me acompañen durante toda mi vida.

24. Conseguimos un acercamiento que se rompió con la distancia y los nuevos compromisos y responsabilidades que yo adquirí en mi nuevo destino.

23. Seguí bajando a entrenar al SEU y al INEF, ahora con más asiduidad, porque ya me sentía parte de un grupo que me arropaba y ayudaba.

22. En la calle Barón del Solar de Fuente Álamo, mi abuelo Blas, padre de mi padre, le había dejado un trozo de bancal que tenía junto a la casa...

20. En la “cuadra del boina” estaban Pedro Molero, Adolfo Gutiérrez, Arturo Santurde, Ángel Santana, Pepe Verón (el Maño), José Luis García…

19. Que abráis vuestros álbumes y me enviéis aquellas fotografías que guardáis como pequeños tesoros.

15. Han pasado más de cuarenta años desde aquella primera visita al Cerro de los Ángeles. Atravesar la carretera de Andalucía no nos supuso dificultad.

14. Tuvimos que enfrentarnos contra la indiferencia e incomprensión de la sociedad española de los años sesenta y setenta, nos llamaban locos.

10. Caminaba de pared a pared con paso tenaz, inquieto, con las manos en la espalda, la cabeza hacía delante, inmerso en sus pensamientos.

8. Tuvo que pasar algún tiempo hasta que descubrí que aquel cronómetro de 1964, no funcionaba bien cuando se corría con él en la mano y se movían...

7. Lo veía y no podía creerlo, el cronómetro se había parado en 10 segundos y 6 décimas. El récord de España, que tenía José Luis Sánchez Paraíso...

6. Nos alojamos en un Hostal del centro, y en la primera ocasión que tuve convencí a mi tío y a mi primo para que me acompañaran a la Relojería.

4. Dejé, encima de la cama, la maleta de madera, que cuatro años antes me había hecho el carpintero de mi pueblo, para viajar a Barcelona.

1. Eran las siete de la mañana, del día dos de septiembre del año 1965, cuando mi padre y yo caminábamos en silencio por la calle Barón del Solar.