miércoles, 19 de septiembre de 2007

5. No funcionaba bien cuando se corría con él en la mano

Al día siguiente de nuestra llegada a Getafe, mi padre había quedado, a las siete de la tarde, con Pedro Fernández Domínguez (El Gallego), en un descampado que había detrás de la Avenida Juan de la Cierva, lo que es ahora la Plaza de España, Avenida de España y Avenida de los Ángeles.

Pasaban unos minutos de la hora convenida cuando vimos a una persona que se acercaba hacia nosotros corriendo a ritmo sostenido.
Nos había visto. Terminó de correr a escasos metros de donde estábamos nosotros.
Mi padre se adelantó unos pasos y le estrechó la mano. Yo hice lo mismo. Tenía el aspecto de no estar cansado. Apenas sudaba. Un imperceptible brillo se notaba en su frente. Le calculé unos treinta y cinco años. Me pareció una persona bastante mayor, yo hacía tres meses que había cumplido los dieciocho.
Me miró un instante directamente a los ojos, yo no me ruboricé, sino que palidecí. En seguida aparté la mirada y la dirigí rápidamente hacía abajo, hacía los pequeños guijarros clavados en la tierra.
Le dijo a mi padre: ¿con que este es el chaval?
Mi padre asintió. Le contó lo ilusionado que yo estaba desde hacía bastante tiempo en venir a Madrid, a Getafe y lo que disfrutaba corriendo.
Yo estaba un poco nervioso. Con los pies pegados al suelo. Sin atreverme a dar un paso.
Me preguntó que calzado tenía. Le dije que solamente aquellas zapatillas que llevaba puestas.
Son un poco pesadas para correr, me dijo, pero valdrán para hacerte una prueba. En cuanto podamos vendrás conmigo y compraremos unas playeras.
Le enseñé mi cronómetro. Le pareció bastante bueno.
Yo me había puesto un chándal y un pantalón corto debajo. Le acompañé corriendo unos minutos, a su ritmo, íbamos despacio.
Pedro tenía medidos cien metros, me dijo que me quitara el chándal, que me quedara en pantalón corto y me colocara detrás de una línea que tenía marcada en el suelo. La señaló un poco más con la arista de una piedra.
Le conté el tiempo que yo había hecho en 100 metros, en Fuente Álamo. Le di el cronómetro y se fue a la línea de llegada. El terreno era llano, sin ningún obstáculo y se podía correr muy bien, sin ninguna dificultad.
Mi padre fue el encargado de dar la salida. Tenía un pañuelo blanco levantado por encima de su cabeza, su moquero. Solamente tenía que bajarlo cuando me viera inmóvil detrás de la línea.
Corrí todo lo rápido que pude, a mi me pareció que aunque estaba un poco nervioso, fui a tope, no podía más.
Me acerqué expectante para ver el tiempo que había realizado. 12 segundos 3 décimas, me dijo.
Me quedé desilusionado, esta marca estaba muy lejos de aquel 10.6 que yo tomé en Fuente Álamo.
Me dijo que no estaba mal, pero que yo no era un velocista puro. Volví a correr otra vez y en el segundo intento hice 12.5.
Aquella tarde Pedro descubrió cosas mías que yo ni siquiera podía imaginarme.
Unos días después me acompañó a comprarme unas playeras en La Flecha de Oro, que estaba en la Plaza de Cascorro, de Madrid.
Tuvo que pasar algún tiempo hasta que descubrí que aquel cronómetro, de 1964, no funcionaba bien cuando se corría con él en la mano y se movían los brazos con violencia, enérgicamente.

Francisco de Torre Agreda (El Champi), realizó en Vallehermoso, el 15/05/1975, en la prueba de 400 metros lisos, un tiempo de 49.1. Tenía diecisiete años.

Esta marca fue superada por Antonio Mañero Flores (Mañero), también en Vallehermoso, el 04/06/1978 hizo 48.8.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

@4. Me crucé con Pepe El Cartero

Por aquellos años, cuando encendían las farolas de las calles, nosotros, los más jóvenes, decíamos: han dado la luz al pueblo.
No había pasado mucho tiempo, desde que aquella señal nos indicara la hora para volver a nuestras casas, a recogernos.
El día posterior a la vuelta de mi viaje por la Capital, yo esperaba a que se encendieran las luces, para iniciar una aventura por la calle Barón del Solar.
Había medido en la calzada 100 metros, con pies de 28 centímetros, que era la medida de mis zapatos.
Esperé hasta que la calle estuvo solitaria, para iniciar, desde la puerta de la casa de mis abuelos, una carrera que a mí me pareció meteórica y que finalizó cien metros después.
Me crucé con Pepe El Cartero, que volvía a su casa, y me miró con cara estupefacta, sin decir nada, pero es muy posible que pensara que yo estaba loco, que no había ningún motivo para que corriese de esa manera.
Enseguida aprendí las voces que daba el juez de salida en las carreras de velocidad: a sus puestos, listos y ya, que era equivalente al disparo de fogueo que se realizaba en las competiciones.
Lo veía y no podía creerlo, el cronómetro se había parado en 10 segundos y 6 décimas. El record de España, que tenía José Luis Sánchez Paraíso, de Salamanca, estaba en 10.4.
Me tomé un buen rato para recuperarme del esfuerzo, y cuando comprobé que la calle volvía a estar despejada, que no venía nadie, me lancé a todo correr, como alma que persigue Mefistófeles. 11.2 y nueva señal de incredulidad.
Tenía las piernas doloridas del esfuerzo, así que opté por no hacer más intentos por esa noche. Volví a mi casa. Mi padre estaba profundamente dormido, sus ronquidos se escuchaban con bastante claridad. Mi madre, en voz muy baja, me dijo que cerrara la puerta, que echara la cadena.
Aquella noche me costó mucho dormirme. Los pensamientos se agolpaban en mi cabeza, volvía a visualizar la salida, la carrera, la lectura del tiempo realizado a la luz de la farola que estaba en la puerta de la Escuela de Las Escalericas. Algo se había revuelto en mi interior, lo recordaba y no me lo creía. Serían ciertos los tiempos que había tomado, no era posible, algo debía estar haciendo mal. No podía fiarme de las apariencias.
La distancia estaba bien medida, el cronómetro era nuevo, que había pasado… Me dormí placidamente, como un ángel.

El día 20/05/1975, en Albacete, Fernando Rodríguez Navarro (Navarro), realizó un tiempo de 11 segundos 1 décima, en la distancia de 100 metros lisos. 

Esta marca fue igualada, el 15/04/1977, en San Javier, por su compañero, del club Atlético Getafe, Fernando Rodríguez Bautista (El Velo).