Amaya y Tamara Sanfabio con Paula Radcliffe.
...Noto que me empiezan a fallar las fuerzas, sobre el kilómetro 33-34, son en esos tramos donde me veo por primera vez sobrepasada por mujeres, 2 chicas me adelantan, pero sigo a mi velocidad, quedan km decisivos y aún puedo pagar el sobreesfuerzo. Tengo ya localizado el km38, el punto más cercano a nuestro hotel, antes de llegar a Postdamer Pl. decido tomar aliento tras la espalda de yellow’s man (ha sido compañero al menos en media carrera), noto que las sensaciones mejoran, posiblemente haya cedido tiempo; A Amaya y Yoli aún las oigo algo con la bici, aunque ya nos las veo, porque el público empieza a ser más numeroso; sí que siento los ánimos de Marisa y Pepe, es la tercera vez que los veo y me gritan a mi paso, al principio no les identifico, pero se agradece enormemente el calor que transmiten. En el km 40, se hace un pequeño zig-zageo, veo un reloj, y hago un mal cálculo y estimo seré capaz de bajar mi marca personal, so pena, que mi ritmo ya es menor que la suma que realizo, aún así, no quiero conformarme y ya empiezo a restar metros sobre los 2km; mi espíritu de medio-fondista me insta a “apretar” levemente. Enfilamos una enorme recta solo dividida por la Puerta de Brandenburger, km42 miro de reojo el reloj y pienso que aún puedo, pero según me acerco al cronómetro oficial, recorriendo los metros finales, voy viendo como los dígitos se me escapan y no soy capaz de parar el tiempo por debajo de lo deseado.
He llegado, sabor agridulce, he terminado enteramente, y eso no es poco en una maratón, la incertidumbre forma parte de la esencia de la distancia y de la gracia del “reto”; sin embargo, son tan pocos los segundos que separan la guinda de la amargura de acariciar un objetivo y no poder hacerte con él, que no puedo decir que esté contenta, aunque sí satisfecha...