En la tercera planta del Instituto Chest de Montreal, en la Universidad McGill, Olga Kotelko estaba de pie delante de una cinta de correr en el centro de una sala llena de gente que había acudido únicamente por ella. Estaban allí para someterla a pruebas físicas, o extraerle sangre del lóbulo de la oreja, o simplemente para observarla y tomar notas.
Tanja Taivassalo, una experta en fisiología muscular de 40 años, ajustó el chaleco elástico de Kotelko. Estaba conectado a unos cables con electrodos para medir los cambios del rendimiento cardiaco (un indicador de la potencia de su corazón). Taivassalo conoció a Kotelko el año pasado en Lahti (Finlandia), en el campeonato de atletismo para mayores en pista al aire libre, que ponía el colofón a la temporada de competición para los atletas más mayores. Taivassalo había ido para ver a su padre competir. Pero le fue difícil no fijarse en una menuda y delicada canadiense de 91 años vestida de spandex que estaba batiendo un récord del mundo tras otro...