Lo suyo es correr por necesidad. En cada carrera popular le va la paga del mes. El sueldo que llevar a su casa de adopción. Cuando Akka Essaadaqui (Marruecos, 1980) llegó a O Porriño no lo hizo con la idea de ganarse la vida como atleta, pero después de cuatro años picoteando en diversos trabajos del naval y la construcción acabó en la cola del paro. Y no le quedó más remedio que echarse a la asfalto para ganarse la vida a base de premios menores en las populares de Galicia. Un mes bueno, 700 euros. Así iba tirando hasta que el domingo llegó a la Vig - Bay (el medio maratón que une Vigo y Baiona) y terminó tercero, pero lo descalificaron. El motivo, que su permiso de residencia caducó en agosto pasado, en teoría no tiene la documentación en regla y continúa en Galicia gracias a una prórroga. Otra consecuencia del paro. Sin contrato de trabajo no hay permiso.
Akka no llegó a O Porriño en un cayuco. Marroquí formado -habla tres idiomas- aterrizó en Vigo en busca de un futuro mejor porque en este lado del Atlántico vivían sus hermanos (con los que comparte casa en la parroquia porriñesa de Cerquido). «Comencé trabajando en el naval y en la construcción, también hice otros trabajos pero la crisis se tan dura que hace un año y tres meses me quedé en el paro». Le faltaban tres meses para cumplir los cinco años en España. El tiempo requerido para obtener un permiso de residencia indefinido.
Pero el dato, que ahora cobra especial relevancia, era entonces lo de menos. Essaadaqui se cansó de patear empresas en busca de un trabajo que nunca llegó y en uno de tantos paseos se topó de bruces con un cartel. Anunciaba la Interruning de O Porriño. Recordó entonces que en sus días de niño había practicado el atletismo y que quizás era una manera de ganarse la vida mientras no aparecía nada mejor. Casi de un modo fortuito entró en contacto con Pablo Lacaci, su entrenador y casi padre adoptivo. «No sé como pagarle todo lo que hace por mí», comenta del técnico vigués.
Y aunque en la carrera de O Porriño no pasó del trigésimo séptimo puesto -«la verdad es que venía en una condición física bastante lamentable. Hacía siete año o más que no hacía nada», recuerda el entrenador- enseguida comenzó a hacer caja. En poco más de un año lleva acumuladas 48 carreras, afrontando alguna incluso con una fisura. «He hecho varios podios últimamente. Un mes bueno puedo sacar 700 euros, pero después también hay alguno que no saco nada». Todo depende del número de carreras a disputar.
Para acercarse al podio, Akka ha mejorado de un modo notable. «Hay que saber sufrir cada día para mejorar», comenta el marroquí. A su técnico, que comenzó pasándole los entrenamientos en un papel y que ahora se ha convertido en su guardián, lo tiene prendado: «Es una persona profesional al 100% y agradecida, tiene unos principios enormes y es muy respetuoso. Llamarle disciplinado es poco. Es sincero, organizado, profesional, preocupado y una persona ejemplar».
La Vig-Bay se presentaba como el gran escaparate para demostrar que podía codearse con los mejores. También como una buena fuerte de ingresos. «Necesitaba ganar esa carrera, hasta me había comprado unas zapatillas nuevas», recordó ayer. No ganó, pero entró en la línea de meta tercero: 400 euros y el reconocimiento general.
Pero antes de subir al podio le llegó la noticia de la descalificación. En Pontevedra había tenido algún problema, pero al final cobró el dinero y se respetó su marca. Pero en Baiona una reclamación le acusó de no tener la documentación en regla, algo que tendrá que dirimir la federación al existir un recurso. «¿Porqué me dejaron competir y pagar la inscripción? No pueden quitarme el premio», apunta indignado.
Ayer se pasó buena parte del día agilizando los trámites de residencia con un abogado para demostrar que todo está en regla y hasta el propio Lacaci está dispuesto a convertirse en su patrón para darle un contrato de trabajo. Todo para que Akka pueda dedicarse a correr para sacar un sueldo digno a base sumar podios en las populares. Además, con papeles también competiría en pista. Más caja.