El ex atleta riojano Iluminado Corcuera se encuentra en estado muy grave en el Hospital Valdecilla de Santander. Está ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos. Allí lleva desde que el pasado 9 de marzo fuese atropellado por un coche en Avenida de la Paz, a la altura del número 64. Corcuera, que se dirigía a visitar a una de sus hijas, también destacada corredora, sufrió un fuerte golpe en la cabeza y ahora libra su carrera de fondo más importante. El nombre de Corcuera está ligado al mundo del atletismo riojano desde la década de los 50 y 60. Es uno de los mejores fondistas y su mayor logro es la medalla de bronce lograda en Nápoles, en 1963, en los Juegos del Mediterráneo. Fue durante ocho años 24 veces internacional, compitiendo en las pruebas de cinco y diez kilómetros.
Toda una vida dedicada al deporte y, en concreto, al atletismo. Comenzó a correr en 1950 y nunca ha colgado las zapatillas. Tras abandonar el profesionalismo, compitió como atleta veterano, además de encargarse de 'captar' a los nuevos profesionales. Ha sido entrenador de grandes atletas como Anacleto Jiménez, en la desaparecida Sociedad Deportiva Loyola, hoy integrada en el club de atletismo Beronia.
Profesor de gimnasia, entrenador, atleta... Entrega y dedicación hacia el futuro de la sociedad, que recuerda aún su severidad y rectitud en los entrenamientos o en las clases.
Iluminado Corcuera ha dirigido, además, varios clubes riojanos, como el Atlético Riojano, Medina, Sociedad Recreativa Cantabria, Loyola o Ribafrecha. En el plano de la docencia ha impartido clases a lo largo de cuarenta años en el claustro de Jesuitas y Escolapios.
En 2007, además, la ciudad de Logroño supo reconocerle su labor y le distinguió con la Insignia de San Bernabé. Aquel 10 de junio, cuando Julio Revuelta, anterior alcalde del Ayuntamiento logroñés, le impuso el distintivo, Corcuera, siempre humilde, aclaraba que es un hombre que habla muy poco. «Lo mío ha sido hablar con el aire, con la lluvia, con el frío y con el calor».
Para él, recibir ese galardón implicaba mucho. «Es algo más que un reconocimiento -decía cuando conoció que era uno de los distinguidos-, se refiere a mi forma de ser en la vida a través del deporte». Y así la entiende, no en vano en la San Silvestre de 2008, corrió junto a su nieta, con unos espléndidos 73 años recién cumplidos. No hay mejor ejemplo de la entrega de toda una vieja gloria del atletismo riojano.