La atleta belga Tia Hellebaut, que se retiró de la competición cuatro meses después de proclamarse campeona olímpica de salto de altura en Pekín, ha anunciado su regreso a las pistas en el día de su 32 cumpleaños.
Hellebaut abandonó la competición en la cumbre de su carrera deportiva, cuando se encontraba embarazada de tres meses de su hija Lotte, en diciembre de 2008.
Sin embargo, la deportista ha reconocido que volvió a entrenarse de forma continuada durante siete semanas, entre los pasados meses de diciembre y enero, en Sudáfrica. Una leyenda en su país
La antigua campeona de Europa de salto de altura es la tercera gran deportista belga que ha decidido reaparecer en los últimos meses, además de las tenistas Kim Clijsters (el pasado agosto) y Justine Henin (en diciembre).
Hellebaut fue la primera belga en superar los 2 metros en salto de altura y triunfó en 2008 en los Juegos Olímpicos de Pekín y en el pentatlón del Campeonato Mundial de Atletismo celebrado en Valencia.
Ganó a Vlasic en Pekín
En Pekín protagonizó una de las mayores sorpresas de los Juegos Olímpicos al derrotar a la gran favorita, la croata Blanka Vlasic, con un salto de 2,05 metros, la mejor marca de su vida.
La atleta belga se convirtió ese año en la "bestia negra" de Vlasic, ya que también fue la única que pudo derrotarla en una competición de la Golden League, lo que impidió a la croata compartir el premio de un millón de dólares con la keniana Pamela Jelimo.
Además de sus victorias en Pekín y Valencia, Hellebaut, fue campeona europea en salto de altura al aire libre en 2006 y en 2007 obtuvo el mismo título en pista cubierta.
La SGAE (Sociedad General de Autores) prohíbe, si no pagas, poner música en las peluquerías; prohíbe, si no pagas, representar obras de teatro benéficas y ahora quiere prohibir, si no pagas, leer libros de las Bibliotecas Públicas.
Se pretende obligar a las bibliotecas públicas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para 'resarcir' a los autores.
Mientras la gente de a pie apenas llega a fin de mes, los ya millonarios se forran a cuenta nuestra.
Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres de alumnos.
Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a Salgari y a Karl May.
Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para sentarlos.
Al principio las madres acogieron la idea con simpatía porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras, pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños, intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas quedaban prendadas.
Tiempo después me enteré de que la experiencia había dado sus frutos: Algunas lectoras eran mujeres que nunca habían leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven bibliotecaria les descubriera otros mundos. Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada. Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido, además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor del libro.
Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de pago. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a los autores del desgaste del préstamo.
Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga una suma es porque:
a) obtiene algo a cambio…
b) es objeto de una sanción.
Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar libros y fomentar la lectura?
Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la operación? ¿Acaso dejaron de cobrar por el libro? ¿Se les leerá menos por ser lecturas prestadas? ¿Venderán menos o les servirá de publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus productos?
Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura? ¿Europa prefiere autores más ricos pero menos leídos? No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la difusión de mi obra.
Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
Para los europeos de la postguerra el nombre de Zátopek era sinónimo de una resistencia sobrehumana a la fatiga. Y es que, por sus proezas deportivas y sus marcas, pero también por su humildad y carisma, este checo logró -pese a pertenecer al bloque comunista en plena Guerra Fría- una popularidad pocas veces igualada por un atleta. Tres medallas de oro (dos en Buselas 54 y una en Berna 54) y una amplia lista de récords mundiales entre 1949 y 1955, hacen del atleta checo uno de los grandes atletas europeos y mundiales de toda la historia.
El Palacio de los Deportes de Zaragoza fue escenario de la II Copa de Clubes Cadete, celebrada el sábado 13 de febrero. En hombres, el Playas de Castellón renovó título y en mujeres, fue a parar a manos del ISS L'Hospitalet.
II COPA DE CLUBES CADETE EN PISTA CUBIERTA
Zaragoza, 13 febrero 2010
Un total de 18 atletas españoles ya han conseguido la mínima necesaria para poder ser seleccionado para el Mundial en Pista Cubierta, que se disputará en Doha del 12 al 14 de marzo, según informó la Federación Española de Atletismo.
Así, donde hay más mínimas es en la prueba de 1.500 masculina donde hasta diez deportistas la han conseguido, con liderazgo de Diego Ruiz, que este pasado fin de semana en Valencia hizo 3:37.86.
El burgalés también tiene la mínima en los 3.000, donde destaca Sergio Sánchez, que logró el récord de Europa de la distancia en el Luis Puig (7:32.41). Jesús España, que la posee igualmente en el 1.500, y Arturo Casado completan la nómina en esta disciplina.
Por su parte, en los 800 metros masculinos han logrado la marca necesaria Luis Alberto Marco, el mejor del año (1:47.13) y que también la tiene en 1.500, David Bustos y Antonio Reina.
En la categoría femenina, sólo hay cinco atletas con la mínima necesaria. Digna Luz Murillo, en los 60 metros (7.32), Élian Pérez, en los 800 (2:03.52), Natalia Rodríguez (4:06.35) y Eva Arias (4:14.65), en los 1.500, y Ruth Beitia, en el salto del altura (1,98).