Roger Federer
J. J. MATEO - Nueva York"Braveheart!". Miraba la grada el encuentro y se filtraba el grito guerrero desde los palcos: "¡Corazón valiente!". Se le escapaba la final, la vida y el orgullo a Andy Murray, el británico ardiente. Sacaba Roger Federer por el partido y Murray se resistía. "Braveheart!", le decían mientras rompía el saque del suizo y luego salvaba un punto decisivo. "Braveheart!", le insistían, como si el escocés llevara falda y fuera el mismísimo William Wallace, el Braveheart de la película, solitario rebelde ante un imposible desafío. "Braveheart!", resonaron los gritos hasta que Federer, imperial, recuperado y reivindicativo, sometió a Murray, conquistó Nueva York y se llevó su quinto título seguido del Abierto de Estados Unidos (6-2, 7-5 y 6-2).
A FONDO
- Nacimiento:
- 08-08-1981
- Lugar:
- (Basel)
"He tenido algunos torneos
grandes muy duros este año. Así que llevarme éste a casa significa el mundo entero para mí", resumió Federer, el primer tenista capaz de ganar dos torneos del Grand Slam cinco veces consecutivas (Wimbledon y el Open norteamericano). "Hay una cosa segura: no me voy a parar en los 13 títulos
grandes", advirtió.
Fue demasiado Federer para Murray. Puesto ante el partido decisivo y arrullado por el rockabilly ochentero de los Stray Cats, el suizo se encontró en terreno conocido. Pocos tenistas han transitado tantas veces como él por el camino que separa la historia de las noticias perecederas. Pocos jugadores han andado tantas veces como él por las pistas centrales en el día decisivo, cuando la Copa, la gloria y el cheque están en juego. Sólo uno, el estadounidense Pete Pistol Sampras, ganador de 14 grandes, ha triunfado más veces que Federer en finales de torneos del Grand Slam.
Desde ayer, Federer está a un solo paso del pistolero. Ya son 13 títulos grandes. Cinco años seguidos conquistando al menos un templo del tenis. Y una vida por delante para confirmar que está tallando en la más prestigiosa de las piedras una carrera a la altura de su leyenda imperecedera.
Sopló el viento en Nueva York esparciendo por la ciudad lo que quedaba en los pulmones de Hanna. La tormenta tropical obligó a jugar la final en lunes, con el sol repartiéndose con la oscuridad la pista y el frío instalándose en la ciudad que nunca duerme. No hubo lleno. Hubo un tenista, Murray, en un estado de forma excepcional, con piernas imponentes, brazos acerados y gorra de todo a 100. Resistió con orgullo. Zarandeado en la última manga, tuvo agallas para resistir la primera carga del campeón por el partido: Federer sacó para coronarse y recibió un sopapo en forma de ruptura.
Federer, sin embargo, no se dejó enredar en la red de Murray. El británico tiene un tablero de ajedrez en la cabeza. Se siente el rey y ve peones en sus rivales. Mezcla malas pulgas y mucho arte. Su combinación de alturas y distancias no impresionó al suizo. Federer ya ha visto de todo. El campeón, de 27 años, zozobró cuando ya mandaba por 2-0 en la segunda manga. Murray le rompió el saque. En su siguiente servicio, con dos juegos iguales, debió afrontar un 0-40. Puede que el tenis agradezca durante mucho tiempo esa situación de extrema tensión. Adiós al funcionario. Bienvenido sea de nuevo el campeón. La temporada de relativa crisis de Federer, saldada por ahora con tres finales grandes, un título en un torneo de Grand Slam y un oro olímpico en dobles, se explica desde la molicie. El suizo lleva un año pegado a la línea de fondo. Ayer, azuzado por Murray, conquistó el segundo set en la red y recordó al tenista imperial, único y genial que mezcla como nadie seda y dinamita. Federer vuelve a ser Federer. Falta la prueba de Rafael Nadal, el número uno. Hasta entonces, Nueva York deja un aviso: el rey ha vuelto.
Fuente: el pais.com
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