Estar más no significa trabajar más
La nueva generación reclama empleos que le dejen espacio para su vida personal, pero chocan con la antigua idea de dedicación absoluta - Algunas empresas ya empiezan a revisar sus esquemas.
Un empleado delante del ordenador acaba de terminar su trabajo, pero mira a su alrededor, receloso, y ve que ninguno de sus compañeros se mueve del asiento a pesar de que ya se va haciendo tarde. Ya no va a trabajar más, pero él tampoco se mueve, no vaya a ser que crean que se está escaqueando. La creencia de que cuantas más horas esté un trabajador pegado a la silla demuestra mayor esfuerzo, implicación y rendimiento, choca con las cifras de España. Es uno de los países europeos en el que más horas se echan en el tajo -unas 200 horas más al año que franceses, daneses o alemanes-, y aun así sigue estando a la cola de la productividad.
"Las empresas necesitan atraer y retener el talento", asegura una experta
Iberdrola ha establecido jornada continua de mañana todo el año
La comida de negocios es enemiga de la conciliación, dicen los expertos
Entre el 5% y el 10% de empleados de la ciudad de Telefónica 'teletrabajan'
En España se valora socialmente el estar siempre ocupado trabajando
El absentista mental no necesita moverse de la mesa para escaquearse
Hoy se celebra el Día del Trabajo, bajo el lema La igualdad, el salario digno y la inversión productiva, en un contexto en que las formas más variadas de organizar el tiempo laboral (de la flexibilidad a las jornadas continuas sólo de mañana o al teletrabajo), chocan con las viejas concepciones. Sobre todo, contra esa cultura presencial tan arraigada en España, de horarios interminables bajo la atenta mirada del jefe fiscalizador.
"Evite y combata, dentro de lo posible, el presentismo. La competitividad hace que se necesite trabajar mejor. Las empresas cada vez evalúan más a sus empleados de acuerdo con sus resultados. Pasar 12 horas al día en la oficina no nos ayudará a ser más valorados ni a ser más productivos ni más eficaces". Éste es uno de los puntos del decálogo que la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios en España ha repartido con motivo del Día del Trabajo. Pero la realidad es que en muchos empleos -tal vez la mayoría de ellos-, pasar 12 horas en la oficina sí ayuda a ser más valorado. "Lamentablemente es así, pero cada día es más real el cambio", responde Ignacio Buqueras, presidente de la comisión.
Las bajísimas cifras de productividad españolas han obligado a las empresas a replantearse su organización del trabajo y, además, las nuevas generaciones llegan exigiendo un empleo que les deje espacio para su vida personal, asegura Nekane Rodríguez, directora comercial y de marketing de la consultora especializada en recursos humanos Creade. En la sociedad del conocimiento, continúa, se hace cada vez más necesario atraer y retener el talento, "que no es otra cosa que la suma de capacidad y compromiso".
Pero la situación actual es otra. Un escaso 7% de empresas españolas ofrecen horarios flexibles y por objetivos, según el estudio del IESE sobre empresas familiarmente responsables. Y a la cultura presentista se suman unos arraigados valores que se traducen muchas veces en lo que la profesora de la Universidad de Sevilla Mercedes Sánchez-Apellániz denominó, en un estudio de 2004, empresas con cultura "del trabajo obsesivo": "En ellas, trabajar muchas horas es señal de dedicación y, por tanto, de promoción profesional. Irse del trabajo a la hora normal de salida se interpreta como falta de motivación".
Sin embargo, Ignacio Buqueras es optimista, no sólo por la presión creciente de los empleados que reclaman soluciones de conciliación, sino por el número de empresas que empiezan a responder. Habla, por ejemplo, de Iberdrola, que ha recibido el certificado de empresa familiarmente responsable que da la Fundación + Familia y está apoyado por el Ministerio de Trabajo.
Desde el pasado mes de noviembre, esta empresa ha establecido la jornada continua por la mañana durante todo el año para cerca de 7.000 trabajadores. Se empieza entre 7.30 y 7.55 y se sale entre 15.05 y 15.30. A cambio, los empleados trabajan 10 minutos más al día, unas 40 horas más al año. En estos seis meses, el absentismo laboral ya se ha reducido un 25%, asegura Álvaro Murga, director de Relaciones Laborales de Iberdrola. "La gente está mucho más motivada y rinde mucho más".
La jornada se corta a las 15.30, pero Murga matiza que cuando hay más trabajo la gente se queda hasta la hora que haga falta (en la Fundación ONCE incluso cortan la electricidad cuando cae la tarde para que nadie se pueda quedar más tiempo). La pregunta es: ¿Este nuevo horario ha hecho que en Iberdrola se acabe con los recelos de ese trabajador con el que empieza este texto y con la tentación de alargar la jornada para hacer méritos? "Al empleado no se le valora por el tiempo que pase aquí y ellos lo saben", contesta Murga. Cada uno tiene unos objetivos y una evaluación a los que van ligados unos complementos y, desde el último convenio, también la subida del salario fijo.
Las cosas están cambiando, dice Murga, y en los próximos tiempos lo harán más a través del teletrabajo. Carmen Ruiz (43 años) es gerente en la consultora PriceWaterhouseCoopers y, desde hace año y medio, trabaja hasta un tercio de su horario desde casa, como otros 99 compañeros de su empresa. Está en la oficina hasta las 16.30-17.00, recoge a sus hijos del colegio y a media tarde lo retoma en casa. Ésta es la solución que ella ha tomado, pero alguno de sus compañeros, cuenta, han elegido un día a la semana para trabajar desde casa. Carmen Ruiz necesita dedicarle más tiempo a uno de sus dos hijos, y está encantada con esta solución: "He dejado de llevar ese pulso diario entre la vida profesional y la laboral. Ahora estoy más contenta en el trabajo, lo llevo mejor, y también las tareas en casa".
Es cierto que las experiencias se multiplican -MRW es otro ejemplo de fomento del teletrabajo-, pero esta modalidad apenas tiene incidencia en España. Se mida como se mida, todas las encuestas le dejan a la cola. Un estudio de la Comisión Europea decía que en 2003 el teletrabajo (según una definición bastante abierta) representaba en España el 4%, frente al 13% de la media de la UE y al 18% de Suecia. Y una encuesta del portal Monster.com decía que en 2004 en España era de 0,6% frente al 5% de media europea.
Es cierto que el teletrabajo no es posible en todas las ocupaciones, como recuerda una de sus beneficiarias, Carmen Ruiz, y que está muy vinculado, sobre todo, a los empleados de más alta cualificación. Pero, ¿acaso son tan pocas esas ocupaciones como las que reflejan las cifras? ¿O es que existe el miedo de que el empleado no trabaje si no está controlado en la oficina?
Un reciente estudio del profesor de la escuela de negocios británica Durham Business School Tom Redman asegura que el teletrabajo no reduce el compromiso de los empleados (el 69% de los teletrabajadores respondieron que hacen suyos los problemas de la empresa, el mismo porcentaje de los oficinistas) y, sin embargo, sí reduce el estrés (un 43% frente a un 69%).
En la modalidad de teletrabajo desarrollan su labor entre un 5% y un 10% de los 11.000 trabajadores del enorme complejo de Telefónica en Madrid. Pero José Luis Escobar, director de Patrimonio de la empresa, apuesta más bien por el trabajo de movilidad, al que están adscritos en torno al 20% de esos 11.000 empleados, aunque, una vez más, no está abierta a todos los trabajadores.
Con un ordenador portátil que se pueda conectar a la Red desde cualquier sitio, estos trabajadores se mueven, sin un escritorio fijo, entre edificios de la compañía o despachos de clientes, y visitan de cuando en cuando unas mesas que suelen estar vacías en su oficina. Escobar explica que esta medida, si bien hace que los empleados ganen tiempo -"creo que les hace la vida más fácil"-, se tomó por necesidad. Y admite que requiere nuevas formas de valorar la dedicación de los empleados, por objetivos. "Pero esto ya empezó a cambiar en los noventa", asegura.
Nekane Rodríguez, de la consultora Creade, dice, sin embargo, que aún hay mucho camino por recorrer para cambiar esa mentalidad empresarial y romper con esa cultura que consiste en dedicar la mayor parte del día a la oficina, aunque en realidad no se esté trabajando. En las compañías, explica, coexisten varias generaciones, las más jóvenes, que quieren conciliar, con las mayores, que fueron educadas en la idea de que lo más importante es el trabajo, y con otras intermedias en las que esa concepción se fue diluyendo. "En ese contexto, los cambios son muy difíciles, sobre todo si hay empresas a las que les ha ido muy bien con los viejos sistemas", señala Rodríguez. "Hay que recordar que los cambios culturales son muy lentos".
Porque en el fondo de esa cultura empresarial subyace de nuevo el problema de los horarios españoles, tan distintos de los del resto de Europa. "En España nunca se ha trabajado de 9.00 a 17.00, sino más bien hasta las 20.00 o las 21.00", recuerda Vicent Borràs, investigador del Centro de Estudios Sociológicos sobre la vida cotidiana y el trabajo de la Universidad Autónoma de Barcelona. "Los horarios de todos los servicios se extienden a todo el día, y esto lo pagan, haciendo los peores turnos, las clases más pobres. En cuanto a las clases medias, lo que ocurre es que se tiene una franja laboral muy ancha, aunque en realidad son horas vacías porque hay muchas rupturas".
El tema de las comidas en España también ha sido ampliamente tratado, no sólo por la hora, más tardía que en el resto de Europa, sino por lo que se prolongan. "El jefe es un poco la cultura de la empresa, y en España están muy arraigadas las comidas de negocios", añade. Borràs pone un ejemplo que ha encontrado recurrentemente durante las entrevistas que ha hecho en sus investigaciones. Un abogado, por ejemplo, ha terminado su trabajo a las cinco de la tarde, justo a la hora a la que el jefe vuelve de comer con todas las ideas que quiere que sus empleados desarrollen esa misma tarde. Y vuelta a empezar.
Pero toda la culpa no la va a tener el jefe. "La gente no quiere tener tiempo libre. Es una cultura del estoy siempre trabajando, estoy siempre ocupado, que además está muy valorada socialmente. Una cultura muy masculina que sólo se empezó a romper con la incorporación masiva de las mujeres de clase media al mercado laboral", añade Borràs.
Una viñeta de Forges publicada en este periódico hace dos años, que decora la pared de más de una oficina, resume perfectamente muchos usos y costumbres españoles. En ella, un oficinista, repanchingado en la silla, le dice a otro: "¡Ahummm...! Las nueve..., me voy a casa: seguro que los niños ya están bañados". Y el otro, en la misma postura, con los pies sobre la mesa, contesta: "Yo me quedo hasta las diez, no me vaya a tocar sacar al perro".
Hay muchas formas de estar en el trabajo, aunque se esté con el trasero pegado a la silla. Además del absentismo laboral, Nekane Rodríguez habla de absentismo presencial, que consiste en dedicarse en horas de trabajo a actividades ajenas a él, como mirar el próximo destino de vacaciones o ver el fútbol -¿cuánto bajará la productividad del trabajo durante un partido?-, o el emocional, es decir, la falta de compromiso con la empresa.
Sin cifras concretas sobre esos otros tipos de absentismo, pero admitiendo su existencia, ese comportamiento parece la explicación más lógica a las cifras de las largas jornadas españolas asociadas a una baja productividad. Entonces, las respuestas del jefe pueden ser controlar y fiscalizar de cerca el trabajo del empleado a la vieja usanza, o controlar si el empleado cumple con sus objetivos, intentando asimismo implicar más al trabajador con la empresa a través de las medidas de conciliación y la calidad de los jefes, sostiene Nekane Rodríguez.
Se ha avanzado mucho, insiste, y cree, como Ignacio Buqueras, que el proceso de cambio es ya imparable. "A no ser que lo estropee la crisis", matiza Rodríguez. "En tiempos de crisis, como la que se avecina, parece que cuantas más horas se echen -muchas veces se reducen las plantillas- mejor se va a salir adelante, cuando la verdad es que lo que hay que hacer es seguir invirtiendo en talento".
Decálogo racional
- La Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles ha hecho el siguiente decálogo de propuestas con motivo del Día del Trabajo.- 1. Separe lo personal de lo laboral. Intente seguir la regla de ocho horas de trabajo, ocho de descanso y ocho de tiempo libre.- 2. Priorice. No todas las tareas pendientes son urgentes; unas son más apremiantes que otras. Organice su tiempo en función de éstas y no devalúe el sentido de la palabra "urgente".- 3. Aprenda a decir "no". Le ayudará a gestionar adecuadamente el tiempo y a evitar tareas que no le corresponden.- 4. Planifíquese. La planificación es la piedra angular de la gestión del tiempo. Algo tan simple como escribir un listado de tareas es muy útil.- 5. Sea respetuoso con el tiempo. Si se ha comprometido a no extenderse más allá de un tiempo en la realización de una tarea, sea escrupuloso con su cumplimiento, y exija a los demás que lo sean también.- 6. Sea puntual. Si respeta los horarios de sus citas o de comienzo de jornada estará más legitimado para salir puntualmente a su hora.- 7. Evite y combata el presentismo. Las empresas cada vez evalúan más a sus trabajadores de acuerdo a sus resultados. Pasar 12 horas al día en la oficina no nos ayudará a ser más valorados en el trabajo ni a ser más productivos ni más eficaces.- 8. Convoque reuniones sólo cuando sea necesario. A menudo se pueden sustituir por una simple conversación telefónica.- 9. Organice sus reuniones para que no se extiendan. Hay que fijar no sólo hora de inicio, sino también de finalización. Previamente, mande a los participantes un orden del día con los puntos a tratar, y encauce el tema de la reunión si se desvía.10. Sustituya las comidas de trabajo por desayunos. Igual de efectivos para la toma de decisiones, pero mucho más breves.
(publicado en el pais.com)
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