Uno de los más grandes intérpretes del violonchelo. |
El asturiano Enrique Correa Balbín, uno de los grandes violonchelistas del siglo XX, nació en Gijón el 25 de octubre de 1918 y falleció el 2 de marzo de 2004 en su residencia de Madrid, adonde ya de joven, tras destacar pronto en los estudios musicales, se había trasladado para perfeccionarlos.
En el Conservatorio de la capital de España fue alumno de Juan Ruiz Casaux –quien, a su vez, había sido formado por Víctor Mirecki–, obteniendo bajo su docencia valiosos premios de violonchelo y música de cámara. Con Conrado del Campo estudió composición y armonía, enseñanzas que perfeccionó en Siena y París, en donde asistió a varios cursos con el maestro Gaspar Cassadó.
Gracias a su virtuosismo consiguió la beca «Conde de Cartagena» que le permitió residir un año en Nueva York.
Sus primeros triunfos los logró en cuartetos y quintetos. Luego fue concertino de la Orquesta Nacional y en la Sinfónica de Radio Televisión Española. A pesar de su trabajo en Madrid, su presencia en Asturias era frecuente, nunca perdió su vínculo con ella.
Durante su carrera, este músico vocacional, que gozó de un gran reconocimiento, ofreció numerosos conciertos tanto en España como fuera de ella. Tuvo también la oportunidad de tocar el Stradivarius del madrileño Palacio Real durante una estancia en España del emperador de Etiopía.
Enrique Correa Balbín, casado con la pintora Amalia Liró Berro, con la que tuvo cuatro hijos, fue un amante de la cultura y la música francesas, dejándose ver esa querencia en sus versiones de Fauré y Saint-Saëns, que son muy valoradas.
Dejó numerosos discípulos, entre ellos su propio hijo Luis Miguel, además de Ángel Luis Quintana y Alejandro Marías.
«Correa fue un señor en el sentido más preciso del término. Y no en menor medida un artista de humildad fallesca, un espíritu ejemplificador del antidivo»