Marilyn Monroe
En la madrugada del 4 al 5 de agosto de 1962, el doctor Ralph Greenson llamaba a la comisaría del Oeste de Los Ángeles para comunicar el fallecimiento de Marilyn Monroe: "Ha muerto de una sobredosis", fue su mensaje. Los primeros informes hablaron de un posible suicidio. "Las cosas siempre empiezan por el final", señala la narradora de Últimas sesiones con Marilyn Monroe, documental que Canal + (Digital +) estrena esta noche (23.30). Por eso, esta producción, dirigida por Patrick Jeudy (Jackie Kennedy, Bob Kennedy, Nixon), arranca con los momentos previos a la muerte de una actriz deslumbrante y seductora a través de las cintas que había grabado para Greenson, su último terapeuta, como una extensión de sus consultas. Durante dos años y medio, desde enero de 1960 hasta el 4 de agosto de 1962, Marilyn y Greenson formaron una extraña pareja: la diosa del sexo de Hollywood y el estricto psicoanalista freudiano. Ella le había pedido ayuda para levantarse aquella mañana. Él fue la última persona que la vio con vida.
El documental, una adaptación de un libro de Michel Schneider, no es una biografía. Tan sólo pretende retratar diferentes verdades y deja abiertos todo tipo de interrogantes. Refleja sobre todo la vida de "una mujer agonizando por dentro, sin nada que pudiera redimirla de su melancolía", apunta la misma voz en off. "Es la historia de una mujer desnuda bajo una sábana blanca y cristales rotos a media luz", añade.
A lo largo de 90 minutos, se intercalan imágenes de una Marilyn resplandeciente en bañador o saludando a miles de fans, con primeros planos de sus manos nerviosas durante una de sus sesiones con Greenson. El filme desvela desde su relación con su analista y su fascinación por cineastas como George Cukor o John Huston hasta su simpatía por escritores como Truman Capote o Arthur Miller, su tercer marido, e incluso su atracción por políticos como John F. Kennedy.
El trabajo se completa con documentos privados, cartas y fotografías, y descubre que detrás del sex symbol se escondían otras Marilyn. No era ni rubia ni tonta, y leía y viajaba con tantos libros en la maleta como barbitúricos.
Fuente: el pais.com
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