Foto: Evelio
El mes de octubre estaba bastante avanzado. La mañana que tenía que hacer el examen, para intentar ingresar en C. A. S. A., de Auxiliar Administrativo, me desperté muy temprano, al reflejo de las primeras luces y por las ranuras de la contraventana de hierro veía las ramas de los árboles al fondo del patio.
Allí, ocultos, estaban aquella madrugada, unos pájaros invisibles que repetían varias veces, con exactitud y con radiante felicidad unos trinos deliciosos.
Recuerdo que fui andando por el paseo que va desde la Base Aérea hasta la Estación.
En la portería de la fábrica me reuní con un grupo de chicos de aproximadamente mi edad.
La espera no se prolongó excesivamente. No eran todavía las diez, cuando un señor muy serio, con bigote, con pinta de militar, nos fue preguntando nuestros nombres. Una vez que comprobó que estábamos todos, nos dijo que le siguiéramos hasta la Escuela de Aprendices, que era donde se iba a realizar el examen. Más tarde me contaron que este hombre se llamaba Obra de Haro.
Entramos en silencio y nos sentamos en las mesas que estaban preparadas.
El señor Morales, Jefe de Personal, que fue el encargado de hacernos el examen, ya estaba allí. Caminaba de pared a pared con paso tenaz, inquieto, con las manos en la espalda, la cabeza hacía delante, inmerso en sus pensamientos, sin molestarse en mirarnos ni hacer el más mínimo gesto que indicase que se había percatado de nuestra presencia.
Una vez que terminamos nos entregaron, en Caja, un sobre de papel con unas pocas pesetas, no recuerdo cuantas, como compensación o pago de las horas que habíamos pasado en la Factoría. Nos dijeron que el que hubiera aprobado le llamarían a su casa.
Cuando salimos del examen algunos nos quedamos a tomar una cerveza, solamente una, en Casa Juan, que era un bar muy conocido y centro de reunión de los trabajadores de la zona. Hoy es un caserón en ruinas.
Mi intención era pagar mi botellín, pero he aquí que uno de mis compañeros, Bejarano, con un gesto que me pareció esplendido, se adelantó y pagó toda la ronda.
Juan Antonio Bejarano Peña entró a trabajar en la Sección de Mano de Obra, con Eduardo Sánchez Navas (El Cicuta).
El regreso hasta nuestros domicilios, a Getafe, lo hicimos andando, hablando del examen y valorando las posibilidades que teníamos de aprobar.
La realidad de aquel día está tan cercana aún, tan rica en mis recuerdos…
El 24/01/1966 empecé a trabajar en C. A. S. A.
Bajé a la Fábrica andando, como el día del examen. Yo vivía con mis padres en una casa alquilada en la calle San Martín de la Vega.
Entré en el Departamento de Contabilidad, siendo mi primer jefe Vicente Vegas Martín.
Recuerdo todavía, como si fuera ayer, los nombres de algunos de mis compañeros: Vicente Abril, Francisco Montero, Enrique Arroyo, Telesforo Cortés, Antonio Obra, Esteban Sanz, Salvador Martín, Leoncio García Yllana, Venancio Ovejero, Leopoldo Rodríguez, Adalberto Arroyo…
Algunas de las vivencias más importantes que tuve aquel día me resultaron muy enriquecedoras; si bien es cierto que con el paso del tiempo y después de más de cuarenta años, han quedado difuminadas en mi memoria...