Tuvo unas barbas
húmedas, marinas,
y pálida y desnuda
era la frente.
Adorador del fuego
del poniente
entre las piedras de
las propias ruinas...
Viajero en alas de
las golondrinas
se desnudó a la luz
resplandeciente.
Desnudo -nuevamente
adolescente-
con el dolor jugó a
las cuatro esquinas.
La carne está en su
ocaso. Queda el gesto.
Es la luz su mejor
libro de texto
y reza, rosa a rosa,
su rosario.
Ama las horas porque
borran huellas
en la serenidad, y en
las estrellas
estudia su futuro
itinerario.
Viene, se sienta
entre nosotros,
y nadie sabe quién
será,
ni por qué cuando
dice nubes
nos llenamos de
eternidad.
Nos habla con
palabras graves
y se desprenden al
hablar
de su cabeza secas
hojas
que en el viento
vienen y van.
Jugamos con su barba
fría.
Nos deja frutos.
Torna a andar
con pasos lentos y
seguros
como si no tuviera
edad.
Él se despide.
¡Adiós! Nosotros
sentimos ganas de
llorar.
#Foto de Blas García Marín
Tú que hueles la flor
de la bella palabra
acaso no comprendas
las mías sin aroma.
Tú que buscas el agua
que corre transparente
no has de beber mis
aguas rojas.
Tú que sigues el
vuelo de la belleza, acaso
nunca jamás pensaste
cómo la muerte ronda
ni cómo vida y muerte
-agua y fuego- hermanadas
van socavando nuestra
roca.
Perfección de la vida
que nos talla y dispone
para la perfección de
la muerte remota.
Y lo demás, palabras,
palabras y palabras,
¡ay, palabras
maravillosas!
Tú que bebes el vino
en la copa de plata
no sabes el camino de
la fuente que brota
en la piedra. No
sacias tu sed en su agua pura
con tus dos manos
como copa.
Lo has olvidado todo
porque lo sabes todo.
Te crees dueño, no
hermano menor de cuanto nombras.
Y olvidas las raíces
(«Mi Obra»,dices),olvidas
que vida y muerte son
tu obra.
No has venido a la
tierra a poner dique y orden
en el maravilloso
desorden de las cosas.
Has venido a
nombrarlas, a comulgar con ellas
sin alzar vallas a su
gloria.
Nada te pertenece.
Todo es afluente, arroyo.
Sus aguas en tu cauce
temporal desembocan.
Y hechos un solo río
os vertéis en el mar,
«que es el morir»,
dicen las coplas.
No has venido a poner
orden, dique. Has venido
a hacer moler la
muela con tu agua transitoria.
Tu fin no esta en ti
mismo («Mi Obra», dices), olvidas
que vida y muerte son
tu obra.
Y que el cantar que
hoy cantas será apagado un día
por la música de
otras olas.
#Foto de Blas García Marín
Tal vez porque
cantamos embriagados la vida
crees que fue con
nosotros lo que tú llamas buena.
Puedes aproximarte,
puedes tocar la herida
de amargura y de
sangre hasta los bordes llena.
Ganamos la alegría
bajo un cielo sombrío
mientras el
desaliento nos prendía en sus redes.
Hemos tenido sueño,
hemos tenido frío,
hemos estado solos
entre cuatro paredes.
Vivimos... Llena el
alma la hermosura más plena.
En países de nieblas
también nacen las flores.
Después de la
amargura y después de la pena
es cuando da la vida
sus más bellos colores.
#Foto de Blas García Marín
Subía entonces a tu
Casa
la Juventud.
Labios de frutas,
semillas de cánticos,
pétalos
de luz, magnolias de
hermosura.
Lo que no hablaban
las palabras
lo decía su sola
música.
Para qué cantas. Para
qué
cantar. (Entonces, a
la altura
de tu frente,
trepaban yedras
de juventud.) Para
qué apuras
el vino. Déjalo que
duerma
ensombreciéndose en
las uvas.
Cielo poniente, del
color
de los panales; frías
plumas
de alba. Columnas
donde apoya
el mediodía azul su
cúpula.
Para qué cantas. Para
qué
te entusiasmas. Para
qué apuras
el vino. Todo cuanto
es tuyo,
no es tuyo. Todo lo
que endulza,
amarga. Todo cuanto
aroma,
hiede. Es el día
noche oscura.
Te ciñes flores: son
las mismas
flores que llevas a
tu tumba.
Subía entonces a tu
Casa
la Juventud. (Para
qué apuras
el vino.) Y abrías
tus ríos,
tu paisaje arrastraba
espumas
ilusorias, pétalos de
oro
del estío, la boca
púrpura
del poniente, el
óxido pálido
del mar, los nidos
que la lluvia
habita...
Dime, por lo menos:
«lo sé, lo sé: bajo
la luna
sólo hay respuestas;
más allá
de la luna, sólo hay
preguntas».
Di, por lo menos: «sé
que vivo
caminando y cantando
a oscuras,
que lloraré de
pesadumbre,
no de sorpresa...».
Hasta la altura
de tu frente, suben
las yedras
su vegetal carne
desnuda.
Cantaba entonces en
tu Casa
la Juventud (para qué
apuras
el vino ...),
entraban por las puertas
luminosas, las
criaturas
del paraíso del
instante,
las enigmáticas
volutas
del azul, las bocas
candentes
del trigo, el germen
de la música:
lo eternamente
jubiloso
sobre la tierra o las
espumas.
Lo que trenzaba tallo
a tallo
de risa, su noche
futura.
#Foto de Blas García Marín
Si muero, que me
pongan desnudo,
desnudo junto al mar.
Serán las aguas
grises mi escudo
y no habrá que
luchar.
Si muero, que me
dejen a solas.
La mar es mi jardín.
No puede, quien amaba
las olas,
desear otro fin.
Oiré la melodía del
viento,
la misteriosa voz.
Será por fin vencido
el momento
que siega como hoz.
Que siega
pesadumbres. Y cuando
la noche empiece a
arder,
soñando, sollozando,
cantando,
yo volveré a nacer.
#Foto de Blas García Marín
Racimos de amargas
verdades
nos hieren los
cuerpos desnudos.
Pero aún llamea en
nuestros ojos
el cielo azul.
Vendrán los días y
las noches
a ceñirnos coronas
negras.
Pero llevamos en el
alma
la juventud.
Podrán las cosas
diluirse
y retornar a su
silencio;
irán sintiendo poco a
poco
su luz caer.
Pero aún veremos cada
día
como una verdad
dolorosa
en estas amargas
verdades
la vida arder.
#Foto de Blas García Marín
Quisiera que tú me
entendieras a mí sin palabras.
Sin palabras
hablarte, lo mismo que se habla mi gente.
Que tú me entendieras
a mí sin palabras
como entiendo yo al
mar o a la brisa enredada
en el álamo verde.
Me preguntas, amigo,
y no sé qué respuesta he de darte.
Hace ya mucho tiempo
aprendí hondas razones que tú
no comprendes.
Revelarlas quisiera,
poniendo en mis ojos el sol invisible,
la pasión con que
dora la tierra sus frutos calientes.
Me preguntas, amigo,
y no sé qué respuesta he de darte.
Siento arder una loca
alegría en la luz que me envuelve.
Yo quisiera que tú la
sintieras también inundándote el alma,
yo quisiera que a ti,
en lo más hondo, también te quemase y
te hiriese.
Criatura también de
alegría quisiera que fueras,
criatura que llega
por fin a vencer la tristeza y la muerte.
Si ahora yo te dijera
que había que andar por ciudades perdidas
y llorar en sus
calles oscuras sintiéndose débil,
y cantar bajo un
árbol de estío tus sueños oscuros,
y sentirte hecho de
aire y de nube y de yerba muy verde...
Si ahora yo te dijera
que es tu vida esa
roca en que rompe la ola,
la flor misma que
vibra y se llena de azul bajo el claro nordeste,
aquel hombre que va
por el campo nocturno llevando una antorcha,
aquel niño que azota
la mar con su mano inocente...
Si yo te dijera estas
cosas, amigo,
¿qué fuego pondría en
mi boca, qué hierro candente,
qué olores, colores,
sabores, contactos, sonidos?
Y ¿cómo saber si me
entiendes?
¿Cómo entrar en tu
alma rompiendo sus hielos?
¿Cómo hacerte sentir
para siempre vencida la muerte?
¿Cómo ahondar en tu
invierno, llevar a tu noche la luna,
poner en tu oscura
tristeza la lumbre celeste?
Sin palabras, amigo;
tenía que ser sin palabras
como tú me
entendieses.
Por más que intente
al despedirme
llevar tu imagen,
mar, conmigo;
por más que quiera
traspasarte,
fijarte, exacto, en
mis sentidos;
por más que busque
tus cadenas
para negarme a mi
destino,
yo sé que pronto
estará rota
tu malla gris de
tenues hilos.
Nunca jamás volveré a
verte
con estos ojos que
hoy te miro.
#Foto de Blas García Marín
Por más que intente
al despedirme
guardarte entero en
mi recinto
de soledad, por más
que quiera
beber tus ojos
infinitos,
tus largas tardes
plateadas,
tu vago gesto, gris y
frío,
sé que al volver a
tus orillas
nos sentiremos muy
distintos.
Nunca jamás volverá a
verte
con estos ojos que
hoy te miro.
Este perfume de
manzanas
¿de dónde viene? ¡Oh
sueño mío,
mar mío! ¡Fúndeme,
despójame
de mi carne, de mi
vestido
mortal! ¡Olvídame en
la arena,
y sea yo también un
hijo
más, un caudal de
agua serena
que vuelve a ti, a su
salino
nacimiento, a vivir
tu vida
como el más triste de
los ríos!
Ramos frescos de
espuma.. Barcas
soñolientas y
vagas... Niños
rebañando la miel
poniente
del sol...¡Qué nuevo
y fresco y limpio
el mundo...! Nace
cada día
del mar, recorre los
caminos
que rodean mi alma y
corre
a esconderse bajo el
sombrío,
lúgubre aceite de la
noche,
vuelve a su origen y
principio.
¡Y que ahora tenga
que dejarte
para emprender otro
camino..!
#Foto de Blas García Marín
Otoño de manos de
oro.
Ceniza de oro tus
manos dejaron caer al camino.
Ya vuelves a andar
por los viejos paisajes desiertos
ceñido tu cuerpo por
todos los vientos de todos los siglos.
Otoño, de manos de
oro;
con el canto del mar
retumbando en tu pecho infinito
sin espigas ni
espinas que puedan herir la mañana,
con el alba que moja
su cielo en las flores del vino,
para dar la alegría
al que sabe que vive,
de nuevo has venido.
Con el humo y el
viento y el canto y la ola temblando
en tu gran corazón
encendido.
#Foto de Blas García Marín
Oh España, qué vieja
y qué seca te veo.
Aún brilla tu entraña
como una moneda de plata cubierta de polvo.
Clavel encendido de
sueños de fuego.
He visto brillar tus
estrellas, quebrarse tu luna en las aguas,
andar a tus hombres
descalzos, hiriendo sus pies con tus piedras
ardientes.
¿En dónde buscar tu
latido: en tus ríos
que se llevan al mar,
en sus aguas, murallas y torres de muertas
ciudades?
¿En tus playas, con
nieblas o sol, circundando de luz tu cintura?
¿En tus gentes
errantes que pudren sus vidas por darles dulzor
a tus frutos?
Oh España, qué vieja
y qué seca te veo.
Quisiera talar con
mis manos tus bosques, sembrar de ceniza
tus tierras resecas,
arrojar a una hoguera
tus viejas hazañas,
dormir con tu sueño y
erguirme después, con la aurora,
ya libre del peso que
pone en mi espalda la sombra fatal de
tu ruina.
Oh España, qué vieja
y qué seca te veo.
Quisiera asistir a tu
sueño completo,
mirarte sin pena, lo
mismo que a luna remota,
hachazo de luz que no
hiende los troncos ni pone la llaga en la
piedra.
Qué tristes he visto
a tus hombres.
Los veo pasar a mi
lado, mamar en tu pecho la leche,
comer de tus manos el
pan, y sentarse después a soñar bajo un
álamo,
dorar con el fuego
que abrasa sus vidas, tu dura corteza.
Les pides que pongan
sus almas de fiesta.
No sabes que visten
de duelo, que llevan a cuestas el peso de
tu acabamiento,
que ven impasibles
llegar a la muerte tocando sus graves guitarras.
Oh España, qué triste
pareces.
Quisiera asistir a tu
muerte total, a tu sueño completo,
saber que te hundías
de pronto en las aguas, igual que un navío
maldito.
Y sobre la noche
marina, borrada tu estelas
España, ni en ti
pensaría. Ni en mí. Ya extranjero de tierras y
días.
Ya libre y feliz,
como viento que no halla ni rosa, ni mar, ni
molino.
Sin memoria, ni
historia, ni edad, ni recuerdos, ni pena...
...en vez de mirarte,
oh España, clavel encendido de sueños de
llama,
cofre de dura corteza
que guarda en su entraña caliente
la vieja moneda de
plata, cubierta de olvido, de polvo y
cansancio...
#Foto de Blas García Marín
No me digáis que
considere el día
sólo como una ola de
lo eterno.
Vendavales vendrán,
por el invierno,
que me derrumbarán lo
que erigía.
Serenidad me vestirá.
Armonía
será mi casa.
Exhausto ya tu cuerno,
Fortuna, he de
escribir en mi cuaderno:
«Era ilusión tras de
lo que corría.»
«Razón teníais», os
diré. Yo tuve
sinrazones. Fui
libre, como nube
que cualquier viento
leve la cautiva.
Hablé con vivos y con
muertos. Luego,
conmigo y con mi
Dios. Decid: «Va ciego.»
Pero dejadme, por
favor, que viva.
#Foto de Blas García Marín
La gaviota sobre el
pinar.
(La mar resuena.)
Se acerca el sueño.
Domirás,
soñarás, aunque no lo
quieras.
La gaviota sobre el
pinar
goteado todo de
estrellas.
Duerme. Ya tienes en
tus manos
el azul de la noche
inmensa.
No hay más que
sombra. Arriba, luna.
Peter Pan por las
alamedas.
Sobre ciervos de lomo
verde
la niña ciega.
Ya tú eres hombre, ya
te duermes,
mi amigo, ea...
Duerme, mi amigo.
Vuela un cuervo
sobre la luna, y la degüella.
La mar está cerca de
ti,
muerde tus piernas.
No es verdad que tú
seas hombre;
eres un niño que no
sueña.
No es verdad que tú
hayas sufrido:
son cuentos tristes
que te cuentan.
Duerme. La sombra
toda es tuya,
mi amigo, ea...
Eres un niño que está
serio.
Perdió la risa y no
la encuentra.
Será que habrá caído
al mar,
la habrá comido una
ballena.
Duerme, mi amigo, que
te acunen
campanillas y
panderetas,
flautas de caña de
son vago
amanecidas en la
niebla.
No es verdad que te
pese el alma.
El alma es aire y
humo y seda.
La noche es vasta.
Tiene espacios
para volar por donde
quieras,
para llegar al alba y
ver
las aguas frías que
despiertan,
las rocas grises,
como el casco
que tú llevabas a la
guerra.
La noche es amplia,
duerme, amigo,
mi amigo, ea...
La noche es bella,
está desnuda,
no tiene límites ni
rejas.
No es verdad que tú
hayas sufrido.
son cuentos tristes
que te cuentan.
Tú eres un niño que
está triste,
eres un niño que no
sueña.
Y la gaviota está
esperando
para venir cuando te
duermas.
Duerme, ya tienes en
tus manos
el azul de la noche
inmensa.
Duerme, mi amigo...
Ya se duerme
mi amigo, ea...
#Foto de Blas García Marín
Inútilmente
interrogas.
Tus ojos miran al
cielo.
Buscas, detrás de las
nubes,
huellas que se llevó
el viento.
Buscas las manos
calientes,
los rostros de los
que fueron,
el círculo donde
yerran
tocando sus
instrumentos.
Nubes que eran ritmo,
canto
sin final y sin
comienzo,
campanas de espumas
pálidas
volteando su secreto,
palmas de mármol,
criaturas
girando al compás del
tiempo,
imitándole a la vida
su perpetuo
movimiento.
Inútilmente
interrogas
desde tus párpados
ciegos.
¿Qué haces mirando a
las nubes,
José Hierro?
#Foto de Blas García Marín
Hemos visto,
¡alegría!, dar el viento
gloria final a las
hojas doradas.
Arder, fundirse el
monte en llamaradas
crepusculares,
trágico y sangriento.
Gira, asciende,
enloquece, pensamiento.
Hoy da el otoño
suelta a sus manadas.
¿No sientes a lo
lejos sus pisadas?
Pasan, dejando el
campo amarillento.
Por esto, por
sentirnos todavía
música y viento y
hojas, ¡alegría!
Por el dolor que nos
tiene cautivos,
por la sangre que
mana de la herida
¡alegría en el nombre
de la vida!
Somos alegres porque
estamos vivos.
#Foto de Blas García Marín
Firme, bajo mi pie,
cierta y segura,
de piedra y música te
tengo;
no como entonces,
cuando a cada instante
te levantabas de mi
sueño.
Ahora puedo tocar tus
lomas tiernas,
el verde fresco de
tus aguas.
Ahora estamos de
nuevo frente a frente
como dos viejos
camaradas.
Nueva canción con
nuevos instrumentos.
Cantas, me duermes y
me acunas.
Haces eternidad de mi
pasado
y luego el tiempo se
desnuda.
¡Cantarte, abrir la
cárcel donde espera
tanta pasión
acumulada!
Y ver perderse
nuestra antigua imagen
arrebatada por el
agua.
Firme, bajo mi pie,
cierta y segura,
de piedra y musica te
tengo.
Señor, Señor, Señor:
todo lo mismo.
Pero ¿qué has hecho
de mi tiempo?
#Foto de Blas García Marín
¿Estarás siempre de
mi parte,
adormecida entre mis
brazos,
primaveral y musical,
afirmándote y
afirmándonos?
¿A centenares de
kilómetros,
a millares de encinas
y álamos,
a millones de horas,
de ríos,
de cumbres de piedra,
de páramos?
Esta mañana te ha
teñido
el recuerdo de vinos
pálidos.
En las ramas de
acacia, otoño
puso a dorar su seco
manto.
Hojas crujían con la
música
con que embistes
acantilados.
La llanura fingió
latidos,
temblores, fuegos
oceánicos.
¿Tu compañía? ¿Tu
nostalgia?
¿Tu esperanza?...
¿Siempre a mi lado
estarás, mar,
primaveral,
afirmándote y
afirmándonos?
Mar mía, ¿pase lo que
pase,
aun después de lo que
ha pasado?
#Foto de Blas García Marín
I
Con sílabas de alga y
de marfil
compones nombres que
antes no existían
-hinojo, zorra,
abejaruco, alondra-,
los sacas de la
cárcel de la nada.
Conoces bien la
lengua amarga y verde
de lós espárragos
trigueros.
Todo lo vuelves
claridad, espacio,
lugar dispuesto para
el espectáculo
escrito, dirigido,
interpretado por las nubes.
Allá, en la playa,
frente al hervor del
oleaje,
eras la duna modelada
por los dedos de luz
del viento.
Sobre el vientre
brillaba
la cicatriz de un
astro.
(No sabrás nunca que
la sombra existe.)
II
Posiblemente exista.
Lee el destino en la
palma de la mano
morada de la
pasiflora.
Adiestra a los
caniches de las olas;
da de comer a la
bocaza
abierta siempre de la
chimenea;
divide, multiplica,
resta y suma
como quien lanza
contra el alcotán
un grano de cebada;
sabe que Dios no
existe, ni existen los bomberos,
pues si existiesen
dejarían huellas;
saca a la luz el
terciopelo oculto
bajo la máscara del
pez;
arranca sus enigmas,
boca a boca, a la
estrella.
Habla con el aceite.
#Foto de Blas García Marín
Con las piedras, con
el viento
hablo de mi reino.
Mi reino vivirá
mientras
estén verdes mis
recuerdos.
Cómo se pueden venir
nuestras murallas al
suelo.
Cómo se puede no
hablar
de todo aquello.
El viento no escucha.
No
escuchan las piedras,
pero
hay que hablar,
comunicar,
con las piedras, con
el viento.
Hay que no sentirse
solo.
Compañía presta el
eco.
El atormentado grita
su amargura en el
desierto.
Hay que
desendemoniarse,
liberarse de su peso.
Quien no responde,
parece
que nos entiende,
como las piedras o el
viento.
#Foto de Blas García Marín
Aquel que ha sentido
una vez en sus manos temblar la alegría
no podrá morir nunca.
Yo lo veo muy claro
en mi noche completa.
Me costó muchos
siglos de muerte poder comprenderlo,
muchos siglos de
olvido y de sombra constante,
muchos siglos de
darle mi cuerpo extinguido
a la yerba que encima
de mí balancea su fresca verdura.
Ahora el aire, allá
arriba, más alto que el suelo que pisan los
vivos
será azul. Temblará
estremecido, rompiéndose,
desgarrado su vidrio
oloroso por claras campanas,
por el curvo volar de
gorriones,
por las flores
doradas y blancas de esencias frutales.
(Yo una vez hice un
ramo con ellas.
Puede ser que después
arrojara las flores al agua,
puede ser que le
diera las flores a un niño pequeño,
que llenara de flores
alguna cabeza que ya no recuerdo,
que a mi madre
llevara las flores;
yo querría poner
primavera en sus manos.)
¡Será ya primavera
allá arriba!
Pero yo que he
sentido una vez en mis manos temblar la alegría
no podré morir nunca.
Pero yo que he tocado
una vez las agudas agujas del pino
no podré morir nunca.
Morirán los que nunca
jamás sorprendieron
aquel vago pasar de
la loca alegría.
Pero yo que he tenido
su tibia hermosura en mis manos
no podré morir nunca.
Aunque muera mi
cuerpo, y no quede memoria de mí.
#Foto de Blas García Marín
¡A mí vais a decirme
a qué suenan las
escolleras
pulsadas por las
olas;
qué es lo que canta
el cielo
tras su concertación
de transparencias;
qué aromas llevan las
embarcaciones
a donde no florece el
limonero!
¡A mí vais a
decírmelo!
¡A mí vais a decirme
que no es la luz que
emana de los cuerpos
el origen del
mediodía!
Y aquellos nombres
-Carolina,
Azucena, Jacinta-,
¡a mí vais a decirme
si fueron nombres de
mujeres, barcas
flores! ¡Como si yo
no lo supiera,
como si hubiese yo
olvidado
qué, quiénes fueron esas
sombras
que daban vida a
estos espacios mágicos!
¡A mí vais a
decírmelo!
#Foto de Blas García Marín
Después de todo, todo
ha sido nada
a pesar de que un día
lo fue todo;
después de nada o
después de todo
supe que todo no era
más que nada.
Grito
"¡todo!" y el eco dice "¡nada!",
grito
"¡nada!" y el eco dice "¡todo!",
ahora se que la nada
lo era todo
y todo era ceniza de
la nada.
No queda nada de lo
que fue nada,
era ilusión lo que
creía todo
y que en definitiva
era la nada...
qué más da que la
nada fuera nada
si más nada será,
después de todo;
¡después de tanto
todo... para nada!
#Foto de Blas García Marín
Una
década de Hierro; una década de lacerante ausencia de nuestro
queridísimo poeta se cumplirá en diciembre de este año. Coincidiendo con
tal efeméride, se ha clausurado, en el Conservatorio Profesional de
Música de Getafe, el programa conmemorativo Hierro 2012, con este foro
de encuentro de quienes fueran sus fundamentales amigos, testigos de
vida y compañeros de viaje. Estuvieron los patronos de la Fundación,
representantes de la Comunidad de Madrid, Ayuntamiento de Getafe y
miembros de la Comisión de Conmemoración Hierro 2012 (Luis Alberto de
Cuenca, Manuel Rico, Fanny Rubio…), entre otras personalidades y
personas del mundo de las Letras...
#Foto de Blas García Marín
15 dic 2012 20:05