Escrito por: Carlos Arribas - Madrid
A Smith, el delincuente juvenil de La soledad del corredor de fondo,
el atletismo le permitió descubrir los mecanismos que hacen perpetuarse
las clases sociales en el Reino Unido de la posguerra y la capacidad de
rebelarse. A Louis Zamperini, hijo de emigrantes italianos en la
California de entreguerras, ladronzuelo y broncas, el atletismo le
permitió compartir dormitorio con Jesse Owens en los Juegos de Berlín en 1936, y más tarde, durante la guerra, convertirse en un héroe. A ambos,
y a otros grandes campeones como Emil Zatopek, la carrera de fondo les
dotó de una resistencia y de una capacidad de sufrimiento, de llegar más
allá de sus límites, que ni ellos podían sospechar antes de ser puestos
a prueba por las circunstancias y tormentos de la vida.
Antes de ser carne de celuloide —en su vida real se basa Invencible,
la película de Angelina Jolie recién estrenada—, Louie Zamperini, nacido en Nueva York en 1917 y fallecido el pasado mes de julio, fue carne de
papel y best seller —su biografía, escrita por Laura Hillenbrand y
publicada en 2010, se convirtió en número uno en ventas fulgurantemente
en Estados Unidos—, Zamperini fue carne de cañón, héroe y prisionero de
guerra, y antes aún fue atleta, el mejor mediofondista de su generación
en Estados Unidos, donde llegó a tener el récord juvenil de la milla (4 minutos 21 segundos y 3 décimas, en 1934, a los 17 años).
Zamperini comenzó a correr porque unas compañeras de clase que
practicaban atletismo le desafiaron a una carrera, y él llegó el último.
Tal fue su vergüenza que se escondió debajo del tablado de las pistas
del instituto. Le rescató su hermano mayor, ya atleta destacado, quien
tomó la responsabilidad de entrenarlo, hacer de él un hombre y
convertirlo en un adicto a los aplausos y a la fama de su nuevo estatus.
A los 19 años, Zamperini, junto al resto del equipo olímpico
norteamericano, se embarcó en el Manhattan con rumbo a Alemania, a los
Juegos Olímpicos de Berlín organizados por Adolf Hitler a mayor gloria
del ideal nazi y como prueba de su proclamada superioridad aria. Las
victorias del negro Jesse Owens en las pruebas de velocidad y salto de
longitud sobre sus rubios chavales no desmoralizaron a Hitler, quien
asemejó a Owens, y a todas las personas de origen africano, con un
animal, y de ahí su superior velocidad.
Sin embargo, al mismo Hitler le maravilló la velocidad desplegada en
la última vuelta de la final de los 5.000 metros por el blanco
Zamperini, quien pese a terminar octavo, víctima de su mala forma
(estaba sobrealimentado, dijeron sus entrenadores) su mala táctica
(corrió siempre a cola) y su despiste, y de la tremenda superioridad del
fondo finlandés heredero de Paavo Nurmi, tuvo el coraje y las fuerzas
para correr en solo 56 segundos los últimos 400 metros, un récord increíble entonces.
Tan impresionado quedó Hitler que, según la biografía de Hillenbrand,
convocó a Zamperini a su palco de honor en el estadio y le dijo en
alemán: “Ah, tú eres el chaval que corre tan rápido”. O así se lo
tradujo el intérprete al ardoroso y gordito Zamperini.
A la mayoría de los participantes en aquella carrera del verano de 1936, la guerra que desencadenó Hitler tres años más tarde les cambió
inevitablemente la vida. El ganador, el finlandés Gunnar Höckert, quien
se aprovechó de la caída del favorito, su compatriota Ilmari Salminen,
ya campeón de los 10.000 metros, murió el 11 de febrero de 1940 combatiendo
contra los soviéticos en el istmo de Karelia.
De regreso a California, Zamperini comenzó a prepararse para los
siguientes Juegos, los previstos en 1940, que nunca se celebraron. En
1941, después de Pearl Harbour, Zamperini se alistó en la aviación y fue
destinado al Pacífico. Año y medio más tarde, en mayo de 1943, su
bombardero despegó de una isla de Hawai y horas después, por problemas
mecánicos, se estrelló contra el Pacífico, a cientos de kilómetros de la
costa más cercana. De sus 11 tripulantes solo sobrevivieron tres, entre
ellos Zamperini, que lograron acomodarse en dos balsas de emergencia.
Perdido en el océano, Zamperini y su compañero recorrieron más de 3.000
kilómetros en la balsa, sin agua ni víveres, en 47 días, hasta ser
rescatados por un petrolero japonés.
El salvamento fue el inicio de dos años de sevicia y tormentos en un
campo para prisioneros de guerra japonés en el que un cabo, Mutsuhiro
Watanabe, El Pájaro, guiado más por el sadismo y el deseo de
humillar a un deportista olímpico que por el código del honor que
exhibió, por ejemplo, el comandante japonés del Puente sobre el río Kwai, hizo
todo lo posible por acabar con la resistencia de Zamperini. Pero este,
un conjunto de huesos y un pellejo colgante de muerto de hambre,
descubriendo en su interior fuerzas desconocidas, fue capaz de
sobrevivir y de convertir al humillador en humillado, como en una
ocasión en la que batió a un atleta japonés en una carrera organizada
para ridiculizarlo.
Terminada la guerra, víctima de depresiones y pesadillas, Zamperini
se sumió en el alcoholismo, del que le sacó un predicador. Se casó y
tuvo una hija. Organizó campamentos de atletismo para chicos con
problemas. Recorrió Estados Unidos dando charlas sobre motivación y
vida. Volvió a Japón para hacer un relevo con la antorcha olímpica de
los Juegos de Nagano 98 en el lugar que ocupó el campo en el que fue
prisionero. Murió a los 97 años...
Fuente: http://deportes.elpais.com
Louis Zamperini 1 ene 2007 (541)