Paseo. Grégory Baugé saluda tras su título en Copenhague
P. ECHANIZ
Es un velocista estratosférico, el Usain Bolt del ciclismo y lo ha vuelto a demostrar en el campeonato del mundo en pista en Copenhague. El francés Grégory Baugé ganó la prueba de velocidad con descaro y dio la vuelta de honor con una pícara sonrisa, como disculpándose de su aplastante victoria.
«Es una cuestión de instinto», asegura Grégory, que es un prodigio sobre la pista. Al principio parece un gatito reposado en la vuelta de marcaje a ritmo lento que hacen los velocistas y se transforma en un tigre a la hora de la verdad . No le apura ir detrás porque su zarpazo definitivo no encuentra respuesta. Lo ha demostrado en los dos últimos mundiales.
Ganó 13 kilos de músculo
Hijo de un matrimonio originario de Guadalupe asentando cerca de París en los años setenta, Gregory nació el 31 de enero de 1985.
Comenzó jugando a fútbol a los ocho años, pero afirma que se aburría porque había muchos momentos muertos en los que no tocaba el balón. Su padre, Patrick, le inscribió en una escuela de ciclismo. Se inició practicando el mountain bike y ganó todos los campeonatos escolares. También corrió en ruta y fue campeón regional cadete. Pero desde los quince años se centró en la pista.
Los éxitos en juveniles se sucedieron y su trabajo en el gimnasio dio frutos llamativos. Ganó trece kilos de músculo en dos años y logró el título europeo junior. Los técnicos franceses estaban tan impresionados con este prodigio que con 19 años le llevaron a los Juegos de Atenas como suplente. «Es la velocidad pura, tiene el mejor demarrage del mundo. Cuando domine la táctica resultará casi imbatible», comentó el legendario corredor Rousseau, que ahora es su entrenador.
Su carrera se transformó por completo en 2007, a los 22 años, cuando ganó por primera vez el título francés de velocidad en Hyères superando a otro grande de la velocidad, Kevin Sireau, que le ganó el año anterior. Todo el mundo le hablaba de sus grandes posibilidades, pero Gregory no acababa de explotar por los nervios, por el estrés. En su equipo, el Créteil, le aconsejaron que acudiera un psicólogo. «Sus consejos son fundamentales. He conseguido relajarme, salir tranquilo, ahora los nerviosos son mis rivales», confesó tras aquella victoria. Ese año ganó el europeo en Cottbus, el mundial por equipos en Palma y una prueba en Los Ángeles.
En 2008 la gran cita eran los Juegos de Pekín, pero se quedó fuera de la selección en la prueba individual a la que acudieron Sireau y Bourgain, que sólo pudieron ser cuarto y quinto en una prueba dominada por los británicos. Gregory Baugé participó en la prueba por equipos y logró la medalla de plata.
El año pasado fue el de su consagración individual porque tras ganar dos pruebas de la Copa del Mundo en Copenhague y Pekín, logró su primera medalla de oro en un mundial, en Pruskoz (Polonia), título que revalidó el pasado domingo en la capital danesa al batir con poderío al australiano Shane Perkins.
Gregory ya tiene un club de fans. Sus padres y amigos constituyeron una asociación, Tigre Gwada, que tiene por objeto apoyarle y, además, promover la imagen del ciclismo en pista. Sin duda, Baugé justifica su entusiasmo.