Enrique González Ruano
Para Winston Churchill, la democracia significaba que si alguien llamaba a tu casa a las seis de la mañana sólo podía ser el lechero. Qué antiguo. Enrique González no es lechero, pero suele llamar al timbre de una casa a horas en las que no es habitual recibir visitas. Son timbrazos no esperados pero plenamente legales, aprobados democráticamente. No, Enrique González, de 40 años, no es policía, es inspector antidopaje y lleva seis años efectuando controles fuera de competición. Unos 500 anuales, dentro y fuera de España. “Hay días que hago más de 20; otros, sólo uno”, dice. “La mayoría a ciclistas y atletas, pero también trabajo en baloncesto, tenis, esgrima, boxeo..., de todo un poco”.
Pregunta. ¿Decide usted a quién controlar, cómo y cuándo?
Respuesta. No, no. A mí me llegan los whereabouts [localizaciones] semanales o quincenales de los deportistas a los que las federaciones quieren controlar durante ese tiempo. Y yo me organizo en función de los que tengo. Una tarde me hice cinco entre Cantabria, País Vasco y Navarra.
P. ¿Se siente un invasor, un quebrantador de la paz del hogar, como un cobrador?
R. Cada día menos. Yo soy un poco pionero, de los de los primeros tiempos de esto, y entonces tanto los deportistas como nosotros pagábamos la novatada. Para nosotros era violento ir y para ellos era una invasión de su intimidad. Pero cada día está más asumido por ellos y por nosotros, forma parte de nuestras obligaciones y, sinceramente, cada vez es más agradable. Es de lo más agradable, súper agradable.
P. Ya serán viejos conocidos los unos para los otros, se supone…
R. Se establece una relación de confianza. Saben que no vas allí a molestar ni a invadirles ni a ponerles en un aprieto… Al final, en la mayoría de los sitios a los que voy me invitan a un café. Ya tengo hasta relación con su familia, su mujer, su chica… Tenemos un trato cordial, sin pasarnos dando confianza por el tipo de trabajo que es, pero muy cordial.
P. ¿Siempre hay que estar con la mosca detrás de la oreja, por si acaso?
R. Al principio la cultura era otra por las dos partes. Y había malos entendidos. Ahora, cuando vemos a un deportista nervioso no pensamos que está intentando colocarnos un frasco de orina que tenía preparado, sino que es joven y que no deja de ser un asunto particular. Además de que el deportista nunca tiene el 100% de certidumbre, de seguridad de que vaya a salir todo bien, nunca sabe si un medicamento que ha tomado vaya a dar algo raro… Aunque también he tenido casos, hace tiempo, como el de un ciclista que se escapó por la ventana de un control sanguíneo. U otra vez, me suplantaron a un ciclista con un auxiliar del equipo. El problema es que el corredor era un cubano negro y el auxiliar, blanco. Y una semana después, nuevo control, y vino el ciclista de verdad: el blanco se había convertido en negro...
P. ¿Hay diferencias entre deportistas?
R. Los ciclistas y los atletas estarán más acostumbrados, pero al tratarse de deportes que han sido más machacados tienen más reticencias. Todos recuerdan casos de falsos positivos, por ejemplo. Mientras en otros deportes en los que esto es más nuevo, la reflexión es más neutra, y más inocente también.
P. El tenista Andy Murray hablaba del escándalo de que le hicieran desnudarse para orinar delante de un inspector...
R. La falta de costumbre, imagino. Los ciclistas y los atletas, a quienes siempre se les ha hecho así en competición, ya están acostumbrados.
P. ¿Cuál ha sido la hora más rara a la que ha llamado a un deportista?
R. Hay mucha leyenda con eso. La hora más intempestiva es a las seis de la mañana, pero es un atleta que quiere que se le haga a esa hora. Luego, hay algunos controles que los termino a medianoche, cuando voy a casa de uno que acaba de orinar y necesita tiempo para volver a tener ganas.
P. ¿Duda mucho a la hora de poner una falta a un atleta que no está?
R. Cada federación tiene una norma. A los ciclistas, si no están, se les llama al móvil y se les puede esperar desde entonces una hora. Y si están lejos, buscamos un hotel a mitad de camino u otra solución. La federación de atletismo es mucho más estricta: el atleta tiene una hora y fuera de esa hora, aunque lo veas, no le puedes hacer el control. No es tan flexible como la UCI, quizás porque ésta es la federación que más controles hace y más entiende. Antes se daban situaciones ridículas porque nos mandaban esperar y no podíamos buscarlos. Si no aparecían en una hora, les poníamos falta, aun sabiendo que podían estar al lado o haciendo la compra en el Carrefour. Y no podía ni ir a buscarles. Todo ha evolucionado para mejor. Cada vez todo es más sencillo y más directo.