La historia los ha definido como auténticos gigantes del conocimiento científico. Se atrevieron a desafiar las creencias populares y tradicionales con el fin de servir al progreso de la humanidad, y la ciencia se lo ha pagado inmortalizando sus nombres para la posteridad. Hoy en día se han convertido en la huella y el símbolo del poder del conocimiento.
No siempre los grandes descubridores han recibido el respeto y la admiración que han merecido por su trabajo. Cuando Nicolás Copérnico se atrevió a sugerir que la Tierra no ocupaba el centro del Universo, sino que los satélites orbitaban en torno a los planetas y éstos alrededor del Sol, sabía que el hallazgo repercutiría en la moral más nostálgica de uno de los sectores de poder, la Iglesia.
Quizá por eso se retrasó la publicación de su teoría, 'De revolutionibus', hasta el año de su muerte. Setenta años después su ensayo ingresó en el índice de libros prohibidos por la Iglesia. Copérnico se ha ganado la inmortalidad no sólo por despertar la idea de que el ser humano no ocupa el lugar central de la creación, sino porque su trabajo inauguró la época científica en que la observación se convertía en la única guía posible para el saber científico.
Nadie podía imaginar que el hijo de un granjero analfabeto inglés, nacido en 1643, sería el que estableciera las Leyes de la Mecánica, la Ley de la Gravitación Universal, o las teorías del movimiento absoluto y relativo. Isaac Newton ha sido descrito por numerosos historiadores como de carácter neurótico, casi psicótico, y con graves crisis personales. Escribió uno de los libros más importantes de la ciencia: 'Principios Matemáticos de Filosofía Natural'.
Gracias a su trabajo, el Universo se presentaba como un todo ordenado, regido por las leyes de las fuerzas que actúan en él, unas fuerzas que son observables y deducibles por la ciencia. Todo tiene un porqué que permite predecir los movimientos de los objetos más ordinarios, así como de los astros.
Otro de los grandes libros que ha marcado una nueva era en la vida y en la ciencia es el que acoge la Teoría de la Evolución de Charles Robert Darwin. Cuando en 1831 las autoridades británicas mandaron zarpar el barco 'Beagle', con el objetivo de obtener información topográfica del mundo más desconocido por aquel entonces, consideraron que sería interesante la presencia de un naturalista en la tripulación. El viaje se prolongó cinco años, en los que el joven Darwin observó una gran diversidad de animales, así como restos fósiles de especies pretéritas muy diferentes a la que observaba con vida.
En su obra defiende que las especies se encuentran en cambio constante, y describe la vida como una lucha por la existencia en la que los organismos menos adaptados al medio desaparecen, y los mejor adaptados se reproducen. Esta teoría supuso una auténtica revolución científica y moral, en la actualidad son muchos los grupos que mantienen vivo el debate sobre el origen de las especies.
El peligro del avance
Un caso que también merece ser destacado es el de Alfred Nobel. Este investigador sueco fue el primero en conseguir estabilizar y manejar la nitroglicerina. Un explosivo siete veces más potente que la pólvora que resultaba demasiado incontrolable y peligroso. Nobel mezcló tres partes de nitroglicerina con una de tierra de diatomeas (algas ricas en sílice) y patentó la mezcla en 1866 creando la dinamita. El invento le hizo multimillonario, porque en aquella época se necesitaban explosivos eficientes para construir grandes infraestructuras en América y Europa. Lamentablemente, la dinamita no sólo tuvo un uso civil.
Nobel murió en 1896 y en su testamento dio instrucciones para que su fortuna se destinara a premiar a los científicos que hicieran grandes contribuciones a la humanidad en los campos de la Física, la Química, Fisiología, Medicina, Literatura y Paz, naciendo así el prestigioso galardón.
Marie Curie merece una mención especial, no sólo por ser una de las pocas mujeres que superó el acceso tan machista que existía para la ciencia, sino porque además sólo tres personas además de ella han ganado dos veces el Premio Nobel. Curie propuso la existencia de dos nuevos elementos químicos, Polonio y Radio, que le sirvieron para descubrir el concepto de la radioactividad y estudiar sus propiedades.
Éstos son sólo algunos de los nombres que han quedado grabados en la memoria colectiva de la ciencia, grandes descubridores entre los que no deben faltar Einstein y su teoría de la relatividad, Alexander Fleming y el descubrimiento de la penicilina, etcétera. En su tiempo fueron grandes pioneros del conocimiento que pusieron su saber y sus hallazgos al servicio del progreso y el desarrollo de la humanidad.