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lunes, 13 de junio de 2022

Fotos de atletismo. 1981. Recuerdos año 2012. Discurso de Carlos Fuentes. El escritor agradece el Premio Internacional "Don Quijote de La Mancha"

 

Discurso de Carlos Fuentes 
Foto: http://elpais.com





Majestades,
Señor presidente de Brasil,
Señor presidente del Gobierno español,
Señor presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha,
Mi querido Víctor García de la Concha, ¡Gracias!
Señoras y señores,
¿Por qué es tan actual Cervantes? ¿Por qué Don Quijote? Cruzando el Atlántico la víspera de la II Guerra Mundial, Thomas Mann escogió el Quijote como la lectura que le permitiría, a un tiempo, despedirse de Europa y asegurarse a sí mismo el regreso a un continente devastado pero salvado, acaso, por la permanencia de unas cuantas obras de arte.
Thomas Mann le decía no a un mundo que en sí mismo era una negación. Pero le decía sí al mundo de Don Quijote.
Imagino que Thomas Mann rescató un ejemplar -uno solo- del Quijote a punto de incendiarse para siempre en la fogata con la que el régimen totalitario quería convertir en cenizas cuanto negase su poder.
¿Y por qué sería Don Quijote el libro a rescatar de las llamas?
Acaso porque a partir del Quijote se puede recrear el mundo. Como si el mundo estuviese siempre a un paso de la catástrofe y sólo la palabra pudiese salvarlo, la imaginación sostenerlo y la acción proyectarlo.
Toda gran obra literaria nos propone la salvación mínima de la palabra.
Toda gran obra literaria nos propone imaginar. Tenemos un pasado que debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos desear.
Pero sólo recordamos y deseamos en el presente: aquí y ahora, en el tiempo que nos es concedido por vivir.
Por eso, toda gran obra es un llamado a la acción: hablamos, imaginamos y actuamos. No sólo por el gusto de actuar, sino porque queremos una acción que nos permita decir y nos permita imaginar.
Pensemos en las obras literarias que conjugan palabra, imaginación y acción.Son muchas. Pero ninguna reúne las tres -palabra, imaginación y acción- con la intensidad del Quijote.
Por algo, cuando la Academia Noruega consultó hace poco a 100 escritores de todo el mundo sobre la mejor novela de todos los tiempos, 50 contestaron: Don Quijote de la Mancha. La competencia no era menor. Los tres autores siguientes eran Dostoievski, Faulkner y García Márquez. Y en sus obras encontraremos las virtudes que Cervantes nos ofrece: la creación de una realidad paralela a la del mundo existente.
Una realidad que no existía previa a la publicación del libro y que ahora existe, no porque el novelista la haya creado, sino porque el escritor nos ha permitido ver lo que ya estaba, y no lo veíamos, o lo que aún faltaba, y no lo imaginábamos.
El mal es el precio de la libertad, nos dice Dostoievski en Crimen y castigo: lo es porque el mal nos revela lo que podemos ser siendo libres y le otorga a la libertad un precio superior, más allá del peligro latente en el ser humano.
Todo es presente, nos advierte William Faulkner en Absalón, Absalón. Recordamos hoy, deseamos hoy, porque la unidad de todos los tiempos es la única respuesta posible a la división de la tierra, de la comunidad y del alma. Y sumamos genealogías, nos recuerda Gabriel García Márquez en Cien años de soledad: somos lo que hacemos a partir de lo que heredamos. Nadie escapa a la servidumbre y a la gloria de su ascendencia.
Puedo pensar que Dostoievski, Faulkner y García Márquez escriben porque Cervantes fundó la novela moderna y nos dio a todos -autores y lectores- una manera nueva de ver el mundo.
Cervantes nos enseñó a recordar y a desear a partir de una libertad nueva, la del renacimiento europeo, y a pesar de antiguas opresiones, la del dogma autoritario. Cervantes unió todos los géneros literarios previos -épica, picaresca, novela de amor, relato pastoral, novela morisca- para crear un género de géneros abarcador, incluyente, en el que tuviesen cabida todos los sueños, las memorias, los deseos, las imaginaciones, las debilidades y las fortalezas del ser humano. No un ser humano liberado a la anarquía, sino capaz de ejercer la libertad contra el orden de ser necesario -y eso sería lo más fácil- o en el orden -para ser más difícil-.
Cervantes nos dio una voz, es la voz que nos une a todos los hispanoparlantes. Pero Cervantes también nos dio una imaginación. Una imaginación del mundo en la que se reconocen autores y lectores de todos los países y de todas las lenguas.
Prueba suficiente, Majestad, Señor presidente, señoras y señores, es la obra del más grande novelista latinoamericano del siglo XIX, el brasileño Joaquim Machado de Assis, Machado de la Mancha le llamo yo, el fabulador de un mundo manchado, impuro, sincrético, barroco, que es el nuestro.
Manchar con tal de ser, contagiar con tal de asimilar, multiplicar las apariencias a fin de multiplicar los sentidos: tal es el signo de Machado. Machado, el brasileño milagroso, nos sigue descifrando porque nos sigue imaginando, y nos imagina para recordarnos que nuestra verdadera identidad iberoamericana se llama imaginación literaria y política, social y artística, individual y colectiva. Imaginamos para crear.
Machado es el milagro de la literatura decimonónica de Latinoamérica. Y los milagros, le dice Quijote a Sancho, son cosas que rara vez suceden.
No obstante, milagro dado, ni Dios lo quita.
Majestades,
Señor presidente de Brasil,
Señor jefe del Gobierno de España,
Señor presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha,
Señoras y señores:
Celebremos juntos el milagro manchego y el milagro carioca: de Cervantes a Machado, celebremos todo lo que nos une a los pueblos de Iberia, de América Latina, Portugal y España, agradeciéndole al presidente de Brasil que haya incorporado la lengua castellana a los estudios escolares en su país, uniendo de una manera fehaciente la heredad común de Cervantes y Machado. Pero también la política de mutuo reconocimiento entre los pueblos de Iberia y de una América tan diversificada como la genealogía del Quijote: euro, afro, indo, íbero, Iberoamérica mestiza y mulata como la literatura gloriosamente manchada y manchega de Don Quijote de la Mancha...
Gracias.







miércoles, 16 de mayo de 2012

9984. Muere en México a los 83 años el escritor Carlos Fuentes, un atleta del entusiasmo

El escritor Carlos Fuentes durante la presentación en Madrid de su libro 'En esto creo', en 2002.


Padeció la angustia y el dolor pero no estuvo triste una mañana. Esa frase de Ernest Hemingway sirve para describir la peripecia vital de Carlos Fuentes, el novelista mexicano que murió este martes en México, su país, aunque nació en Panamá, a los 83 años.
Padeció la muerte de sus dos hijos, y esa desgracia sucesiva, que superó con la entereza que compartió con Silvia Lemus, su mujer, se integró con enorme dramatismo en algunos de sus últimos libros; pero su voluntad de hierro, así como su salud, le permitieron superar el impacto de las desapariciones dramáticas de sus hijos Carlos y Natasha.
Su resistencia era la de un atleta, pero el corazón iba acogiendo esos impactos hasta que ayer ya no pudo más; su fortaleza física, que fue también su fortaleza literaria, fue vencida por la edad del tiempo, esa metáfora en la que él puso su empeño como escritor y también como respuesta civil a un siglo de México y de la humanidad.
Esta semana aún estaba en Argentina, visitando la feria de Buenos Aires. Ahí anunció nuevos proyectos; explicó (en declaraciones a Francisco Peregil) que mientras tuviera proyectos, y los tenía a puñados, jamás sometería su vida a la melancolía de la muerte...


Fuente: http://cultura.elpais.com


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Carlos Fuentes y Don Quijote
Foto: http://elpais.com





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Toda gran obra es un llamado a la acción: imaginamos, hablamos, actuamos
Thomas Mann le decía no a un mundo que en sí mismo era una negación pero le decía sí al mundo de Don Quijote. Imagino que Mann rescató un ejemplar -uno solo- del Quijote a punto de incendiarse para siempre en la fogata con la que el régimen totalitario quería convertir en cenizas cuanto negase su poder.
¿Y por qué sería Don Quijote el libro a rescatar de las llamas?
Acaso porque a partir del Quijote se puede recrear el mundo. Como si el mundo estuviese siempre a un paso de la catástrofe y sólo la palabra pudiese salvarlo, la imaginación sostenerlo y la acción proyectarlo.
Toda gran obra literaria nos propone la salvación mínima de la palabra.
Toda gran obra literaria nos propone imaginar. Tenemos un pasado que debemos recordar. Tenemos un porvenir que podemos desear.
Pero sólo recordamos y deseamos en el presente: aquí y ahora, en el tiempo que nos es concedido por vivir.
Toda gran obra es un llamado a la acción: hablamos, imaginamos y actuamos. No sólo por el gusto de actuar, sino porque queremos una acción que nos permita decir y nos permita imaginar.
Pensemos en las obras literarias que conjugan palabra, imaginación y acción.
Son muchas. Pero ninguna reúne las tres -palabra, imaginación y acción- con la intensidad del Quijote.
Por algo, cuando la Academia Noruega consultó hace poco a 100 escritores de todo el mundo sobre la mejor novela de todos los tiempos, 50 contestaron: Don Quijote de la Mancha. La competencia no era menor. Los tres autores siguientes eran Dostoievski, Faulkner y García Márquez. Y en sus obras encontraremos las virtudes que Cervantes nos ofrece: la creación de una realidad paralela a la del mundo existente. Una realidad que no existía previa a la publicación del libro y que ahora existe, no porque el novelista la haya creado, sino porque el escritor nos ha permitido ver lo que ya estaba, y no lo veíamos, o lo que aún faltaba, y no lo imaginábamos.
El mal es el precio de la libertad, nos dice Dostoievski en Crimen y castigo: lo es porque el mal nos revela lo que podemos ser siendo libres y le otorga a la libertad un precio superior, más allá del peligro latente en el ser humano.
Todo es presente, nos advierte William Faulkner en Absalón, Absalón. Recordamos hoy, deseamos hoy, porque la unidad de todos los tiempos es la única respuesta posible a la división de la tierra, de la comunidad y del alma. Y sumamos genealogías, nos recuerda Gabriel García Márquez en Cien años de soledad: somos lo que hacemos a partir de lo que heredamos. Nadie escapa a la servidumbre y a la gloria de su ascendencia.
Puedo pensar que Dostoievski, Faulkner y García Márquez escriben porque Cervantes fundó la novela moderna y nos dio a todos -autores y lectores- una manera nueva de ver el mundo.
Cervantes nos enseñó a recordar y a desear a partir de una libertad nueva, la del renacimiento europeo, y a pesar de antiguas opresiones, la del dogma autoritario. Cervantes unió todos los géneros literarios previos -épica, picaresca, novela de amor, relato pastoral, novela morisca- para crear un género de géneros abarcador, incluyente, en el que tuviesen cabida todos los sueños, las memorias, los deseos, las imaginaciones, las debilidades y las fortalezas del ser humano. No un ser humano liberado a la anarquía, sino capaz de ejercer la libertad contra el orden de ser necesario -y eso sería lo más fácil- o en el orden -para ser más difícil-.
[...] Cervantes nos dio una voz, es la voz que nos une a todos los hispanoparlantes. Pero Cervantes también nos dio una imaginación. Una imaginación del mundo en la que se reconocen autores y lectores de todos los países y de todas las lenguas. Prueba suficiente es la obra del más grande novelista latinoamericano del siglo XIX, el brasileño Joaquim Machado de Assis, Machado de la Mancha le llamo yo, el fabulador de un mundo manchado, impuro, sincrético, barroco, que es el nuestro. Manchar con tal de ser, contagiar con tal de asimilar, multiplicar las apariencias a fin de multiplicar los sentidos: tal es el signo de Machado. Machado, el brasileño milagroso, nos sigue descifrando porque nos sigue imaginando, y nos imagina para recordarnos que nuestra verdadera identidad iberoamericana se llama imaginación literaria y política, social y artística, individual y colectiva. Creamos porque imaginamos. Imaginamos para crear.
Machado es el milagro de la literatura decimonónica de Latinoamérica. Y los milagros, le dice Quijote a Sancho, son cosas que rara vez suceden. No obstante, milagro dado, ni Dios lo quita. Celebremos juntos el milagro manchego y el milagro carioca: de Cervantes a Machado, celebremos todo lo que nos une a los pueblos de Iberia, de América Latina, Portugal y España, agradeciéndole al presidente de Brasil que haya incorporado la lengua castellana a los estudios escolares en su país, uniendo de una manera fehaciente la heredad común de Cervantes y Machado. Pero también la política de mutuo reconocimiento entre los pueblos de Iberia y de una América tan diversificada como la genealogía del Quijote: euro, afro, indo, íbero, Iberoamérica mestiza y mulata como la literatura gloriosamente manchada y manchega de Don Quijote de la Mancha.

1977. Alonso Quijano vuelve a La Mancha. Carlos Fuentes y Lula da Silva reciben el Premio Internacional Don Quijote

Carlos Fuentes recibe el Premio Don Quijote

Foto: http://elpais.com 

 



Don Quijote regresó este lunes a Toledo. Allí se lo encontró Cervantes perdido entre unos cartapacios y papeles viejos que compró a un muchacho en el Alcaná, la calle de los mercaderes. Estaban escritos en caracteres arábigos y firmados por un tal Cide Hamete Benengeli. Así, con el juego del manuscrito encontrado, colocó el autor el origen de su hidalgo en Toledo, y allí volvió el Caballero de la Triste Figura.
Luiz Inácio Lula Da Silva

Lula da Silva

A FONDO

Nacimiento:
27-10-1945
Lugar:
(Garanhuns)
Carlos Fuentes

Carlos Fuentes

A FONDO

Nacimiento:
1928
Lugar:
(Panamá)
    Brasil

    Brasil

    A FONDO

    Capital:
    Brasilia.
    Gobierno:
    República Federal.
    Población:
    191,908,598 (2008)
    México

    México

    A FONDO

    Capital:
    Ciudad de México.
    Gobierno:
    República Federal.
    Población:
    109,955,400 (2008)
En el Museo de Santa Cruz, precisamente en la calle Cervantes, y en un acto presidido por los Reyes, se entregó el Premio Internacional Don Quijote, convocado por el Gobierno de Castilla-La Mancha y la Fundación Santillana. Dotado con 25.000 euros y una escultura de Manolo Valdés titulada La lectora, el galardón recayó, en su primera edición, en el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y en el escritor mexicano Carlos Fuentes.
El primero lo recibió en la categoría de Mejor Labor Institucional para reconocer el apoyo que el jefe del Estado brasileño dio a la llamada Ley del Español, que impulsa definitivamente la enseñanza de la lengua española en las escuelas de su país. Más de nueve millones de estudiantes y 30.000 profesores se beneficiarán de esa iniciativa. Fuentes, por su parte, recibió el galardón a la más destacada Trayectoria Individual. Suyas son algunas de las más importantes novelas escritas en lengua española en las últimas décadas y suyo es el nombre de Territorio de La Mancha, acuñado por el novelista para hablar del espacio cultural común de los hispanohablantes.
En nombre de las entidades convocantes del premio, José María Barreda, presidente de la Juan de Castilla-La Mancha, e Ignacio Polanco, presidente de la Fundación Santillana, destacaron tanto la vigencia de personaje cervantino como la vitalidad de la lengua española. Barreda armó simbólicamente a los premiados "caballeros del idioma español, campeones del territorio de La Mancha" mientras Polanco recordó que los 400 millones de hispanohablantes gozan del mejor lazo posible.
"Seamos generosamene universales para ser provechosamente nacionales", dijo Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, citando al mexicano Alfonso Reyes después de recordar los años que Carlos Fuentes pasó escribiendo guiones de cine al lado de su amigo García Márquez. García de la Concha recordó, así, la interprelación del Nobel colombiano: "Fontacho, ¿qué vamos a hacer? ¿salvar al cine mexicano o escribir novelas?" Eligieron el camino de la novela y el resto es historia viva de la literatura.
En su discurso de recepción del premio, Carlos Fuentes empezó con otra pregunta: ¿Por qué es tan actual Cervantes? A responderla dedicó unas palabras que empezaron con Thomas Mann leyendo el Quijote en el barco que le llevaba a América huyendo del horror nazi y que terminaron con una invocación al brasileño Machado de Assís, "Machado de la Mancha", el gran heredero de Cervantes en el siglo XIX latinoamericano. Como recordó el autor de Terra nostra, por los grandes escritores sabemos que "tenemos un porvenir que desear y un pasado que recordar, pero sólo deseamos y recordamos en el presente. Toda gran obra es un llamado a la acción".
A Machado de Assís se refirió también en su elogio de Lula Juan Luis Cebrián, miembro de la RAE y consejero delegado del grupo Prisa (editor de EL PAÍS), pero antes de evocar, en portugués, las machadianas "ilusiones del futuro", Cebrián subrayó las cualidades cervantina del presidente brasileño, en el que, dijo, se une el porte físico y el pragmatismo de Sancho y la "terca defensa de los desfavorecidos" de don Quijote. El académico, de paso, aprovechó la ocasión para destacar la labor del político brasileño a favor del español como lengua de los negocios, la cultura y la integración, en contraste con "algunas batallas episódicas" que se dan en España a cuenta de la convivencia lingüística.
Lula, por su parte, recordó el "extraordinario potencial de transformación" de la cultura y, fiel al guión no escrito de la noche, habló de Don Quijote como metáfora de idealismo, audacia e imaginación. Y advirtió: "Solo con imaginación no cambiamos la realidad, pero sin imaginación corremos el riesgo de quedar presos en el conformismo". Igualmente, destacó su empeño en impulsar la Ley del Español, pero recordó que acababa de firmar el Acuerdo Ortográfico de la Lengua Portuguesa para aproximar el idioma usado en los países lusófonos. "Quien sabe", dijo, "en un futuro próximo, tendremos más autoridades, más allá del Rey de España, hablando portugués con fluidez. Y menos autoridades brasileñas hablando portuñol".
El Rey, de hecho, cerró el acto con un imprevisto muito obrigado. Antes, el presidente Zapatero había recordado que fue en Toledo donde Cervantes dijo haber encontrado unos papeles viejos que contenían las aventuras de un loco eterno llamado don Quijote de La Mancha.

Símbolo de rebelión y esperanza

En su retrato del presidente Lula, Juan Luis Cebrián recordó los años de obrero metalúrgico del mandatario brasileño. Duros como el hierro, flexible como el acero, testarudos como el plomo y brillantes si les da el sol. Así son, dijo el periodista y académico, los trabajadores de la industria pesada, como si yunques, tornos y fresadoras fueran símbolo de rebelión y esperanza. Cebrián repasó la biografía de un chaval que maduró su proyecto político empezando a trabajar a los 12 años, levantándose contra la dictadura y dando con sus huesos en la cárcel hasta convertirse en "hombre de Estado y referencia moral". Una vida que tal vez espera un Carlos Fuentes que la escriba.
Basta ver a Lula enumerar de cerca sus propósitos para el porvenir para darse cuenta de que le falta el meñique de la mano izquierda. Se lo llevó una máquina en sus años de obrero. Sabe, pues, de qué habla. "Por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida", decía Cervantes. Aventurar un dedo puede parecer poca cosa al que los tienen todos. Vista la energía y la llaneza con la que habla, al presidente brasileño parecen sobrarle para señalar el futuro...


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