Freud insistió desde sus primeros
a sus últimos textos en la investigación teórica y clínica de la vida sexual de
las mujeres. Había algo que no andaba en la sexualidad femenina. En 1925, en su
texto “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica”,
Freud sintetiza su primera formulación acabada sobre sexualidad femenina. Posteriormente
la reformula en 1931 en “Sobre sexualidad femenina”, donde pone al descubierto
una diferencia fundamental entre los sexos, por un lado el complejo de Edipo y
el complejo de castración y por otro la formación del superyó. Diferencias que
tienen consecuencias en lo psíquico.
La tesis de Freud en 1925, consistía en que la
diferencia entre el desarrollo sexual de la niña y del niño radicaba en que ella
tendría que realizar un doble camino para llegar a una posición femenina. El
cambio de órgano sexual rector clítoris por vagina y el cambio de objeto de
amor la madre por el padre.
Sin embargo, en un trabajo anterior,
de 1923, “La organización genital infantil”, sostiene una tesis que nunca
abandonaría. Para ambos sexos solo es importante un genital, el masculino. No
hay preponderancia genital, sino del falo. El falo hace diferencia y agujerea
igual a hombres y a mujeres.
Posteriormente, en 1931, en su texto “Sobre la
sexualidad femenina” hace hincapié en la fase de ligazón preedípica de la niña
con su madre. Para Freud, no hay paralelismo en el desarrollo de ambos sexos.
Primera diferencia, complejo de castración.
“En nuevas lecciones introductorias al
psicoanálisis” Lección XXXIII “La feminidad” Freud nos dice que el complejo de
castración de la niña es iniciado por la visión del genital del otro sexo, la
niña se siente inferior. El hecho de la falta de pene introduce a la niña en el
complejo de castración, instaurándose lo que Freud llama envidia de pene. Entendida
esta no en la dimensión imaginaria, sino en la dimensión simbólica, que
equivaldría a pensar esta envidia como estructural, como pasaje necesario y no
contingente para la asunción subjetiva de la feminidad.
Experimentarse castrada tiene
consecuencias psíquicas para la niña. Pueden darse tres desenlaces: la
inhibición sexual o neurosis, el complejo de masculinidad, o a la feminidad
normal.
El hecho de que la niña parte de
la castración consumada y de que en el varón resulta la castración como amenaza,
obliga a que la posición femenina sea asumida por medio de la envidia de pene y
a que la feminidad se constituya por esta no equivalencia, al escapar algo de
ella a la regulación fálica.
La niña se comporta como un
varón: sustituye el pene por el clítoris, con el que obtiene placer, sabe
procurarse placer y relaciona tal actividad con los deseos sexuales orientados
hacia su madre. Más adelante la envidia de pene le anula el goce de la
sexualidad fálica. El objeto de su amor era la madre fálica, pero con el
descubrimiento de que a la madre le falta el pene, la mujer queda
desvalorizada, para la niña y el niño, y se le hace posible abandonarla como
objeto amoroso. Cuando la niña asume que el otro materno está castrado y ella
también lo está, re significa las aspiraciones sádico-anales bajo la expresión
de culpa por ese deseo incestuoso hacia la madre. La sujeto renuncia a la
actividad, la pasividad se hace dominante y el viraje hacia el padre se hace
gracias a los impulsos instintivos pasivos. Esta evolución que acaba con la
actividad fálica facilita el camino a la feminidad. Al goce del clítoris se le
suma otro goce, otro goce que escapa a la regulación fálica, goce que la hace
padecer por no poder decir de que goce se trata y goce que en el intento de simbolizarlo
obliga a la mujer a girar hacia el padre en busca de una significación.
Cuando la niña llega al complejo
de castración sufre la primera afrenta narcisista y experimenta imaginariamente
la falta de pene como un castigo. La entrada en el complejo de castración trae
como resultado un goce de más que escapa a la regulación fálica. Se introduce en la envidia de pene obteniendo
un nuevo goce específico femenino del que ella nada sabe. Envidia no
estar toda ella dentro de la función fálica, La envidia de pene es por tanto el
plus de goce de la mujer. La envidia de pene es la expresión imaginaria de este
goce que escapa a la representación y deja huellas imborrables en el
carácter. Paradójicamente, la mujer lo
siente como un goce de menos al estar fuera de toda simbolización posible,
debido a la imposibilidad de decir nada de él. La queja de algunas mujeres por
no sentir nada está en relación con la presencia de un goce que se le escapa a
la representación fálica.
Freud descubre tardíamente la
importancia del preedipo en la constitución de la sexualidad femenina. Esta
temprana relación de la niña con su Otro primordial se articula alrededor de la
lógica del don, alrededor de la falta. La
demanda de amor de la niña a la madre es una demanda que comporta una exigencia
ilimitada, imposible de ser satisfecha y cualquiera que sea la respuesta,
confluye en la decepción porque no puede darle el falo que le falta. “Este
sería el ombligo del estrago en la relación madre- hija”.1
¿Pero cómo deshacerse de esta ligazón con la
madre? Lo más importante es porque no la
dotó de falo. Dicha ligazón pasa de ser tierna a ser hostil. Ante ni tú me lo
das el falo ni yo lo tengo dirigido a la madre, ante la imposibilidad materna
de satisfacer las aspiraciones activas de la niña, esta asume una posición
pasiva frente al padre. El extrañamiento a la madre es algo más que un cambio
en la travesía del objeto, es la entrada en la castración y su efecto es
producir otro goce. Para Lacan “el papel de la madre es el deseo de la madre y
el deseo de la madre no es algo que pueda soportarse tal cual, siempre produce
estragos, es estar dentro de la boca de un cocodrilo, eso es la madre. No se
sabe que mosca puede llegar a picarle de repente y va y cierra la boca. Eso es
el deseo de la madre”.2
“La envidia de pene aparta a la
niña de la madre y la hace entrar en el complejo de Edipo como en un puerto de
salvación”.3 El viraje al padre no está exento de la culpa
originaria de la fase preedípica, donde se establecieron las mociones sádico
activas hacia la madre que luego son subrogadas por aspiraciones libidinales de
meta pasiva. La búsqueda de un padre en la histérica es la búsqueda de otro que
ponga límite a su goce femenino. El límite que ahora espera del padre tiene dos
vertientes:
1. Este deseo imposible de satisfacer, el
deseo de simbolizar todo el goce, o lo que es lo mismo, estar toda ella en la
función fálica, es sustituido por el deseo de hijo, apareciendo este hijo en el
lugar de lo que a la mujer le hace falta la simbolización de su goce femenino.
La esperanza de que el padre responda a este deseo
es la expresión sintomática de la demanda de un límite.
2. La culpa frente al padre de ese goce de más,
que persevera, que insiste, pide castigo. Este goce se intenta simbolizar con
el llamado al padre. El fantasma neurótico es la respuesta a ese pedido de
castigo, es una forma de decir algo sobre ese goce no simbolizable, que escapa
a la función fálica como reguladora de todo goce. La versión del fantasma hace
consistir de manera solidaria una versión de goce del ser mujer con el padre
gozador.
Como resumen podemos decir que:
1º. La entrada de la mujer en complejo de
castración es el momento de acceder a la feminidad. 2º. La envidia de pene es la expresión de la
aspiración a someter a todo su goce a la regulación fálica.
3º. Ante la imposibilidad de simbolizar este goce
de más surge el pedido de límite y la culpa por tener un goce otro.
La niña pasa de la idea de pene a
la idea de niño, su complejo de Edipo culmina en el deseo retenido durante
mucho tiempo de recibir del padre como regalo un niño, pero un hijo del él. Los
dos deseos de un pene y de un hijo del padre perduran en lo inconsciente
intensamente cargados y la ayudan a preparar su papel sexual.
Hasta aquí el complejo de Edipo no está en
juego pues a diferencia del varón el complejo de castración es anterior y
preparatorio para el Edipo. EL complejo de Edipo de la niña nos ha ocultado
mucho tiempo su vinculación anterior con la madre. Para la niña el complejo de
Edipo es el desenlace de una larga y difícil evolución.
La relación del complejo de Edipo
con el complejo de castración presenta una diferencia importante entre ambos
sexos.
El complejo de Edipo del niño en el cual desea
a su madre y quisiera apartar a su padre se desarrolla a partir de la fase de
sexualidad fálica. La amenaza de castración le hace abandonar esta actitud, y
el complejo de Edipo es abandonado y se instaura el superyó como heredero. En
la niña pasa al contrario, el complejo de castración prepara el complejo de
Edipo en lugar de destruirlo. Con esta exclusión del miedo a la castración
desaparece también un poderoso motivo de la formación del superyó. Estas
formaciones parecen ser, más que en el niño, consecuencias de la intimidación
exterior que amenaza con la pérdida de cariño de los educadores.
En “Inhibición síntoma y angustia” Freud dice
que cada etapa del desarrollo tiene adjudicada una condición de angustia, así
el peligro de desamparo psíquico corresponde a la época de carencia de madurez
del yo, el peligro de la pérdida del objeto a la de dependencia de otros en los
primeros años infantiles, el peligro de la castración a la fase fálica y el
miedo al superyó al periodo de latencia.
Podemos considerar dice Freud la angustia a la
castración como la única fuerza motivacional de los procesos de defensa que
conducen a la neurosis, pero al mismo tiempo vemos que no sería decisivo en el
sexo femenino, más dispuesto a la neurosis que los hombres. El desarrollo de la
niña es orientado por el complejo de castración hacia la carga amorosa de
objeto. En la mujer parece ser el peligro de la pérdida del objeto la situación
de mayor eficacia, con una modificación, no se trata ya de la pérdida del
objeto sino de la pérdida de su amor3.
Es importante considerar la
fuerte preeminencia del amor en el Edipo de la mujer4. Como hemos
visto Freud estudia los diferentes motivos por los cuales se genera la angustia
en el hombre y en la mujer, y dice que, si en el hombre el principal motivo es
la amenaza de la pérdida del órgano, en la mujer lo será la amenaza de la
pérdida del amor parental.
La imposibilidad de escribir la relación
sexual es el fundamento de la neurosis y el amor es una de las estrategias más
exitosas para velar esa imposibilidad. El
amor es una pasión femenina por excelencia, esta comporta lo ilimitado de la
exigencia amorosa5
Segunda diferencia, el superyó.
El niño después de haber
renunciado a ser el falo de la madre y de identificarse con el padre como
poseedor del falo por un lado y de asumir la posibilidad de perderlo por el
otro, asume el complejo de castración y se lanza a desear más allá de la
prohibición del incesto. En el varón el complejo de castración no es
simplemente reprimido, sino que permanece bajo amenaza al existir al menos uno,
el padre primordial que escapa a la castración, siendo este padre el fundamento
de lanzarlo a desear aquello que ha perdido. Así el superyó en el caso del varón
se constituye en el heredero del Complejo de Edipo en tanto regulador fálico.
Desde el punto de vista anatómico
el lado mujer se define por la carencia de pene y por otra parte la mujer no
puede heredar de la castración un superyó de la manera que los que sí lo tienen
y que subjetivamente están plenamente en la función fálica.
El complejo de castración en la
niña tiene como función forzarla al complejo de Edipo por tanto el superyó no
puede ser su heredero. Podemos preguntarnos como sale la niña del Edipo si no
resulta un superyó como heredero. En la
mujer la angustia de castración no simboliza todo el goce como en el caso del
varón.
En el texto de 1925 “Algunas
consecuencias de la diferencia sexual” Freud dice que en la niña falta todo
motivo de aniquilamiento de Complejo de Edipo. Este puede ser abandonado lentamente,
o liquidado por represión, o sus efectos persistir mucho tiempo y vacila al decir
que el nivel ético normal es distinto en la mujer que en el hombre. “El superyó
nunca llega a ser tan inexorable, tan impersonal, tan independiente de sus
orígenes afectivos como exigimos que lo sea en el hombre”6 por tanto
Freud plantea un superyó en la mujer más personal, es decir está más en primer
plano la relación con el otro Otro y más en contacto con lo afectivo, es decir
tiene una mayor libertad con el goce.7
Para Miller este problema del superyó femenino
no es más que una máscara del problema del goce femenino, goce no frenado por
el falo.8
Tercera diferencia, el goce femenino.
Lacan en su Seminario V “Las
formaciones del inconsciente” dice que una verdadera mujer tiene algo de extravío,
término clave porque quiere decir que el goce femenino, ese goce que no sería
fálico, que lo designamos como no todo, lo calificamos de sin límites, esto
significa sin referencias simbólicas, lo que permanece fuera del saber, lo
extraviado, que no tiene que traducirse como exceso. Es un goce difícil de
soportar. Es la falta de límites lo que nos revela la marca del goce femenino.
Si la mujer tiene algo de
extravío tal como propone Lacan, no es porque está perdida, descarriada o
desorientada, cosa que puede pasarle tanto a ellos como a ellas, sino porque el
goce que la habita es insituable, esto es la condición no localizable del goce
femenino9
¿Locura y goce femenino es lo mismo? ¿Por qué
a veces se designa al último como loco?
La naturaleza del goce femenino,
al ser de una naturaleza distinta al goce fálico, es un goce que causa culpa,
que obliga a pasar por un momento mediador entre Complejo de Castración y el
Complejo de Edipo y que coincide con la instauración fantasmática.
La estructuración del fantasma
perverso en la mujer, tiene relación con los diferentes momentos de la asunción
de la sexualidad femenina, es decir con la asunción del goce no todo que excede
a la función fálica. “La versión del fantasma hace consistir de manera
solidaria una versión de goce del ser femenino con una versión del goce del
padre”10. Estas fantasías de ser humillada, ser golpeada, ser
insultada, y miles más por el padre parten en el caso de la niña de su postura
edípica normal, de querer recibir el límite del padre para regular este goce.
De todo esto deducimos que a la
mujer no baste con definirla por la ausencia o carencia de pene, sino por un
exceso de goce que pide límites en la función fálica. Que la mujer admita el
hecho de su falta de pene, es decir que admita el hecho de la existencia de
este goce de más no quiere decir que se someta pacíficamente a él, sino que se
aferra a ese deseo de estar toda ella en la función fálica.
En un primer momento Lacan
discernió el goce femenino respecto del masculino. Pero hay un segundo tiempo y
aquello que llegó a entrever por el sesgo del goce femenino, lo generalizó
hasta transformarlo en el régimen del goce como tal11.
Una de las tareas analíticas
consiste en circunscribir, en escribir la imposibilidad de simbolizar todo el
goce femenino, lo que equivale a decir que el rasgo que define a la feminidad
en general es que siempre habrá un goce de más que escapa a la regulación
fálica.
El trayecto analítico de una
mujer según dice Esthela Solano en “Las mujeres, El amor, y el goce enigmático”.
Mujeres, Una por Una, consiste en separarse de las fijaciones que condensan la
demanda de amor edípica, dirigidas al padre y a la madre.
La culpa y la falta que se
imputaba a la madre se revelan como un malentendido, eran interpretaciones
coaguladas por el desamor. La madre del estrago se reduce en un análisis a una
serie de huellas dejadas por lalengua en el cuerpo, son S1 y la madre del
estrago resulta de una creencia consecutiva en los mandatos del significante
amo. Aquí se anuda la madre del estrago y el superyó como imperativo de goce.
Con respecto al padre el trabajo
analítico consiste en separarse de las distintas versiones del ser femenino
condensadas por la vía del fantasma, que son correlativas de una versión del
goce del padre.
El análisis separa a una mujer
del ideal y de toda comparación con otra mujer para consentir a su propia versión
de lo femenino.
El final del análisis no
reconcilia a la mujer con la envidia de pene, sino que, pasando de la lógica de
la falta a la lógica de lo imposible, ella puede saber que la relación con lo
imposible, es decir con lo real es lo propio de su posición. De ahí que ellas
puedan acceder a un saber hacer no con la falta, sino con el agujero en el
saber propio a lo real. Este es el principio de creatividad y de invención que
caracteriza para cada una su ser de mujer.
Resumiendo podemos decir que la llegada de la niña a la feminidad es el
resultado de un sinuoso camino por la sexualidad, donde se marca una gran
divergencia entre los sexos, no solo en cuanto a la anatomía ,
sino en cuanto a la diferencia
irreductible de los dos goces inconmensurables , el goce fálico que está dentro
de la función fálica por tanto dentro de la función simbólica de la castración,
y el otro goce que está de más, que le hace falta ser atravesado por la función
simbólica del falo.
Concha Miguélez
1Solano-Suarez E. Las mujeres, El amor, y el goce enigmático.
Mujeres, Una por Una. Pag.91 Editorial Gredos S.A.
2 Lacan J. El reverso
del psicoanálisis Seminario 17. Pag.118 Ediciones Paidos
3 Freud S. Obras
Completas. Inhibición Síntoma y angustia. Pág. 2866 Ediciones Orbis
S.A.
4Goya A. En 1988.
Jornadas de psicoanálisis. Lo masculino y lo femenino. Pág. 53
5Solano-Suarez E. Las mujeres, El amor, y el goce enigmático.
Mujeres, Una por Una. Pag.96 Editorial Gredos S.A.
6 Freud S. Obras Completas. Algunas
consecuencias de la diferencia sexual año 1925 pág. 2902 Ediciones Orbis S.A.
7 Tizio H. en La supuesta
peligrosidad femenina en Mujeres, Una por Una Pág. 64 Editorial Gredos S.A.
8 Miller J.A.
Recorrido de Lacan Clínica del superyó Pág.146 Manantial
9 Aguilar L. Extravío
femenino
10Solano-Suarez
E. Las mujeres, El amor, y el goce enigmático.
Mujeres, Una por Una. Pág98 Editorial Gredos S.A
11 Miller J.A. El ser
y el Uno pag.50
18 de noviembre de 2016 0:45 (75)