Adrián es un terremoto. No para un minuto quieto en casa. Tiene dos años y medio y sus padres creen que podría ser un buen deportista. Eliseo, su progenitor, ya le va enseñando algunas de las joyas de casa. Como si fuera un juguete, le muestra una chapa bronceada con una cinta de la bandera francesa. En una de las caras se dibujan monumentos de París como Notre Dame, la Torre Eiffel y el Arco del Triunfo.
Dentro de muy pocos años Adrián comprenderá qué significado tiene esa chapa para su padre. Esa medalla de bronce recuerda otra de las obras de arte de la capital francesa. Una noche de agosto del 2003 el estadio de Saint Denis fue testigo de la carrera más grande de la historia en los 3.000 obstáculos. En esos Campeonatos del Mundo, España demostró su poderío ganando cinco medallas. La plata fue para Paquillo Fernández en la marcha, Marta Domínguez en los 5.000 y Julio Rey en el maratón. Y el bronce para Yago Lamela en la longitud y Eliseo Martín en los 3.000 obstáculos.
En aquella esplendorosa final se citaron los mejores de siempre. Eran los kenianos Ezekiel Kemboi, Reuben Kosgei y Abraham Cherono; los plusmarquistas europeos Bouabdallah Tarhi y Simon Vroemen; el campeón de Europa Jukka Keskisalo y lo mejor de la armada española representada por José Luis Blanco, Luis Miguel Martín y Eliseo Martín. También corrieron los qatarís Sailfedin y Saif Saaeed Shaheen.
Saaeed se reveló en París como una estrella mundial. Keniano de nacimiento, su nombre verdadero era Stephen Cherono. Es el plusmarquista universal de la modalidad y Qatar le hizo una nacionalización express dos meses antes del Mundial. Le garantizaban un salario mensual y vitalicio de 1.000 dólares. "Era carismático y se reflejaba en su manera de correr. Le faltaba un poco la sencillez del atleta keniano. Saaeed tuvo más la personalidad de un atleta americano y se sentía estrella", explica Martín.
La medalla de bronce lograda por Eliseo aquella jornada es el éxito más importante del atletismo español en toda la historia en esa prueba. "Redondea una generación muy importante", explica Martín.
El por aquel entonces atleta del Hinaco Monzón llegaba en el mejor momento de su vida. Dos años antes fue sexto en los Mundiales de Sevilla y en el 2000, sexto en los Juegos de Sidney. Tenía 28 años. "Fue el momento de plenitud de mi carrera deportiva. Nunca lo olvidaré y es mi punto de referencia. Todo el mundo se acuerda de aquel atleta blanco que subió al tercer cajón del podio entre dos morenos", afirma en su casa de Monzón el atleta olímpico.
Los especialistas calificaron aquella final como una carrera de locos. "Saaeed reventó la prueba desde el inicio. Sacrificó al otro qatarí, Saifeldin, y le salió el primer 600 de liebre. Después le dejó, pasando el primer mil en 2.36". Por detrás del qatarí corría su hermano Abraham Cherono. Kemboi reaccionó más tarde y los capturó a dos vueltas y media del final. Martín siguió su táctica de las grandes citas de atrás para adelante y fue recogiendo cadáveres. "Las diferencias eran muy grandes. Pasaríamos el 2.000 a 5.30. El último kilómetro se puede ganar muchísimo más que en cualquier otra prueba". Martín llegó a ir el noveno, mientras Martín Berlanas le llegó a aventajar en cinco segundos. "Blanco no arriesgó y fue detrás mío intentando progresar. Luismi fue a por las medallas y quizás pecó de exceso de ambición", afirma Martín.
Última vuelta
A 450 metros del final Eliseo contactó con Berlanas y con los dos africanos. Saeed y Kemboi empezaron a juguetear y se pararon en seco a una vuelta de meta. Pero Kemboi dio el tirón definitivo a 300 metros del final. "A falta de tres obstáculos casi se cae Berlanas y estuve a punto de volver a cazar en la ría a la cabeza. En la recta de llegada Saaeed pasó a Kemboio en los últimos diez metros".
Saaeed ganó con unos espectaculares 8.04.39 y Eliseo llegó a meta con 8.09.09, la segunda mejor marca nacional de la historia. "Fui capaz de terminar en 2.38 el último mil y me sorprendí a mí mismo. Ese 8.09 sin correr semifinales rondaría el récord de España", afirma. Tras pasar la meta, Martín recuerda el griterío de la gente. "Javier Bordes, el presidente del Monzón, me lanzó la bandera de España". Instantes después, Martín vio a Fondi, su entrenador. "Bajó a la pista y nos fundimos en un abrazo. Era algo que llevábamos buscando mucho tiempo", concluye Martín.
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