Nos reúne hoy este hermosísimo cuento del maestro Stefan Zweig con un título que propongo tomar en la línea en la que creo que el autor nos traza como una invitación. ¿Fue él?
Visto el desarrollo y el desenlace del cuento, nosotros podríamos tenerlo más que claro, no necesitamos pararnos mucho en esa pregunta, claro que fue él, nos han preparado a lo largo de todo el relato para que podamos contestar sin dudarlo, efectivamente, fue él, ¿quién si no? La policía tras su investigación tampoco nos permite apuntar hacia ningún culpable más que el que todos sabemos, por tanto fue él.
Pero entonces debemos preguntarnos:
¿por qué el autor se ha empeñado en mantener ese título? Si sabemos que fue él, ¿a cuento de qué le añade los signos de interrogación que convierten la afirmación en pregunta? ¿Es que hay alguien aquí que pueda dudar de que nuestro sospechoso sea culpable? No nos hace falta ni siquiera un supuesto juicio para sentenciar que la culpabilidad de este crimen recae en él. ¿Para qué porfiar en el tono interrogativo? Piensen que en este estado de la situación, a Zweig no le hubiera costado nada suprimir las interrogaciones, y titular este cuento con un -Fue él- mucho más acorde con los hechos manifiestos. La obstinación de la pregunta nos plantea un enigma...
Seguir leyendo en...
No hay comentarios:
Publicar un comentario