Foto gentileza de: http://www.pagina12.com
Escrito por Jorge Alemán
Todas las llamadas telefónicas que hice a Argentina quedaban interrumpidas. Se trataba de un llanto distinto, de diversos registros, habitado por un dolor único e incomparable. No moría un ex presidente. No se trataba sólo de eso. Más bien comenzaba un vértigo que nunca había visto tomar forma en la Argentina actual.
En todos estos años Kirchner ha sido la Política en su experiencia más digna, ha sido la apuesta más extrema, la pregunta que había que recorrer en todas sus consecuencias, la interpelación en la que cada uno tenía que tomar su posición. Cualquiera de sus gestos desembocaba en una épica que permitía vislumbrar una nación posible. Kirchner era el torbellino que por fin atravesaba la inercia mediocre en la que la política argentina había jugado sus bazas: iba siempre más lejos que la sociedad civil y obligó a los llamados intelectuales a reconsiderar de nuevo la verdadera eficacia de sus recursos teóricos: sin él, no se hubieran escrito muchos libros, ni abierto muchas puertas, ni se hubieran inventado muchos de los caminos que ahora se recorren. Imposible hacer ahora el recuento de todas las transformaciones que surgieron gracias a su voluntad política: prefiero sólo demorarme en la generosidad de su voluntad inclaudicable, en el cuidado de la misma por sostener una visión histórica que siempre iba más allá. Qué gran privilegio haber sido su contemporáneo y enorgullecerse al comprobar que en el concierto de los políticos existió un argentino que nunca quiso saber nada de las astucias de la dimisión.
Hoy es un día en que no se puede dejar de llorar, pero esta emoción inabarcable por primera vez la siento teñida de un dolor patriótico. Hasta hoy, confieso que nunca había tenido una comprensión cabal de lo que implica un dolor semejante. Porque en esa tristeza aparece la fuerza de un Legado que exige por fin asumir un antes y un después en la Argentina.
Se ha muerto un hombre de la verdad en la época de los simulacros. Esa verdad exigirá tarde o temprano nuevos testimonios.
Esta Presidenta ahora transita por un dolor sin límites y deberá ser acompañada hasta el confín de ese legado. Ella y él hicieron nacer una nueva manera de ser argentinos, de indagar su historia y de abrirla al mundo. Que la luz de nuestros caídos, que la decisión que alumbra nuestras banderas, que el dolor de cada uno se transformen en la nueva plataforma que propicie esta nueva experiencia de la Argentina, donde por fin se sepa quiénes somos en nuestro continente y en el mundo. La última vez que escuché a Kirchner recuerdo cómo cada una de sus palabras deshacían la retórica y se volvían cercanas y ciertas, tocadas por una Voluntad que sólo habita en el que sabe lo que es un destino y cómo se juega en la suerte de una Nación.
Este duelo que se inicia con la fuerza que sólo tienen las pérdidas verdaderas es el nuevo fuego, el nuevo torbellino que finalmente sabrá nutrir la lucha renovada, la única respuesta posible a la altura de nuestro Hombre de Estado, el que con su valentía y generosidad invitó por fin a los argentinos a separarse de los canallas que quieren matar la apuesta por ser argentinos y latinoamericanos con soberanía y dignidad.
Jorge Alemán es Consejero Cultural de la Embajada Argentina en España.
Publicado el viernes 29 de octubre de 2010 en ‘Página12′ de Buenos Aires
Todas las llamadas telefónicas que hice a Argentina quedaban interrumpidas. Se trataba de un llanto distinto, de diversos registros, habitado por un dolor único e incomparable. No moría un ex presidente. No se trataba sólo de eso. Más bien comenzaba un vértigo que nunca había visto tomar forma en la Argentina actual.
En todos estos años Kirchner ha sido la Política en su experiencia más digna, ha sido la apuesta más extrema, la pregunta que había que recorrer en todas sus consecuencias, la interpelación en la que cada uno tenía que tomar su posición. Cualquiera de sus gestos desembocaba en una épica que permitía vislumbrar una nación posible. Kirchner era el torbellino que por fin atravesaba la inercia mediocre en la que la política argentina había jugado sus bazas: iba siempre más lejos que la sociedad civil y obligó a los llamados intelectuales a reconsiderar de nuevo la verdadera eficacia de sus recursos teóricos: sin él, no se hubieran escrito muchos libros, ni abierto muchas puertas, ni se hubieran inventado muchos de los caminos que ahora se recorren. Imposible hacer ahora el recuento de todas las transformaciones que surgieron gracias a su voluntad política: prefiero sólo demorarme en la generosidad de su voluntad inclaudicable, en el cuidado de la misma por sostener una visión histórica que siempre iba más allá. Qué gran privilegio haber sido su contemporáneo y enorgullecerse al comprobar que en el concierto de los políticos existió un argentino que nunca quiso saber nada de las astucias de la dimisión.
Hoy es un día en que no se puede dejar de llorar, pero esta emoción inabarcable por primera vez la siento teñida de un dolor patriótico. Hasta hoy, confieso que nunca había tenido una comprensión cabal de lo que implica un dolor semejante. Porque en esa tristeza aparece la fuerza de un Legado que exige por fin asumir un antes y un después en la Argentina.
Se ha muerto un hombre de la verdad en la época de los simulacros. Esa verdad exigirá tarde o temprano nuevos testimonios.
Esta Presidenta ahora transita por un dolor sin límites y deberá ser acompañada hasta el confín de ese legado. Ella y él hicieron nacer una nueva manera de ser argentinos, de indagar su historia y de abrirla al mundo. Que la luz de nuestros caídos, que la decisión que alumbra nuestras banderas, que el dolor de cada uno se transformen en la nueva plataforma que propicie esta nueva experiencia de la Argentina, donde por fin se sepa quiénes somos en nuestro continente y en el mundo. La última vez que escuché a Kirchner recuerdo cómo cada una de sus palabras deshacían la retórica y se volvían cercanas y ciertas, tocadas por una Voluntad que sólo habita en el que sabe lo que es un destino y cómo se juega en la suerte de una Nación.
Este duelo que se inicia con la fuerza que sólo tienen las pérdidas verdaderas es el nuevo fuego, el nuevo torbellino que finalmente sabrá nutrir la lucha renovada, la única respuesta posible a la altura de nuestro Hombre de Estado, el que con su valentía y generosidad invitó por fin a los argentinos a separarse de los canallas que quieren matar la apuesta por ser argentinos y latinoamericanos con soberanía y dignidad.
Jorge Alemán es Consejero Cultural de la Embajada Argentina en España.
Publicado el viernes 29 de octubre de 2010 en ‘Página12′ de Buenos Aires
No hay comentarios:
Publicar un comentario