"La Federación Española de Atletismo arruinó mi carrera deportiva con un falso positivo"
ALBA DÍEZ RUIZ | Barcelona
Cuando a uno le hablan de dopaje, jamás se para a pensar en la inocencia del señalado, sino todo lo contrario; "drogadicto" es lo más suave que se le puede llegar a decir. En ese momento, el deportista que está en el punto de mira es tratado, literalmente, como un delincuente al que se le niega toda presunción de inocencia y al que todos repudian y dan la espalda, los mismos que no hace mucho encharcaban el suelo con elogios y no dudaban en salir con él en la foto. Pero, ¿qué pasa cuando ese presunto positivo resulta que no lo es? Y peor aún, ¿qué pasa cuando ese positivo es un invento, cuando un laboratorio miente y cuando una federación encubre una injusticia?
El día en que se arrebató un sueño
Corría el año 2004. Víspera de los Juegos Olímpicos de Atenas. El presidente de la Real Federación Española de Atletismo (RFEA), José María Odriozola, comparecía el 11 de agosto ante los medios de comunicación para ofrecer la lista oficial de los 59 atletas que representarían a España en dicha olimpiada. Aquella rueda de prensa estuvo marcada por las insinuaciones que surgieron en cuanto a la falta de nitidez respecto a los controles de dopaje llevados a cabo por la federación. Ante las especulaciones que se suscitaban, el presidente Odriozola se mostró visiblemente enojado y espetó a los allí presentes que en tema de dopaje "no admitía lecciones de nadie".
En aquella época y en un contexto de preolimpiada, la sombra del dopaje era muy alargada y un asunto muy sensible de cara a la opinión pública. Las federaciones debían mostrar una imagen de lucha implacable contra esa lacra.
"Ni una vez me he tragado un positivo, ni he dejado de sancionar cuando el caso es definitivo. No nos podemos poner histéricos en vísperas de los Juegos y crear una mala imagen sin ninguna justificación", aseveró Odriozola.
Con el tiempo se demostraría que estas palabras caían en saco roto. Ante la presión mediática y el marcaje de la opinión pública al que se veían sometidas las federaciones, la necesidad de demostrar que la lucha contra el dopaje era real apremiaba la salida a la palestra de algún caso que así lo constatara.
"Cabeza de turco"
Ricard Fernández Carrión, un atleta nacido en Canet de Mar (Barcelona), fue el escogido para ser el "cabeza de turco". Ricard, que en aquel tiempo tenía 29 años y era subcampeón de España en los 10.000 m, no consiguió la marca mínima para poder participar en aquellos Juegos Olímpicos. Sin embargo, el mazazo llegó cuando el día 23 de agosto del 2004 le comunicaron que el control antidopaje que había pasado en aquella prueba clasificatoria había dado positivo por EPO. El "golpe" psicológico fue brutal y, en un segundo, todo su mundo se le vino encima.
"Aquel día evidentemente se terminó mi carrera deportiva con todo lo que ello conllevó y, claro está, me hundieron a nivel personal. Yo me quedé en estado de shock y realmente no entendí nada. En mi vida deportiva iniciada desde muy joven siempre defendí la limpieza en el deporte e incluso me consideraba una víctima de los que realmente utilizaban métodos prohibidos."
"Lo que más me sorprendió fue el trato vejatorio que sufrí por parte del director del Laboratorio, tuve oportunidad de hablar con él y casi se puede decir que se reía de mí. Nunca olvidaré su actitud soberbia y arrogante. Realmente yo allí percibí algo sospechoso. Alguien cercano al laboratorio, a nivel personal y confidencial, me dijo que investigara, que no me rindiera porque él había visto cosas muy extrañas en mi caso".
La lucha de David Vs. GolliatFue entonces cuando Ricard, convencido de su inocencia, decidió emprender un duro pulso para demostrar que se había cometido una injusticia. El atleta, que había finalizado sus estudios de Derecho Laboral, decidió representarse a sí mismo ante los diferentes órganos federativos y comenzar una ardua investigación, ayudado por su socio y amigo Miguel Liñán. Posteriormente el abogado Eduardo Bas se encargaría de defenderle ante la justicia ordinaria. Con el tiempo fueron capaces de ir desmantelando paso a paso toda la trama que había alrededor de ese falso positivo. "Evidentemente luchar contra la RFEA no fue fácil e hicieron todo lo posible para desestabilizarnos. Incluso llegaron a seguir efectuándome controles de dopaje, aún estando retirado". El acoso fue tal que llegaron a acusarle de un nuevo positivo, el cual fue anulado por el propio Comité Español de Disciplina Deportiva.
Finalmente, las investigaciones dieron sus frutos y pudieron demostrar ante el juez que aquel control antidopaje, ya de por sí plagado de irregularidades, había dado negativo y cómo de manera inexplicable y saltándose todos los principios éticos y morales existentes en el deporte y en cualquier otra faceta de la vida, el Laboratorio del Consejo Superior de Deportes de Madrid decidió inventarse que la muestra había sido positiva por EPO. El informe pericial que se hizo sobre las actuaciones del laboratorio y que fue prueba determinante en la resolución del juicio, deja las cosas muy claras respecto a cómo se procedió.
Se pudo demostrar que la muestra de orina del primer control había sido negativa y que, por lo tanto, se adulteró el resultado de dicha prueba. Pero para que la acusación de dopaje pudiera seguir adelante era necesario que el contra-análisis también fuera positivo. "En los controles antidopaje, la muestra de orina se divide en dos recipientes, A y B, para que, en caso de dar positivo, pueda procederse al contra-análisis". Dado que en el caso de Ricard se había manipulado la muestra A para que diera positivo, en el contra-análisis con la muestra B volvió a incurrirse en el mismo delito y se manipuló de nuevo.
Pero aún hay más. Legalmente se establece que el personal del laboratorio que analiza la muestra A debe ser diferente al que analiza la muestra B. Esto se hace para asegurar que no existe ningún tipo de condicionamiento subjetivo a la hora de confirmar un positivo. Pues bien, tal y como se indica en el mencionado informe pericial del caso, esto no ocurrió, puesto que las firmas son las mismas. Así pues quedó demostrado que el mismo sujeto que se "inventó" el positivo en la muestra A analizó también la muestra B. Este proceder es completamente irregular, pero fue necesario para que no se descubriera la trama y se pudiera seguir adelante con la falsa acusación.
La batalla no ha hecho más que comenzar
Tras 5 largos años de intensa lucha, la verdad sale a la luz y el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, mediante una sentencia dictada el 2 de marzo de 2010, falla favor de Ricard Fernández e indica que jamás existió positivo alguno, anulando así todas las acusaciones contra él imputadas.
Ricard está "feliz" con la sentencia pero advierte que ahora hay que "depurar" responsabilidades ya que se ha cometido un hecho "muy grave, vamos, de juzgado de guardia". Incluso, el presidente Odriozola le "felicitó" por la resolución aunque en todo momento se lavó las manos despachando el asunto mediante email y echándole la culpa al laboratorio. Por esto y porque cree que merece una explicación "como Dios manda", Ricard va a pedir explicaciones así como que se cumpla lo que el presidente Odriozola le prometió en un mail enviado el día 3 de marzo de este mismo año: restablecer su título de subcampeón de 10.000 del año 2004 y la marca conseguida en aquella prueba, la eliminación de su nombre de los registros de dopaje positivo y el envío de una nota de prensa a todos los medios de comunicación explicando y asumiendo el error y dejando impune de toda acusación o sospecha a la figura de Ricard.
A pesar de que su carrera deportiva terminó aquél fatídico 23 de agosto, Ricard no ha permitido que le arrebataran una de las cosas más importantes de su vida, el amor por el atletismo, un deporte que sigue practicando y fomentando hoy en día entre los más jóvenes presidiendo una asociación deportiva –l'Associació Esportiva Canet Race- y su equipo de atletismo, los Canet Racers, y organizando una carrera urbana en Canet de Mar que se disputará el 2 de mayo. A Ricard le gustaría dedicarse en el futuro a algo relacionado con el deporte como marketing deportivo o en comunicación deportiva, pero antes quiere limpiar su imagen, exigir explicaciones – "porque aunque barajo varias razones, me gustaría oírlo de sus bocas" - , reparar el honor sesgado y hacer pagar a los culpables para que su caso, al igual que ocurre en la lucha contra el dopaje, sirva de ejemplo de que nadie es intocable y de cómo no debe procederse en el deporte y en la vida. "Sólo quiero justicia para que esto no vuelva repetirse".
En aquella época y en un contexto de preolimpiada, la sombra del dopaje era muy alargada y un asunto muy sensible de cara a la opinión pública. Las federaciones debían mostrar una imagen de lucha implacable contra esa lacra.
"Ni una vez me he tragado un positivo, ni he dejado de sancionar cuando el caso es definitivo. No nos podemos poner histéricos en vísperas de los Juegos y crear una mala imagen sin ninguna justificación", aseveró Odriozola.
Con el tiempo se demostraría que estas palabras caían en saco roto. Ante la presión mediática y el marcaje de la opinión pública al que se veían sometidas las federaciones, la necesidad de demostrar que la lucha contra el dopaje era real apremiaba la salida a la palestra de algún caso que así lo constatara.
"Cabeza de turco"
Ricard Fernández Carrión, un atleta nacido en Canet de Mar (Barcelona), fue el escogido para ser el "cabeza de turco". Ricard, que en aquel tiempo tenía 29 años y era subcampeón de España en los 10.000 m, no consiguió la marca mínima para poder participar en aquellos Juegos Olímpicos. Sin embargo, el mazazo llegó cuando el día 23 de agosto del 2004 le comunicaron que el control antidopaje que había pasado en aquella prueba clasificatoria había dado positivo por EPO. El "golpe" psicológico fue brutal y, en un segundo, todo su mundo se le vino encima.
"Aquel día evidentemente se terminó mi carrera deportiva con todo lo que ello conllevó y, claro está, me hundieron a nivel personal. Yo me quedé en estado de shock y realmente no entendí nada. En mi vida deportiva iniciada desde muy joven siempre defendí la limpieza en el deporte e incluso me consideraba una víctima de los que realmente utilizaban métodos prohibidos."
"Lo que más me sorprendió fue el trato vejatorio que sufrí por parte del director del Laboratorio, tuve oportunidad de hablar con él y casi se puede decir que se reía de mí. Nunca olvidaré su actitud soberbia y arrogante. Realmente yo allí percibí algo sospechoso. Alguien cercano al laboratorio, a nivel personal y confidencial, me dijo que investigara, que no me rindiera porque él había visto cosas muy extrañas en mi caso".
La lucha de David Vs. GolliatFue entonces cuando Ricard, convencido de su inocencia, decidió emprender un duro pulso para demostrar que se había cometido una injusticia. El atleta, que había finalizado sus estudios de Derecho Laboral, decidió representarse a sí mismo ante los diferentes órganos federativos y comenzar una ardua investigación, ayudado por su socio y amigo Miguel Liñán. Posteriormente el abogado Eduardo Bas se encargaría de defenderle ante la justicia ordinaria. Con el tiempo fueron capaces de ir desmantelando paso a paso toda la trama que había alrededor de ese falso positivo. "Evidentemente luchar contra la RFEA no fue fácil e hicieron todo lo posible para desestabilizarnos. Incluso llegaron a seguir efectuándome controles de dopaje, aún estando retirado". El acoso fue tal que llegaron a acusarle de un nuevo positivo, el cual fue anulado por el propio Comité Español de Disciplina Deportiva.
Finalmente, las investigaciones dieron sus frutos y pudieron demostrar ante el juez que aquel control antidopaje, ya de por sí plagado de irregularidades, había dado negativo y cómo de manera inexplicable y saltándose todos los principios éticos y morales existentes en el deporte y en cualquier otra faceta de la vida, el Laboratorio del Consejo Superior de Deportes de Madrid decidió inventarse que la muestra había sido positiva por EPO. El informe pericial que se hizo sobre las actuaciones del laboratorio y que fue prueba determinante en la resolución del juicio, deja las cosas muy claras respecto a cómo se procedió.
Se pudo demostrar que la muestra de orina del primer control había sido negativa y que, por lo tanto, se adulteró el resultado de dicha prueba. Pero para que la acusación de dopaje pudiera seguir adelante era necesario que el contra-análisis también fuera positivo. "En los controles antidopaje, la muestra de orina se divide en dos recipientes, A y B, para que, en caso de dar positivo, pueda procederse al contra-análisis". Dado que en el caso de Ricard se había manipulado la muestra A para que diera positivo, en el contra-análisis con la muestra B volvió a incurrirse en el mismo delito y se manipuló de nuevo.
Pero aún hay más. Legalmente se establece que el personal del laboratorio que analiza la muestra A debe ser diferente al que analiza la muestra B. Esto se hace para asegurar que no existe ningún tipo de condicionamiento subjetivo a la hora de confirmar un positivo. Pues bien, tal y como se indica en el mencionado informe pericial del caso, esto no ocurrió, puesto que las firmas son las mismas. Así pues quedó demostrado que el mismo sujeto que se "inventó" el positivo en la muestra A analizó también la muestra B. Este proceder es completamente irregular, pero fue necesario para que no se descubriera la trama y se pudiera seguir adelante con la falsa acusación.
La batalla no ha hecho más que comenzar
Tras 5 largos años de intensa lucha, la verdad sale a la luz y el Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, mediante una sentencia dictada el 2 de marzo de 2010, falla favor de Ricard Fernández e indica que jamás existió positivo alguno, anulando así todas las acusaciones contra él imputadas.
Ricard está "feliz" con la sentencia pero advierte que ahora hay que "depurar" responsabilidades ya que se ha cometido un hecho "muy grave, vamos, de juzgado de guardia". Incluso, el presidente Odriozola le "felicitó" por la resolución aunque en todo momento se lavó las manos despachando el asunto mediante email y echándole la culpa al laboratorio. Por esto y porque cree que merece una explicación "como Dios manda", Ricard va a pedir explicaciones así como que se cumpla lo que el presidente Odriozola le prometió en un mail enviado el día 3 de marzo de este mismo año: restablecer su título de subcampeón de 10.000 del año 2004 y la marca conseguida en aquella prueba, la eliminación de su nombre de los registros de dopaje positivo y el envío de una nota de prensa a todos los medios de comunicación explicando y asumiendo el error y dejando impune de toda acusación o sospecha a la figura de Ricard.
A pesar de que su carrera deportiva terminó aquél fatídico 23 de agosto, Ricard no ha permitido que le arrebataran una de las cosas más importantes de su vida, el amor por el atletismo, un deporte que sigue practicando y fomentando hoy en día entre los más jóvenes presidiendo una asociación deportiva –l'Associació Esportiva Canet Race- y su equipo de atletismo, los Canet Racers, y organizando una carrera urbana en Canet de Mar que se disputará el 2 de mayo. A Ricard le gustaría dedicarse en el futuro a algo relacionado con el deporte como marketing deportivo o en comunicación deportiva, pero antes quiere limpiar su imagen, exigir explicaciones – "porque aunque barajo varias razones, me gustaría oírlo de sus bocas" - , reparar el honor sesgado y hacer pagar a los culpables para que su caso, al igual que ocurre en la lucha contra el dopaje, sirva de ejemplo de que nadie es intocable y de cómo no debe procederse en el deporte y en la vida. "Sólo quiero justicia para que esto no vuelva repetirse".
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