Foto: REUTERS (el pais.com)
C. ARRIBAS - Madrid
Aún ahora, cuatro meses después, Natalia Rodríguez se descubre dándole vueltas en la cabeza a lo que fue, lo que pudo haber sido, lo que no fue, la final de los 1.500 metros de los Mundiales de atletismo de Berlín; meditando sobre la diferencia entre lo que uno piensa de la imagen que da al mundo y la que el mundo, en realidad, tiene de uno.
"Más que sentir una injusticia, pienso que me compliqué la vida con la táctica"
Por ejemplo, la atleta tarraconense se sentía, se sabía, la mejor antes incluso de la final de Berlín, una competición para la que había hipotecado el resto de la temporada; se sabía capaz de correr en grandes marcas, 3m 56s o 57s, pero para el mundillo atlético internacional ni existía antes ni existió después. No figuraba en ninguna relación previa de favoritas -todas ellas, elaboradas según los registros del año, todas dominadas por Jamal y Burka-; tampoco figura en los top ten habituales de final de año, ni siquiera en el de Track and Field News, la biblia del atletismo. Entre medias de ambas inexistencias existió no como la frágil Natalia que es su imagen de marca en España, sino como la enemiga pública número uno, que es como la miró el público de Berlín a juzgar por sus exagerados e inauditos abucheos.
"Eso no lo tengo en cuenta. Voy mirando hacia adelante", dice Rodríguez, de 30 años; "pero, cuando pienso en ello, en los últimos 300 metros de la final de Berlín, más que sentir que sufrí una injusticia [fue descalificada después de ganar la prueba por empujar a una rival, la etíope Burka], me domina la sensación de haberme complicado la vida con la táctica. En aquel momento era la única salida que veía y, si no supiera lo que pasó, volvería a hacer lo mismo, aunque después me di cuenta de que podía haber esperado y pasar por fuera".
Su entrenador, Miguel Escalona, que acaba de ser elegido el mejor técnico español del año, cree que sólo un clavo saca otro clavo, que sólo se sabrá si Natalia ha metabolizado lo sucedido en Berlín en una competición similar, otros Mundiales al aire libre o unos Juegos, lo cual significaría que 2010, año sin grandes citas, seguiría siendo un año de penitencia emocional. Pero ella quiere pensar diferente. "Estoy con la misma ilusión y con más rabia por vivir lo que he vivido, lo cual aumenta mi motivación", dice; "ya estoy trabajando fuerte para llegar bien en marzo a los Mundiales de pista cubierta. Necesito desquitarme un poquito".
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