Foto: Blas
De la naturaleza del amor. Comentario de María José Martínez sobre la novela Mal de Piedras de Milena Agus.
En la primera página del libro nos encontramos con esta cita:
“Si no he de conocerte nunca, haz al menos que te extrañe”
Pero, ¿de qué estamos hablando? Pues del Amor, naturalmente, y esta frase podría ser la principal petición de un particular “padrenuestro” para que así, extrañándolo, añorándolo en su totalidad, saber inventarlo.
La autora de esta curiosísima novela, Milena Agus, nos embauca desde el primer momento contándonos esta historia, tal vez real, con la voz distante y atenuante de una nieta que resulta ser la confidente absoluta de una abuela rara, “la loca”, la que asustaba a los pretendientes escribiéndoles poemas de amor impregnados de cosas sucias. Y es que la abuela estuvo a punto de quedarse soltera esperando y esperando, fiel al Amor, como una Penélope cualquiera, hasta que la vida, ese juego caprichoso de encuentros y desencuentros, le brinda el, diríamos, primer azar, en forma de marido casi obligado, para hacerla circular a la fuerza por la carretera principal.
Nos encontramos primero con una familia que le impone un marido al cual ella, por vivir en una sociedad patriarcal, ha de aceptar, pues ella representa aquí a la “primera mujer”, según clasificación de Lipovetsky, dependiente del hombre y subordinada a él en este tipo de sociedades en las que la obediencia al padre y a la ley civil estaba por encima de cualquier otro deseo.
Después de esto, ella se queda esperando, inconsciente y desconcertada, muchas veces cómica, un segundo azar. Y este tiene lugar en el famoso balneario donde ella encuentra al Veterano, que es quien pone en marcha, para siempre, los latidos de su ya incontrolable deseo. Él la escucha, la enaltece, la valora, la eleva de rango, y ella empieza a vislumbrar otra historia. Así deja de ser la primera mujer, la sometida, y pasa a tener otras perspectivas dentro de las cuales el Veterano se convierte en el amor de su vida del que cuenta todo a su nieta que nos lo traspasa. Y todo esto cuajado de historias paralelas y terribles, de abuelos y abuelas que se tiran a pozos, y de palizas y exorcismos eclesiales contra el deseo femenino. La novela está narrada casi toda en tercera persona y con cierta distancia indiferente, con sucesivos avances y retrocesos sobre aquella familia tan mediterránea y peculiar, cuya historia creemos mientras disfrutamos con el feliz amor logrado por la abuela. En la última página nos enteramos de que casi todo lo que la abuela cuenta fue un invento.
“Usted me inventó”, le dice el veterano en una carta sencilla y sincera, tanto, que hasta le dice que ahora se gusta más así, como ella lo había imaginado, y que hasta se viste mejor. Y con esa frase tan sencilla le descubre el misterio de ese sentimiento del que tanto se habla en el mundo.
El Amor necesita ser inventado, creado sobre un ser especial, sobre ese ser particular que nada más verlo se reconoce, ese ser que habita el mismo lugar mental que la persona que lo inventa, puesto allí a su disposición, para luego, ayudada ella por la distancia, por una cierta distancia, también mental, poder crearlo, construirlo, añadirle, imaginarlo, idealizarlo, saberlo feo y adorarlo a pesar de su pata de palo, de sus camisetas arrugadas, de su desaliño imposible de ver porque ya lo reviste de nuevo para poder disfrutar de un ser a la medida de su necesidad, para conseguir enderezar y labrar su destino a través de su imaginación enferma, para no tirarse más al pozo y para ver a ese hermoso ser portador, soportador, más bien, del Amor curativo de su alma que acaba por curar también su cuerpo y su mal de piedras.
Desde ese Amor, y con el íntimo lenguaje amoroso en su cabeza, es desde donde ella, que tantas veces cedió a su desesperación, acaba por agradecer a Dios su vida porque, ayudada por el azar, ya le ha encontrado la magia. La cosa, pues, merecía la pena, pues aún siendo sólo desde su imaginación, ella se ha liberado y convertido en esa “tercera mujer” de la cual el filósofo francés nos ha dado las últimas noticias.
El profesor Amorós en su libro Momentos mágicos de la Literatura, nos comenta que si alguien le dice que ama a Stendhal, en principio, se fía de él. Sepamos también de Stendhal que El rojo y el negro, La cartuja de Parma, y Sobre el amor, fueron libros prohibidos, al menos en España, por la Iglesia Católica. Este último librito, que es un estudio importante sobre el amor romántico, fue escrito a raíz de un fuerte fracaso amoroso.
¿Es peligroso el amor? La Iglesia lo vio siempre como la guerra o el entendimiento, al fin, entre los dos sexos. Era peligrosa pues la lectura de esas obras donde el amor romántico y el real se contraponen y analizan muy seriamente.
Y es en esta deliciosa obra de Milena Agus, donde el amor se nos presenta como la salvación absoluta para una persona que era tan buena y esforzada, que hasta perfeccionaba las prestaciones para que su marido pudiese fumar tranquilo sin gastar dinero. Y es tan bonito y tan ingenuo su delirio, que su disposición amorosa hacia el Veterano encuentra disculpa en la autora, que la defiende y justifica a través de su familia y de su marido, que siempre encuentra la forma de ayudarla y consolarla. Dos hombres buenos, su amante imaginario y su marido real, que de alguna forma la sostienen en la vida.
Gracias a la autora por esta simpática historia de una psicosis muy seria que, descrita con un cierto estilo naif, nos ha llevado hasta el final sin hacernos sufrir demasiado.
María José Martínez Sánchez
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La novela "Mal de piedras" de Milena Agus recibe comentarios elogiosos. Se citan incluso algunas frases del libro.
ResponderEliminarPero cuantos escriben sus opiniones parecen no tener en cuenta que la novela que han leído no fue escrita en castellano, sino en italiano, y que el texto que leyeron para poder elogiar después, fue vertido a nuestro idioma por un traductor.
Es una lástima que no se mencione su nombre, pues parte del mérito le corresponde. Se trata de un dato que no debería faltar.