Usain, un hombre nacido para hacer historia
Cuando Usain Bolt aterrizó en el Aeropuerto Internacional de Pekín el año pasado para disputar los Juegos Olímpicos, apenas tenía que hacer frente a un par de cámaras de televisión y una decena de fotógrafos que hacían guardia en la terminal de llegadas. A pesar de que por aquel entonces ya era el hombre más rápido del momento, el jamaicano acudía a la cita olímpica con dos intenciones: colgarse la mayor cantidad de oros posibles al cuello y convertirse en una leyenda. Logró tres oros y tres records del mundo, buen material con el que empezar a escribir su propia historia.
De figurante de lujo a actor oscarizado. En la capital oriental, el relámpago de Sherwood pulverizó el cronómetro en los 100 metros lisos -9,69 segundos-, los 200 metros lisos -19,30 segundos- y el 4x100 metros lisos -37,10 segundos- junto a sus compatriotas Carter, Frater y Powell, de quien hasta entonces había sido delfín. La imagen de Bolt cruzando la línea de meta con los brazos abiertos y golpeándose el pecho dando buena cuenta de una insultante superioridad respecto a sus rivales. Jacques Rogge, presidente del COI, criticó esos aspavientos por lo que él consideró una falta de respeto hacia sus compañeros, pero no eran más allá que las pruebas de un festejo. Todo el mundo se rindió a los pies de este súperhombre.
Bolt nació hace 22 veranos en Trewlany, en la costa noroeste de Jamaica, en el seno de una familia modesta cuya mayor referencia deportiva había sido su padre, Wellesley, quien de joven había sido jugador de cricket. Pero Usain prefirió el atletismo. No cumple con el arquetipo de velocista fornido, contundente y que afronta cada carrera concentrado en sus tacos de salida. Bolt reparte sus 86 kilos de peso en 196 centímetros de altura y pasa los minutos previos a cada carrera saludando al público y evadiendo su mente de malos augurios. Cuando la pistola se dispara, echa a volar, porque él hace tiempo dejó de correr, y no gira la cabeza hacia el reloj hasta que, una vez que ha cruzado la línea de meta, sabe en sus adentros que ha hecho algo importante.
Usain Bolt es un tipo sincero, sencillo, realista y fiel a sus valores y creeencias. Cuando empezó a destacar como júnior y fichó como técnico a Glen Mills, tuvo la opción de irse a entrenar a Estados Unidos, pero prefirió quedarse en su querida y cálida Jamaica. Cuando no está compitiendo, le gusta desestresarse con sus amigos, comer hamburguesas en el McDonalds, jugar a la consola, ver partidos del Manchester United -su equipo favorito-, conducir su BMW M3, o ir de fiesta. No se separa de su Ipod, donde se puede escuchar a Little Wayne, Charlie Black, reagge o música electrónica. Hacer de Dj es su otra gran habilidad.
El jamaicano, el mismo desconocido que llegaba a Pekín hace casi un año, es ahora un ídolo en su país y un icono en el mundo entero. En Facebook, por ejemplo, tiene una comunidad de fans que supera el millón y que cada día comentan y debaten sobre sus hazañas. Y es que este 16 de agosto de 2009 pasará a la historia por una nueva página de oro en el manual del buen corredor del atleta jamaicano. Bolt, desafiando a propios y extraños, volvió a parar el mundo haciendo una marca de 9.58 en la final de los 100 metros lisos del Mundial de Berlín. Este showman ha demostrado que es un hombre de retos y de leyendas. Una leyenda que seguro tiene muchos más capítulos...
Fuente: marca.com
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