domingo, 24 de mayo de 2009

3853. Edurne Pasabán: "Motiva saber que en otoño podré ir al Sisha Pangma". Está en Zaragoza y ha sido reconocida en la MAZ.


Edurne Pasaban y Alex Chicón
Foto: Carlos Martínez (as.com)


EFE
La montañera española Edurne Pasaban, que el pasado 18 de mayo holló la cima del Kangchenjunga (8.586 metros) en el que es su duodécimo ochomil, aseguró hoy en el Hospital MAZ de Zaragoza, donde se recupera de las lesiones que sufrió en el descenso, que "motiva saber que en otoño podré ir al Sisha Pangma (8.027)".
Recordó que las primeras preguntas que le hizo a Ricardo Arregui cuando revisaba sus dedos eran que si iba a estar bien para septiembre y le dijo que "sí, pero con un verano tranquilo y de playa y sin pisar hielo", por lo que ya sabe que lo que deberá hacer será entrenar con "bicicleta y corriendo en la playa".
Ahora su objetivo es recuperarse de las lesiones y empezar a preparar una nueva expedición, aunque la familia le ha insinuado que "pase de los dos que quedan" pero la motivación le llega "por el cariño que te da la gente y es lo que te da la fuerza para tirar pra delante".
Al Kangchenjunga lo calificó como una montaña "enorme con un volumen gigante y muy largo, y las referencias que tenía eran duras y ha sido así" y después de haberlo hollado se alegra porque sabe que "no vuelvo más".
Al respecto de su compañero de expedición, el alavés Juanito Oiarzabal, que sumó su vigésima tercera ascensión a un ochomil, afirmó que "hay personas y luego está Juanito que es de otra casta" y recordó que cuando estuvo en 1991 y sufrió un grave accidente "las pasó canutas y todavía tenía ganas de volver" y añadió que "de cabeza es un tío duro y los ochomiles que ha hecho ha sido por ser como es".
A pesar de lo sucedido, Pasabán no está dispuesta a renunciar a su carrera por ser la primera mujer del mundo en hollar los catorce ochomiles, en la que está igualada con doce ascensiones con la austríaca Gerlinde Kaltenbrunner, mientras que la italiana Nives Meroi suma una menos.
"Las congelaciones son más leves de lo que pensaba y ahora lo que tengo ganas de recuperarme del cansancio y descansar y, porque no, pensar más allá. Ahora estoy bien pero todo ha sido muy rápido, pero lo que te anima es estar en casa y volver a estar con tus padres y tus amigos", dijo.
"De las congelaciones estoy mejor de lo que pensaba al principio, aunque en los pies, en los que ya sufrí congelaciones en el 2004 en el K-2 (8.611), vuelve a haber en dos dedos, pero con una recuperación bastante corta", dijo.
Al respecto de las quemaduras por hipotermia en el pulpejo del primer dedo de la mano derecha se mostró esperanzada de que "no haya que tocar nada, aunque es el que más negro está".
Una de las preocupaciones que tenían los médicos era la traqueobronquitis que ya arrastraba antes de hacer cumbre en el Kangchenjunga, que incluso le impedía hablar y que le producía tos pero había que "descartar una neumonía".
"Cuando estás allí dices que es el momento de subir no te preocupa tanto lo que te está pasando de la tos, pero creo que me ha afectado a la hora de subir y ha afectado a la hora de subir y sobre todo en el descenso y ha hecho que tuviera un agotamiento increíble", comentó.
Recordó que para los componentes de la expedición el haber llegado al campo IV supuso la tranquilidad de decir "ya está, pero mi problema comenzó del campo IV hacia el campo III" cuando le llegó "el agotamiento, tiro la toalla y digo dejarme aquí".
Alabó el trabajo realizado por todos sus compañeros porque "me tuvieron que bajar arrastras" para hacer un camino que normalmente cuesta una hora y que a ella le costó hacer "cinco horas".
Fuente: as.com

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