Un semáforo en una calle de Moscú
Foto: Dmitri
Moscú
Dmitri Polikarpov
El jamaicano Usain Bolt, el hombre más rápido del planeta, necesita tan solo 9,69 segundos para recorrer 100 metros. Un moscovita que vive en la céntrica avenida Leninski tiene que aprender a correr una distancia parecida en tan solo 15 segundos. La edad y la preparación física que tenga dan igual. Este es el tiempo que se da en hora punto para cruzar una de las arterias principales de la ciudad por un paso de cebra. Terminada esa pequeña pausa, el semáforo vuelve abrir el camino a una corriente sin fin de coches.
No es una situación aislada
La avenida Leninski no es una excepción. La situación en las demás arterias principales es igual o peor. Técnicamente, no hay manera de cruzarlas sin infringir las reglas de circulación. El porqué de este fenómeno es muy evidente. Si las autoridades alargan el tiempo para el paso de peatones, Moscú se atascará. Sin embargo, esa explicación no es un gran consuelo para los moscovitas pedestres. En comparación con las estrechas calles de las ciudades europeas, las avenidas moscovitas parecen un campo raso. De la acera de los pares no se ve las caras de los que están en la de enfrente. Además, no hay suficientes pasos subterráneos. Hay tan pocos como si estuviéramos a principios de los 90, cuando en Moscú había cinco veces menos vehículos. Por si fuera poco, los conductores moscovitas no tienen la costumbre de frenar al ver a un peatón que se dispone a cruzar la calle.
Malos modos
Lo tradicional es pitar, asomarse por la ventana y echarle maldiciones en cara a un “imbécil” que se ha atrevido a pisar la pista llena de coches. Algunos conductores llegan a tales extremos que empiezan a pelear o, peor, a disparar. Los pocos conductores bien educados que sí frenan al ver a un peatón en un paso de cebra, a veces lo pagan caro. Ponen a los que cruzan en una situación aun más peligrosa.
Siempre habrá alguien que acelerará para adelantar a un coche que ha aminorado la marcha delante del paso de cebra. A menudo se puede observar una escena muy típica: un coche se detiene para dar el paso a una anciana, pero esta se niega a moverse haciendo desde la acera gestos con la mano para que el coche pasase. La babushka no se moverá hasta que desaparezcan todos los coches.
Los que más sufren del deporte de cruzar las calles son los niños y los pensionistas. Si una persona físicamente bien preparada y que no lleve tacones altos es capaz de correr 100 metros en pocos segundos, a los mayores y a los pequeños el rojo les sorprende en medio del camino. No importa que un marcador muestre los pocos segundos que queden.
Para dorar la píldora a los peatones, el Gobierno ruso acaba de subir de 100 a 1.000 rublos (de 2,2 a 22 euros) la multa por no dejar pasar a un peatón por un paso de cebra. Sin embargo, la propuesta más radical, que ofrecía subir la multa hasta 5.000 rublos (110 euros), fue rechazada por los diputados de la Duma (Cámara baja). Al fin y al cabo, estos están acostumbrados a contemplar el paisaje urbano desde la ventanilla de una limusina, conducida por un chofer.
Fuente: xornal.com
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Foto: Dmitri
Moscú
Dmitri Polikarpov
El jamaicano Usain Bolt, el hombre más rápido del planeta, necesita tan solo 9,69 segundos para recorrer 100 metros. Un moscovita que vive en la céntrica avenida Leninski tiene que aprender a correr una distancia parecida en tan solo 15 segundos. La edad y la preparación física que tenga dan igual. Este es el tiempo que se da en hora punto para cruzar una de las arterias principales de la ciudad por un paso de cebra. Terminada esa pequeña pausa, el semáforo vuelve abrir el camino a una corriente sin fin de coches.
No es una situación aislada
La avenida Leninski no es una excepción. La situación en las demás arterias principales es igual o peor. Técnicamente, no hay manera de cruzarlas sin infringir las reglas de circulación. El porqué de este fenómeno es muy evidente. Si las autoridades alargan el tiempo para el paso de peatones, Moscú se atascará. Sin embargo, esa explicación no es un gran consuelo para los moscovitas pedestres. En comparación con las estrechas calles de las ciudades europeas, las avenidas moscovitas parecen un campo raso. De la acera de los pares no se ve las caras de los que están en la de enfrente. Además, no hay suficientes pasos subterráneos. Hay tan pocos como si estuviéramos a principios de los 90, cuando en Moscú había cinco veces menos vehículos. Por si fuera poco, los conductores moscovitas no tienen la costumbre de frenar al ver a un peatón que se dispone a cruzar la calle.
Malos modos
Lo tradicional es pitar, asomarse por la ventana y echarle maldiciones en cara a un “imbécil” que se ha atrevido a pisar la pista llena de coches. Algunos conductores llegan a tales extremos que empiezan a pelear o, peor, a disparar. Los pocos conductores bien educados que sí frenan al ver a un peatón en un paso de cebra, a veces lo pagan caro. Ponen a los que cruzan en una situación aun más peligrosa.
Siempre habrá alguien que acelerará para adelantar a un coche que ha aminorado la marcha delante del paso de cebra. A menudo se puede observar una escena muy típica: un coche se detiene para dar el paso a una anciana, pero esta se niega a moverse haciendo desde la acera gestos con la mano para que el coche pasase. La babushka no se moverá hasta que desaparezcan todos los coches.
Los que más sufren del deporte de cruzar las calles son los niños y los pensionistas. Si una persona físicamente bien preparada y que no lleve tacones altos es capaz de correr 100 metros en pocos segundos, a los mayores y a los pequeños el rojo les sorprende en medio del camino. No importa que un marcador muestre los pocos segundos que queden.
Para dorar la píldora a los peatones, el Gobierno ruso acaba de subir de 100 a 1.000 rublos (de 2,2 a 22 euros) la multa por no dejar pasar a un peatón por un paso de cebra. Sin embargo, la propuesta más radical, que ofrecía subir la multa hasta 5.000 rublos (110 euros), fue rechazada por los diputados de la Duma (Cámara baja). Al fin y al cabo, estos están acostumbrados a contemplar el paisaje urbano desde la ventanilla de una limusina, conducida por un chofer.
Fuente: xornal.com
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