Escribe Dionisio Alonso, el entrenador de los hermanos España, Jesús y Fran, que cuando llega una competición es cuando el atleta disfruta de verdad de ser atleta; cuando puede comprobar adónde le han llevado las semanas de entrenamiento, rutina y aburrimiento y dónde están sus rivales; cuando puede, por fin, disfrutar corriendo. Quizás por eso el martes, en las pistas de Madrid, Juan Carlos Higuero estaba mohíno. No tan alegre como de costumbre, rezongaba mientras hacía estiramientos: "Qué envidia los que se van a Turín, qué envidia..." Quizás por eso Arturo Casado guiaba con una sonrisa de oreja a oreja los entrenamientos de su grupo, polluelos a su alrededor, tan alto, tan corpulento, tan formal. Bueno, quizás por eso y porque diez días antes había ganado el campeonato de España del 1.500 y había barrido instantáneamente las telarañas que en su cerebro había dejado la frustración de Pekín; por eso también, pero sobre todo por la expectativa de unos Europeos, y encima en pista cubierta, donde tan bien suele irle al atletismo español en general y al 1.500 en particular, que se acaba convirtiendo en una cura psicológica de éxito garantizado. Por eso la pena de Higuero, el campeón saliente y plata en 2002 y 2005, que se acaba de recuperar de una lesión.
Josephine Onyia, con la mejor marca en 60m vallas, baja por una gastroenteritis
Hace dos años, en los Europeos de Birmingham, Higuero lideró en la prueba reina de la distancia media un podio español en el que Sergio Gallardo fue plata y Casado bronce. Ausente también Gallardo, le toca a Casado convertirse, a los 26 años, cuatro después de su irrupción, en el jefe de un trío que también aspira al triple y que incluye a Diego Ruiz y a un debutante de 21, el vallisoletano Álvaro Rodríguez.
Y como el 1.500 (semifinales, mañana; final, el domingo, 16.50) todo el equipo español se presenta en el Oval, el pabellón construido en la antigua fábrica FIAT, bajo el signo de la renovación -sólo cinco de los diez medallistas de 2007 acuden y debuta un espíritu libre, un genio de 18 años y saltarín por naturaleza llamado Miguel Ángel Sancho- y de las elevadas expectativas, cifradas entre seis y diez medallas.
Por orden de aparición (su final es hoy a las 18.50), el primer medallable es el vallista Jackson Quiñónez. También lo podía haber sido Josephine Onyia, que venía con la mejor marca de las participantes y ayer anunció que no correrá por una gastronteritis. El leridano de origen ecuatoriano, pese a su gran capacidad competitiva que le llevó a finales olímpicas y mundiales, tiene complicado repetir el bronce de Birmingham: el ruso Borisov, el francés Doucouré y el holandés Sedoc, actual campeón, llegan con mejor marca.
Junto al 800 y el 1.500, la tercera gran especialidad española en pista cubierta son los 3.000, masculinos y femeninos. Ausente Marta Domínguez, que se ha tomado un invierno sabático de competiciones, una veterana que corre con la alegría de una juvenil, Nuria Fernández, la que hace un par de semanas logró la mejor marca mundial en 1.500, encarna las posibilidades españolas (domingo, 16.30) mientras que en chicos (mañana, 17.15) Jesús España buscará demostrar que su sabiduría táctica le hace superior al británico Mo Farah, el autor de la mejor marca mundial del año, a quien ya derrotó cuando ganó en Gotemburgo 2006 y cuando el bronce de Birmingham.
Otra veterana, Natalia Rodríguez, se trabajará el 1.500 femenino (mañana, 17.35) mientras que la llama del 800 masculino -16 medallas a lo largo de la historia, cinco de ellas de oro- la portará (domingo, 16.15), ante el gran Borzakowski, un jovencito sevillano, Luis Alberto Marco, de 22 años, por delante del barcelonés Miguel Quesada, plata en Birmingham.
La última superviviente de Birmingham, y única mujer, Ruth Beitia, también lo tendrá duro para repetir medalla. Este invierno aún no ha pasado los dos metros mientras que la croata Vlasic y la alemana Friedrich ya han saltado por encima de 2,05.
Fuente: el pais.com
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