José Verón firmando su libro
«LEJOS de la codicia,/ un lugar en la rama del árbol solitario/ donde esperan, callados, los versos nunca escritos»: son los últimos versos de 'En las orillas del cielo'. 'Lejos', 'solitario', 'callados': tres palabras -una de cada verso- que creo que orientan muy bien sobre la obra del poeta, narrador, fotógrafo y periodista José Verón Gormaz (Calatayud, 1946). Una labor la suya seria, silenciosa y reconocida, como ponen de relieve algunos de los reconocimientos recibidos o, lo que para un escritor es más valioso, el respeto de otros colegas como Antón Castro o Enrique Badosa en el magnífico prólogo a sus epigramas (primero en los Epigramas del último naufragio, Barcelona, Seuba, 1998, reproducido luego en Epigramas incompletos, Centro de Estudios Bilbilitanos, 2007). 'En las orillas del cielo' recoge la voz más íntima, depurada y desnuda de la poesía de Verón: la cita inicial del Li Po -«Hablo en voz baja: temo que se despierte el cielo»- nos da ya la clave de una dicción que premeditadamente se adelgaza para dejar todo el peso en lo que el poeta considera realmente sustantivo: una indagación en lo esencial, en las zonas de lo desconocido y el misterio.
El texto de Mark Strand que abren la primera parte del libro es una nueva orientación para el lector: «Tengo una llave/ y abro la puerta: entro/ y está oscuro; entro/ y está más oscuro. Entro».
Se trata aquí, a través del poema, de descubrir «los secretos de un viejo laberinto», y ese afán, para el poeta ("el vigía"), se revela como sueño que, en cierto modo, escapa a la razón. En 'Poética' queda claro el punto de partida: «Han llegado hasta mí niebla y palabras/ desde el confuso mar de la memoria» y, como en un hacer casi ajeno a la voluntad del poeta, queda, «en una hoja en blanco del cuaderno», el poema.
Poder de concentración
La capacidad de concentración expresiva que había demostrado José Verón en sus epigramas (dice en uno de ellos, 'Obediceincia',: «¿Me obligan a comerla?/ ¿La comeré, de acuerdo!/ Pero sepan ustedes/ que esta tarde me amarga») da aquí un paso más y ahora, con tono lógicamente distinto -de lo punzante y satírico a lo hondo y lo reflexivo-, a la brevedad de los textos, se unen el espacio en brumas, la sugerencia, el guiño literario («Como un grito de vida/ tomo un libro e mis manos./ En él arden las tierras, abrasadas,/ las sílabas, los versos,/ el mítico horizonte cegado por el sol»), o el presentimiento -y la fatalidad- de lo sombrío («Algo, dentro de mí,/ me ordena levantarme/ y andar, andar despacio./ Siento que voy en busca de la nada»; «Alas de oscuridad./ Cae sombra transparente/ sobre lo indefinido./ El mundo de las formas se estremece»).
Junto a las ya mencionadas, nuevas citas de T. S. Eliot, René Char, Ezra Pound y Paul Celan dan cuenta de afinidades poéticas que no quedan sólo en intenciones sino que se logran en lo concreto de la realidad textual.
Volumen preciosamente editado en la colección 'Intensa (poemarios de bolsillo)' de Tropo Editores, tiene el lector en sus manos, por su exquisito cuidado formal y, precisamente, por la intensidad de su contenido, una pequeña gran joya.
Fuente: diario sur.es
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