Lewis Hamilton
Fernando Alonso
JUAN RÍOS
La Fórmula Uno volvió a su cauce en China. Después de dos carreras con un ganador inesperado, el circo se detuvo en el circuito internacional de Shanghai para dejar constancia de su versión monótona. Carrera en seco, salida sin incidentes, liderato apenas amenazado y victoria del autor de la 'pole': Lewis Hamilton, el piloto más criticado del paddock. El británico dominó donde el año pasado quebró parte de sus sueños y acaricia ahora su primer título ante un Felipe Massa tercero, inofensivo e impotente ante el empuje del McLaren. Concluido el periplo asiático, el campeonato pone rumbo a Brasil con la certeza de que sólo una catástrofe privará a Hamilton de levantar su primer título. Concretamente, terminar quinto si gana Massa, o sexto si el brasileño no se sube a lo más alto del cajón en Sao Paulo. Esta vez, Alonso, cuarto, no será la llave que decida el ganador. Ya no quedan más fantasmas en Shanghai.
La reacción de Hamilton tras el apagón de los semáforos resultó tan brutal que acabó de un plumazo con el morbo de la salida. Raikkonen y Massa, demasiado dóciles, prefirieron no arriesgar y se mantuvieron en sus posiciones viendo cómo el McLaren del inglés recortaba casi un segundo por vuelta en los primeros cinco giros de la carrera. Minutos después, la diferencia con Ferrari era tan evidente que la carrera se convirtió en un soliloquio sin un sólo sobresalto. Sólo cabía esperar y admirar a un Hamilton que calcaba sus tiempos vuelta a vuelta, seguido de dos Ferrari impotentes tras la estela del MP4 23.
Resuelto el enigma de los primeros metros en cabeza, la atención se trasladó a la segunda y tercera fila de la parrilla. Heikki Kovalainen y Fernando Alonso protagonizaron uno de los pocos incidentes reseñables de la carrera exceptuando el accidente de Jarno Trulli en la cola de la comitiva. El finlandés de McLaren se lanzó a por los primeros puestos sin miramientos, dispuesto a colaborar en la victoria de su compañero, pero el camino estaba flanqueado por un Renault en alza que se codeaba cómodamente con la firma del cavallino.
La lucha se prolongó en las primeras curvas del trazado oriental con un duelo en paralelo que se adjudicó Kovalainen gracias a la fuerza de su propulsor, pero Alonso no estaba dispuesto a ceder. En la séptima vuelta, la destreza del asturiano le devolvió a su lugar de origen y ahí se acabaron las sorpresas. Ni Kovalainen volvió a intentarlo ni Fernando Alonso pudo acercarse a Massa pese a registrar tiempos casi idénticos a cada paso por la línea de meta.
El sinuoso trazado de Shanghai y el reventón de Heikki condenaron aún más una carrera que perdía vuelta a vuelta la emoción vivida en la segunda mitad del calendario. Hamilton corría en solitario, sin nadie en el retrovisor, y Ferrari comenzaba a hacer números. Como el segundo puesto de Kimi Raikkonen no favorecía las opciones de Felipe Massa para hacerse con el Mundial de pilotos, la orden del equipo fue tajante: Massa debía acabar segundo. Así se hizo. Raikkonen bajó el ritmo hasta superar el minuto y cuarenta segundos por vuelta (lo normal rondaba el minuto y treinta y seis) en una artimaña tan efectiva como poco deportiva y el suramericano pasó a la segunda plaza. Todo vale con tal de ganar.
La victoria era cuestión de tiempo. Hamilton volvió a sonreir mientras el pit-lane se ceba a críticas sobre su valía como piloto. Silencio y trabajo, ésas son las consignas. Un año más, Interlagos decidirá el Mundial. Las opciones están abiertas, y los milagros sólo se cumplen cuando se trata de Fórmula Uno. Si Shanghai fue una pesadilla el año pasado, éste ha sido un dulce sueño, pero Hamilton tiene todavía que despertar para poder entrar en la historia del automovilismo.
Fuente: el pais.com
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