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Don Quijote regresó este lunes a Toledo. Allí se lo encontró Cervantes perdido entre unos cartapacios y papeles viejos que compró a un muchacho en el Alcaná, la calle de los mercaderes. Estaban escritos en caracteres arábigos y firmados por un tal Cide Hamete Benengeli. Así, con el juego del manuscrito encontrado, colocó el autor el origen de su hidalgo en Toledo, y allí volvió el Caballero de la Triste Figura.
En el Museo de Santa Cruz, precisamente en la calle Cervantes, y en un acto presidido por los Reyes, se entregó el Premio Internacional Don Quijote, convocado por el Gobierno de Castilla-La Mancha y la Fundación Santillana. Dotado con 25.000 euros y una escultura de Manolo Valdés titulada La lectora, el galardón recayó, en su primera edición, en el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, y en el escritor mexicano Carlos Fuentes.
El primero lo recibió en la categoría de Mejor Labor Institucional para reconocer el apoyo que el jefe del Estado brasileño dio a la llamada Ley del Español, que impulsa definitivamente la enseñanza de la lengua española en las escuelas de su país. Más de nueve millones de estudiantes y 30.000 profesores se beneficiarán de esa iniciativa. Fuentes, por su parte, recibió el galardón a la más destacada Trayectoria Individual. Suyas son algunas de las más importantes novelas escritas en lengua española en las últimas décadas y suyo es el nombre de Territorio de La Mancha, acuñado por el novelista para hablar del espacio cultural común de los hispanohablantes.
En nombre de las entidades convocantes del premio, José María Barreda, presidente de la Juan de Castilla-La Mancha, e Ignacio Polanco, presidente de la Fundación Santillana, destacaron tanto la vigencia de personaje cervantino como la vitalidad de la lengua española. Barreda armó simbólicamente a los premiados "caballeros del idioma español, campeones del territorio de La Mancha" mientras Polanco recordó que los 400 millones de hispanohablantes gozan del mejor lazo posible.
"Seamos generosamene universales para ser provechosamente nacionales", dijo Víctor García de la Concha, director de la Real Academia Española, citando al mexicano Alfonso Reyes después de recordar los años que Carlos Fuentes pasó escribiendo guiones de cine al lado de su amigo García Márquez. García de la Concha recordó, así, la interprelación del Nobel colombiano: "Fontacho, ¿qué vamos a hacer? ¿salvar al cine mexicano o escribir novelas?" Eligieron el camino de la novela y el resto es historia viva de la literatura.
En su discurso de recepción del premio, Carlos Fuentes empezó con otra pregunta: ¿Por qué es tan actual Cervantes? A responderla dedicó unas palabras que empezaron con Thomas Mann leyendo el Quijote en el barco que le llevaba a América huyendo del horror nazi y que terminaron con una invocación al brasileño Machado de Assís, "Machado de la Mancha", el gran heredero de Cervantes en el siglo XIX latinoamericano. Como recordó el autor de Terra nostra, por los grandes escritores sabemos que "tenemos un porvenir que desear y un pasado que recordar, pero sólo deseamos y recordamos en el presente. Toda gran obra es un llamado a la acción".
A Machado de Assís se refirió también en su elogio de Lula Juan Luis Cebrián, miembro de la RAE y consejero delegado del grupo Prisa (editor de EL PAÍS), pero antes de evocar, en portugués, las machadianas "ilusiones del futuro", Cebrián subrayó las cualidades cervantina del presidente brasileño, en el que, dijo, se une el porte físico y el pragmatismo de Sancho y la "terca defensa de los desfavorecidos" de don Quijote. El académico, de paso, aprovechó la ocasión para destacar la labor del político brasileño a favor del español como lengua de los negocios, la cultura y la integración, en contraste con "algunas batallas episódicas" que se dan en España a cuenta de la convivencia lingüística.
Lula, por su parte, recordó el "extraordinario potencial de transformación" de la cultura y, fiel al guión no escrito de la noche, habló de Don Quijote como metáfora de idealismo, audacia e imaginación. Y advirtió: "Solo con imaginación no cambiamos la realidad, pero sin imaginación corremos el riesgo de quedar presos en el conformismo". Igualmente, destacó su empeño en impulsar la Ley del Español, pero recordó que acababa de firmar el Acuerdo Ortográfico de la Lengua Portuguesa para aproximar el idioma usado en los países lusófonos. "Quien sabe", dijo, "en un futuro próximo, tendremos más autoridades, más allá del Rey de España, hablando portugués con fluidez. Y menos autoridades brasileñas hablando portuñol".
El Rey, de hecho, cerró el acto con un imprevisto muito obrigado. Antes, el presidente Zapatero había recordado que fue en Toledo donde Cervantes dijo haber encontrado unos papeles viejos que contenían las aventuras de un loco eterno llamado don Quijote de La Mancha.
Símbolo de rebelión y esperanza
En su retrato del presidente Lula, Juan Luis Cebrián recordó los años de obrero metalúrgico del mandatario brasileño. Duros como el hierro, flexible como el acero, testarudos como el plomo y brillantes si les da el sol. Así son, dijo el periodista y académico, los trabajadores de la industria pesada, como si yunques, tornos y fresadoras fueran símbolo de rebelión y esperanza. Cebrián repasó la biografía de un chaval que maduró su proyecto político empezando a trabajar a los 12 años, levantándose contra la dictadura y dando con sus huesos en la cárcel hasta convertirse en "hombre de Estado y referencia moral". Una vida que tal vez espera un Carlos Fuentes que la escriba.
Basta ver a Lula enumerar de cerca sus propósitos para el porvenir para darse cuenta de que le falta el meñique de la mano izquierda. Se lo llevó una máquina en sus años de obrero. Sabe, pues, de qué habla. "Por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida", decía Cervantes. Aventurar un dedo puede parecer poca cosa al que los tienen todos. Vista la energía y la llaneza con la que habla, al presidente brasileño parecen sobrarle para señalar el futuro...
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