JUAN RÍOS
El Circo de las paradojas se vistió de gala en Spa-Francorchamps para la quinta victoria de la temporada de Lewis Hamilton con una carrera rota por la lluvia que dejó en la retina de los miles de espectadores belgas uno de los mejores finales de carrera de la temporada. En tan sólo 14 kilómetros de recorrido Raikkonen rompió su coche y parte de sus esperanzas, Renault regaló inexplicablemente el tercer podio de Fernando Alonso y BMW recogió el premio a la audacia al cambiar los neumáticos de Nick Heidfeld a falta de dos giros. Aún más líder, el paciente Lewis Hamilton dio una nueva lección de pilotaje, desbancó al finlandés de su trono en Bélgica y dio un gran paso al título mundial acompañado de su escudero, Felipe Massa (Ferrari) que sigue esperando su oportunidad sin saber si llegará antes del GP de Brasil.
Los gritos del equipo McLaren por la radio de Lewis Hamilton reflejaron la importancia de una victoria como la de hoy. Si la lluvia no hubiera aparecido, probablemente Lewis Hamilton hubiera mantenido una estrategia más conservadora. Pero Spa es símbolo de espectáculo, y legó un final de infarto. Con las gomas mojadas y desgastadas, a falta de dos vueltas, Raikkonen mantenía el primer puesto controlando por el espejo a Hamilton. Todavía quedaba tiempo para la heroica, y el inglés se transformó en su última ofensiva. Asustó con su morro a Raikkonen en chicane de entrada a meta y se salió de la trazada, se dejó adelantar para no ser sancionado y reinició su ataque en la recta. Quedaba una vuelta, un mundo. Antes del primer vértice, Raikkonen era segundo, pero el finés no quería el segundo puesto y apretó. Apretó tanto que terminó acompañando a Hamilton por la escapatoria, luchando a la desesperada por no perder una plaza que conservaba desde la primera vuelta. La tuvo aún más cerca, con el paseo de Hamilton por la hierba, pero el hombre de hielo no pudo mantener hoy la cabeza fría ante el acoso de un Lewis Hamilton sediento de título, y terminó su paso por Bélgica con un trompo y un golpe contra el muro. Fin a falta de una vuelta.
44 giros antes, el piloto de Ferrari salía dispuesto a reivindicar su categoría de campeón, de dueño del podio. No le importó que el asfalto estuviera mojado, ni tener un McLaren delante; tampoco que su compañero estuviera delante y con más puntos en la tabla. El finlandés se lanzó a por la segunda plaza desde el apagón y tras dejar a Kovalainen en la primera curva, enfiló el Ferrari de Felipe Massa en el Raidillon. El brasileño luchó en paralelo en la recta de Kemmel pero se rindió a su llegada al segundo sector. El respeto de equipo y el compañerismo tendrían que esperar. Segundo, Raikkonen puso rumbo al McLaren de Lewis Hamilton, que sería su siguiente víctima. El británico salió lanzado en la salida y no tuvo problemas para completar la primera vuelta, pero pagó con un trompo sus nervios al ver en el retrovisor a Kimi Raikkonen, que se sentó hasta el final en el trono de la carrera.
No menos reseñable fue la gesta de Alonso. El asturiano evocó su época dorada en Renault con una salida que sólo empañó Jarno Trulli sacándole de la trazada en su llegada al primer vértice. Sebastian Bourdais embestió el Toyota del italiano y Alonso completó el giro por la escapatoria para no buscarse problemas. La discreta salida de Heidfeld y Kovalainen primero y el colapso de la horquilla después favorecieron la escalada del español, que salió en un airoso cuarto puesto por detrás de Hamilton, Massa y Raikkonen. Rozó la tercera plaza ante un Massa 'tocado' tras el adelantamiento de Raikkonen, pero la falta de tracción de su Renault hizo imposible la épica. Vuelta a vuelta, el Ferrari del brasileño incrementó la distancia con el bólido del bicampeón, impotente en las largas rectas de Spa. La firma del rombo tuvo que consolarse con ver cómo Massa y Alonso entraban casi al unísono a repostar en el pit-lane. Por primera vez, ambos equipos jugaban con la misma estrategia y, sin embargo, la distancia entre uno y otro no era tan abismal como en otras carreras.
Con el cuarteto de cabeza resuelto y la pista seca, el Gran Premio se convirtió en una procesión de coches sin apenas incidentes. Kovalainen, arrepentido de su tímida salida, firmó el más destacado del día en la novena vuelta con una maniobra que los comisarios penalizaron con un drive-through (paso por la calle de boxes sin detenerse). El finés lanzó su monoplaza a la desesperada en una curva donde el adelantamiento era imposible, y lo pagó caro. Perdió su oportunidad, su séptima plaza a favor de Kubica y, a la postre, cualquier opción de llegar a la zona de puntos.
Hamilton estrecha el cerco
Pese a la aparente quietud al frente de la carrera, la distancia de Raikkonen comenzó a reducirse. Lewis Hamilton aprovechó la relajación del nórdico al frente de la carrera para arañar tiempo a cada curva, a cada recta, hasta rozar los dos segundos de distancia. No cejó en su empeño el británico, pero su etapa de corredor impulsivo pasó. Ahora, más templado al volante de su MP4-22, Hamilton decidió conservar su segunda posición sin riesgos. Entró en la vuelta 25 justo por detrás de Raikkonen, por si la lluvia o el infortunio quebraban sus aspiraciones de cara al final de carrera, a una décima del sorprendente Toro Rosso de Vettel.
La referencia con el finlandés se recortó a un segundo cuando restaban seis vueltas para el final, a nueve décimas con cuatro vueltas para el final y a una décima a falta de dos. Llegó la lluvia y empezó la fiesta. 28 kilómetros interminables para un Raikkonen que vio desde el muro cómo su máximo rival en carrera sonreía satisfecho en un podio donde faltaba Fernando Alonso. Su ausencia se debió a la decisión de un equipo que prefirió copiar a BMW cambiando de neumáticos en la última vuelta. La firma francesa aseguró los puntos, pero dejó a su piloto sin premio.
¿Error o acierto? Si hubiera salido el coche de seguridad tras el accidente de Raikkonen, las posibilidades de Alonso hubieran crecido hasta la de tocar el primer podio, pero la decisión de los comisarios de seguir el curso de la carrera truncó los planes cautelosos de la escudería francesa. Pasado el trance, lo que sí queda patente es que el Mundial empieza a tener nacionalidad británica. Ferrari no consigue encontrar la destreza que destila un Hamilton confiado, pero todavía tiene tiempo. Monza será la prueba de fuego, quizá la última, para que el caballo rampante pueda desbocarse y lanzar a sus pilotos a por el título.
Fuente: el pais.com
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