Alejandro Delmás
Plantarse tras más de diez horas de vuelo desde Madrid en la extraña ciudad que es el actual Pekín (algo "rarísimo", según Chema Martínez) tiene estas cosas. La llegada fue a las 6:00 horas de la mañana, hora de Pekín. El seleccionador de balonmano, Juan Carlos Pastor, no dejó dormir al gran equipo que él mismo guió al título mundial en 2005. Razonó Pastor: "Teníamos entrenamiento a las nueve de la mañana, y no pensábamos ir, pero no les hemos dejado que duerman. He planeado un entrenamiento de rodaje y carrera suave a primera hora de la tarde. ¿La Villa Olímpica? A mí no me parece mal, aunque es la primera vez que me alojo en algo semejante. No sé qué diran otros".
El espléndido equipo de judo, con la gran Isabel Fernández al frente, posó al completo para AS en la puerta de la residencia española, ya en la Villa Olímpica. No había terminado Pepe Andrés de disparar el angular, cuando Ana Carrascosa, a la que se le cerraban los ojos, musitó con un hilito de voz: "Y ahora, vámonos a dormir". Se fueron a estirar los marciales músculos.
Otro gran equipo, el de natación sincronizada, liderado por Gemma Mengual, tampoco aprovechó su horario de entrenamiento, entre 14:38 y 15:43 horas, en la profundísima piscina de competición del llamado Cubo de Agua. Pero el equipo de sincro no se quedó sin baño. Hubo paseo bajo la lluvia cálida y fina de Pekín. El agua de la piscina del Cubo, el National Aquatics Centre, está a 27 grados, pero la llovizna china no es nada fría: "¿Es lluvia provocada, no?", decían ciertos recién llegados.
Durante la segunda parte del vuelo directo Madrid-Pekín, con 182 deportistas olímpicos a bordo, los médicos suministraron comprimidos inductores de sueño para que unos y otros fueran haciéndose al horario.
A la llegada a la T-3 del aeropuerto internacional Pekín Capital, aún casi de madrugada en esta tremenda ciudad, autocares a pie de pista llevaron a los equipos directamente a la Villa Olímpica. Allí, la gente chequeó habitaciones, teléfonos, horarios de entrenamientos... y ordenadores.
A primera hora de la tarde, Chema Martínez y Alessandra Aguilar ya trotaban por las avenidas arriadas de la Villa Olímpica. Mientras, lituanos y rusos, los herederos de los que, en otra época, y en España, surcaban El Corte Inglés, ahora sólo tenían una palabra en los labios: "Internet, please, Internet, ¿dónde, por favor...?" Pekín no duerme ni cree en las lágrimas: ni tampoco en el wi-fi.
Fuente: as.com
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