Blas entrenando en el Cerro de los Ángeles
8. Éramos jóvenes que andábamos buscando algo más
José García Fernández (el señor García), era una persona muy influyente en CASA. Era el hombre de confianza del INI. Tenía, en la empresa, más poder que el director y entre sus aficiones se encontraba una gran pasión por el atletismo.
El responsable del deporte era José Mingo Guerrero (Mingo), que también estaba muy interesado en cuidar la imagen atlética de los alumnos de la Escuela de Aprendices, a los que daba clases de gimnasia y hacía correr todos los días.
Al iniciar mi actividad laboral en CASA cerca de estas dos personas (el señor García y Mingo), se me facilitó durante algún tiempo la posibilidad de poder acudir a entrenar durante mi jornada de trabajo, a las instalaciones deportivas donde asistían a dar sus clases los jóvenes aprendices.
Todos los días a las 10,30 me ausentaba del trabajo, me iba a entrenar y volvía a la oficina a las 11,30. Como el “manda más” me lo permitía y aunque a mis jefes no les parecía bien no les quedaba más remedio que aceptarlo, en contra de su voluntad; que era que yo me quedase trabajando.
La pista de atletismo, donde entrenábamos, estaba cubierta de carbonilla, se corría con bastante dificultad y mientras no te caías todo iba bien. Pero si tenías la mala suerte de dar con tus huesos en el suelo, que no era nada raro, debido a las irregularidades del terreno, ya podías estar contento si no salías despellejado por el contacto con el cisco.
El entrenamiento consistía en dar vueltas a la pista y a las canteras, que así se denominaba el terreno donde se encontraba la zona deportiva.
Las canteras estaban siempre con agua de lluvia, que no desaparecía en todo el año.
Recuerdo que hice un descubrimiento que me llamó mucho la atención. Fue ver corriendo por la pista a un chico de unos quince años, con una piedra que sujetaba con las manos a la altura del pecho.
Este método lo utilizaba el profesor para corregir la tendencia que tenía el joven a correr inclinándose hacía atrás. Era un procedimiento de entrenar surrealista que había que acatar, ya que por entonces no se podía protestar, y además parece que no le debía ir muy mal, debido a lo mucho que corría Jesús Coronel, cuando no llevaba la piedra en las manos. Tenía excelentes facultades físicas.
Ante mis ojos van desfilando como excelentes retratos, los nombres de una serie de personas empeñadas en intentar descubrir y desvelar como debería ser un ser humano libre. Éramos jóvenes que andábamos buscando algo más. Nos unía nuestro amor al atletismo.
Tuvimos que enfrentarnos contra la indiferencia e incomprensión de la sociedad española de los años sesenta y setenta. Nos llamaban locos. Que nos fuéramos a trabajar y nos dejáramos de tanto correr. Las personas que nos criticaban, ignoraban que para nosotros el correr era una actividad lúdica, que realizábamos al margen de nuestra jornada laboral, y que aquellos chiflados, como nos calificaban, ya habían realizado aquel día un trabajo de al menos ocho horas.
Yo creía que la dureza, la intolerancia y la intransigencia con la que nos trataba aquella sociedad y las dudas y las sombras que se abatían sobre nosotros los atletas, si perseverábamos nos traerían la luz suficiente para encontrar el camino donde podríamos dar rienda suelta a nuestras ilusiones.
ENLACES:
Yo también era uno de los privilegiados que entrenaba en horas de trabajo, nosotros estábamos normalmente de 9 a 12, las instalaciones no eran buenas y no teníamos entrenador específico para ninguna especialidad determinada, el entrenador nos decía “hay que hacer como Zatopek, correr, correr y correr”.
ResponderEliminarEl entrenamiento que hacíamos era básicamente jugar, estábamos solos en las instalaciones deportivas (por llamarlas de alguna forma), corríamos lo que nos apetecía, saltábamos altura, longitud o pértiga, corríamos detrás de algún conejo o tirábamos piedras a los pájaros ¡cómo lo pasábamos!
Formábamos un equipo bastante completo, competíamos en campeonatos del INI y no lo hacíamos mal, había atletas para todas las pruebas, carreras, lanzamientos o saltos.
Una pena no haber utilizado ese potencial para sacar atletas con cierta proyección, estoy hablando de hace 40 años y el que destacaba físicamente, ala a jugar al fútbol.
Seguramente esa fue la semilla de todo lo que vino después.
¡Qué tiempos eh Blas!
Jesús, estoy de acuerdo contigo; yo también tengo recuerdos inolvidables de todos aquellos días que pasamos, tan libres como el viento, haciendo casi lo que queríamos, disfrutando de una libertad que alguna vez nos la cortaba Mingo, pero que no nos importaba demasiado.
ResponderEliminarSeguíamos haciendo lo que nos gustaba: correr, entrenar, competir y sentir que éramos capaces de superarnos y de hacer cosas sólo por el placer de realizarlas, sin estar pensando, como ahora piensan la mayoría de los atletas, en que les darán en esa carrera, camiseta, medalla, trofeo, jamón, cinco euros…es cierto que han cambiado los tiempos, pero nosotros nos hemos amoldado a una vida materialista, en la que la mayoría de las veces hemos perdido muchos de nuestros valores y solamente nos importa el dinero…
Jesús tenía que decirlo, tenía que escribir que me gustaría que en este blog volvieran a aparecer comentarios de atletas que sientan lo mismo que yo, pero creo que no lo voy a conseguir…
Un abrazo
Hay veces que la vida aun consigue darte una vuelta de tuerca mas y volver a sorprenderte, a mi me ha pasado muchisimas veces y por eso aun creo que no lo he visto todo ..
ResponderEliminarSí, creo que tienes razón, pero yo pienso que nos adaptamos a todo...
ResponderEliminarSaludos.