Sigmund Freud en 1922
Lo explicaba Sigmund Freud (sabio de un saber que ya no está de moda): lo reprimido encuentra siempre una vía para salir a la luz. Y, mientras más intensa sea la represión que haya sufrido, mayor será su fuerza, y mayores sus estragos, cuando aflore.
Hace algunos días, los periódicos traían una noticia que parece inverosímil, digna de figurar en una de esas películas relumbrantes de Hollywood que nunca acabamos de creernos. La presidenta del Tribunal Constitucional estaba siendo investigada por aconsejar a una abogada amiga, supuesta mujer maltratada que, en realidad, estaba acusada como presunta asesina de su ex marido. El impacto de la noticia, y su nivel de inverosimilitud, era (es) mucho mayor por un hecho con el que no cabía (no cabe) más remedio que relacionarla: el Tribunal Constitucional acababa (acaba) de declarar ídem la Ley contra la Violencia de Género. Esa ley que, con el propósito supuesto de proteger a las mujeres, clasifica en falta o delito un mismo hecho, en dependencia del sexo de quien lo cometa. Los hombres, según avala esta ley, y un ambiente denso e irrefutable que se ha ido imponiendo en el país en que vivimos, son siempre maltratadores, y las mujeres, víctimas.
Quede para juristas y entendidos en la materia dilucidar el grado de responsabilidad de la presidenta del Tribunal Constitucional en esta historia. También será asunto de ellos determinar si la aconsejada es culpable o no del crimen que se le imputa. Lo llamativo, para los que no somos expertos en estas disciplinas pero tenemos alguna noción sobre psicoanálisis, es otra cosa. Precisamente eso que podríamos llamar, parafraseando a Freud, el retorno de lo reprimido. En este caso, lo reprimido abarca una cierta gama de ideas. Todas avaladas por el sentido común, la experiencia, los libros de los que saben. Pero que han pasado a considerarse políticamente incorrectas y han sufrido, con la complicidad de muchos, un alto nivel de represión social. Por ejemplo, que las mujeres no son siempre víctimas, buenas y santas. Y también su viceversa; es decir, que hay hombres asesinados, maltratados, víctimas de sus mujeres o ex-mujeres.
La perturbadora imagen de la presidenta del Tribunal Constitucional llamando por teléfono y aconsejando a una presunta asesina de su ex marido es un síntoma indicativo. Hace tambalear nuestros supuestos. Y hace retornar ciertas verdades a las que hemos vuelto la espalda, y que irrumpen, se hacen presentes, de la peor forma, entre nosotros. Verdades que, ya va siendo hora, deberíamos empezar a mirar de frente.
Fuente: granada hoy.com
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Hace algunos días, los periódicos traían una noticia que parece inverosímil, digna de figurar en una de esas películas relumbrantes de Hollywood que nunca acabamos de creernos. La presidenta del Tribunal Constitucional estaba siendo investigada por aconsejar a una abogada amiga, supuesta mujer maltratada que, en realidad, estaba acusada como presunta asesina de su ex marido. El impacto de la noticia, y su nivel de inverosimilitud, era (es) mucho mayor por un hecho con el que no cabía (no cabe) más remedio que relacionarla: el Tribunal Constitucional acababa (acaba) de declarar ídem la Ley contra la Violencia de Género. Esa ley que, con el propósito supuesto de proteger a las mujeres, clasifica en falta o delito un mismo hecho, en dependencia del sexo de quien lo cometa. Los hombres, según avala esta ley, y un ambiente denso e irrefutable que se ha ido imponiendo en el país en que vivimos, son siempre maltratadores, y las mujeres, víctimas.
Quede para juristas y entendidos en la materia dilucidar el grado de responsabilidad de la presidenta del Tribunal Constitucional en esta historia. También será asunto de ellos determinar si la aconsejada es culpable o no del crimen que se le imputa. Lo llamativo, para los que no somos expertos en estas disciplinas pero tenemos alguna noción sobre psicoanálisis, es otra cosa. Precisamente eso que podríamos llamar, parafraseando a Freud, el retorno de lo reprimido. En este caso, lo reprimido abarca una cierta gama de ideas. Todas avaladas por el sentido común, la experiencia, los libros de los que saben. Pero que han pasado a considerarse políticamente incorrectas y han sufrido, con la complicidad de muchos, un alto nivel de represión social. Por ejemplo, que las mujeres no son siempre víctimas, buenas y santas. Y también su viceversa; es decir, que hay hombres asesinados, maltratados, víctimas de sus mujeres o ex-mujeres.
La perturbadora imagen de la presidenta del Tribunal Constitucional llamando por teléfono y aconsejando a una presunta asesina de su ex marido es un síntoma indicativo. Hace tambalear nuestros supuestos. Y hace retornar ciertas verdades a las que hemos vuelto la espalda, y que irrumpen, se hacen presentes, de la peor forma, entre nosotros. Verdades que, ya va siendo hora, deberíamos empezar a mirar de frente.
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