Pamela Jelimo
El sospechoso mundo del deporte, tantas veces cuestionado por la lacra del dopaje, envía algunos sorprendentes mensajes de esperanza. En una jornada excepcional, coronada por el récord del mundo que estableció el jamaicano Usain Bolt (9,72 segundos) y la derrota del estadounidense Jeremy Wariner ante su compatriota LaShawn Merritt en la prueba de 400 que se disputó en Berlín, quizá nada superó la emoción que produjo la carrera de Pamela Jelimo, una chiquilla keniana que devolvió el atletismo a las marcas siderales de los años 80. En Berlín, Jelimo ganó de punta a punta los 800 metros. Eso no significa mucho. Más importante fue la marca y la sensación de que ha aparecido una estrella que merece la pena cuidar.
Jelimo venció con un registro de 1.54.99 minutos, la novena mejor marca de la historia. Los exigentes dirán que no es mérito suficiente como para garantizar la celebridad a un atleta. Sin embargo, las circunstancias de la prueba obligan a pensar de otra manera. Jelimo tiene 19 años y es una pluma. No hay manera de ver en ella una atleta sometida a los rigores de dopaje. Que sea keniana no es una garantía de limpieza. Pero tiene a su favor las mejores coartadas posibles: es demasiado joven, demasiado ligera, demasiado ingenua.
Su aparición ha sido deslumbrante. Sprinter hasta ahora, ha comenzado a preparar la prueba de 800 metros este año. Aprende rápido. En los campeonatos de África, recientemente disputados en Addis Abeba, Jelimo ganó la final con una marca de 1.58.70 minutos, suficiente para pensar en una gran promesa del medio fondo. Hace una semana, en la localidad holandesa de Hengelo, subió dos peldaños: venció con una marca de 1.55.76, récord mundial junior, récord africano absoluto, mejor marca mundial en los últimos cinco años. Los expertos no salían de su asombro. Todos comenzaron a preguntarse por los límites de Jelimo.
La respuesta ha llegado en Berlín, frente a la campeona del mundo, su compatriota Kepkosgei, cuya victoria en Osaka 2007 maravilló por su facilidad. Kepkosgei se había ganado la consideración de favorita a la victoria en los Juegos de Pekín. Nadie en el horizonte parecía capaz de competir con ella. Dejó tal impresión en los Mundiales, donde dirigió la carrera desde el primer metro, que resultaba casi imposible pensar en una rival. Pues bien, Kepkosgei es ahora una simple aspirante al podio olímpico. La impresionante demostración de Jelimo en Berlín no admite dudas. Ahora mismo, parece inalcanzable.
Jelimo ganó en Berlín sin más preocupación que la marca. Pasó por los 400 metros en 55 segundos y bajó del minuto en la segunda vuelta. Lo hizo en solitario. Todas sus rivales, incluida Kepkosgui, la vieron de lejos. Lo que más impresionó fue su ligereza, la naturalidad de su zancada, la ausencia de cálculo. Corrió con la exuberencia de las grandes campeonas, sin preocuparse por las demás. El resto queda para el análisis. Y es ahí donde cobra más importancia su registro. Jelimo ha devuelto los 800 metros a los años 80. Por raro que suene, ha devuelto los 800 metros al futuro.
Desde 1997, ninguna especialista había corrido tan rápido la carrera. Fue la gran Ana Fidelia Quirot, la única atleta que se atrevió merodear por las marcas de la checa Jarmila Kratochvilova y las soviéticas Tatiana Kazankina y Nadeszha Olizarenko. Naturalmente, eran los comienzos de los años 80, una de las épocas más turbias del atletismo. Los planes deportivos de los países del Este incluían un grueso apartado dedicado al dopaje. Los papeles desclasificados de la Stasi y las denuncias de muchas grandes atletas de la RDA así lo atestigua. En cualquier caso, bastaban sus marcas para apreciar la perversa naturaleza de los récords que consiguieron. Veinticinco años después no hay manera de aproximarse a los récords mundiales de Marita Koch en 400 metros (47.60 segundos) y Jarmila Kratochvilova en 800 (1.53.28 minutos). Algo falla en la ecuación. Mejora la alimentación, la tecnología, llos métodos de entrenamiento, la profesionalización de los atletas, el dopaje incluso, y sin embargo las marcas no se acercan a la de aquellos años. Sólo puede pensarse en un dopaje sangrante, el que presumiblemente permitió que Florence Griffith estableciera en 1988 dos récords inalcanzables: 10,49 segundos en 100 metros y 21,34 en 200.
De las diez mejores marcas de todos los tiempos, ocho fueron logradas en los años 80. Sólo Quirot, en 1997, y Jelimo se atrevieron a ingresar en ese territorio. Ni tan siquiera la mozambiqueña María Mutola, toda una una vida dedicada a ganar títulos, logró situarse a la altura de Kratochvilova, Olizarenko y demás representantes del viejo orden. Por esta razón, la actuación de Jelimo en Berlín puede considerarse excepcional. Su irrupción regenera la esperanza en el atletismo. No es posible desconfiar de una atleta tan joven, inexperta y ajena a las tramas que dominan el atletismo actual. Por desgracia, su ingenua grandeza ha terminado. Es la hora de los promotores, agentes, organizadores y demás tiburones del deporte profesional. Y también es el momento donde aparecen los que pretenden parasitar a la joven campeona. Comienzan las luchas entre la Federación de Kenia y el entorno más próximo a Jelimo. Cada uno quiere establecer la agenda de la atleta, cuyo único trabajo hasta ahora era correr cada vez más rápido. El éxito cambiará su paraíso particular. Se sucederán las presiones a su alrededor. No es descartable que le ocurra lo mismo que a tantos jóvenes genios kenianos, cuya aparición en escena fue tan fulgurante como su caída.
Jelimo venció con un registro de 1.54.99 minutos, la novena mejor marca de la historia. Los exigentes dirán que no es mérito suficiente como para garantizar la celebridad a un atleta. Sin embargo, las circunstancias de la prueba obligan a pensar de otra manera. Jelimo tiene 19 años y es una pluma. No hay manera de ver en ella una atleta sometida a los rigores de dopaje. Que sea keniana no es una garantía de limpieza. Pero tiene a su favor las mejores coartadas posibles: es demasiado joven, demasiado ligera, demasiado ingenua.
Su aparición ha sido deslumbrante. Sprinter hasta ahora, ha comenzado a preparar la prueba de 800 metros este año. Aprende rápido. En los campeonatos de África, recientemente disputados en Addis Abeba, Jelimo ganó la final con una marca de 1.58.70 minutos, suficiente para pensar en una gran promesa del medio fondo. Hace una semana, en la localidad holandesa de Hengelo, subió dos peldaños: venció con una marca de 1.55.76, récord mundial junior, récord africano absoluto, mejor marca mundial en los últimos cinco años. Los expertos no salían de su asombro. Todos comenzaron a preguntarse por los límites de Jelimo.
La respuesta ha llegado en Berlín, frente a la campeona del mundo, su compatriota Kepkosgei, cuya victoria en Osaka 2007 maravilló por su facilidad. Kepkosgei se había ganado la consideración de favorita a la victoria en los Juegos de Pekín. Nadie en el horizonte parecía capaz de competir con ella. Dejó tal impresión en los Mundiales, donde dirigió la carrera desde el primer metro, que resultaba casi imposible pensar en una rival. Pues bien, Kepkosgei es ahora una simple aspirante al podio olímpico. La impresionante demostración de Jelimo en Berlín no admite dudas. Ahora mismo, parece inalcanzable.
Jelimo ganó en Berlín sin más preocupación que la marca. Pasó por los 400 metros en 55 segundos y bajó del minuto en la segunda vuelta. Lo hizo en solitario. Todas sus rivales, incluida Kepkosgui, la vieron de lejos. Lo que más impresionó fue su ligereza, la naturalidad de su zancada, la ausencia de cálculo. Corrió con la exuberencia de las grandes campeonas, sin preocuparse por las demás. El resto queda para el análisis. Y es ahí donde cobra más importancia su registro. Jelimo ha devuelto los 800 metros a los años 80. Por raro que suene, ha devuelto los 800 metros al futuro.
Desde 1997, ninguna especialista había corrido tan rápido la carrera. Fue la gran Ana Fidelia Quirot, la única atleta que se atrevió merodear por las marcas de la checa Jarmila Kratochvilova y las soviéticas Tatiana Kazankina y Nadeszha Olizarenko. Naturalmente, eran los comienzos de los años 80, una de las épocas más turbias del atletismo. Los planes deportivos de los países del Este incluían un grueso apartado dedicado al dopaje. Los papeles desclasificados de la Stasi y las denuncias de muchas grandes atletas de la RDA así lo atestigua. En cualquier caso, bastaban sus marcas para apreciar la perversa naturaleza de los récords que consiguieron. Veinticinco años después no hay manera de aproximarse a los récords mundiales de Marita Koch en 400 metros (47.60 segundos) y Jarmila Kratochvilova en 800 (1.53.28 minutos). Algo falla en la ecuación. Mejora la alimentación, la tecnología, llos métodos de entrenamiento, la profesionalización de los atletas, el dopaje incluso, y sin embargo las marcas no se acercan a la de aquellos años. Sólo puede pensarse en un dopaje sangrante, el que presumiblemente permitió que Florence Griffith estableciera en 1988 dos récords inalcanzables: 10,49 segundos en 100 metros y 21,34 en 200.
De las diez mejores marcas de todos los tiempos, ocho fueron logradas en los años 80. Sólo Quirot, en 1997, y Jelimo se atrevieron a ingresar en ese territorio. Ni tan siquiera la mozambiqueña María Mutola, toda una una vida dedicada a ganar títulos, logró situarse a la altura de Kratochvilova, Olizarenko y demás representantes del viejo orden. Por esta razón, la actuación de Jelimo en Berlín puede considerarse excepcional. Su irrupción regenera la esperanza en el atletismo. No es posible desconfiar de una atleta tan joven, inexperta y ajena a las tramas que dominan el atletismo actual. Por desgracia, su ingenua grandeza ha terminado. Es la hora de los promotores, agentes, organizadores y demás tiburones del deporte profesional. Y también es el momento donde aparecen los que pretenden parasitar a la joven campeona. Comienzan las luchas entre la Federación de Kenia y el entorno más próximo a Jelimo. Cada uno quiere establecer la agenda de la atleta, cuyo único trabajo hasta ahora era correr cada vez más rápido. El éxito cambiará su paraíso particular. Se sucederán las presiones a su alrededor. No es descartable que le ocurra lo mismo que a tantos jóvenes genios kenianos, cuya aparición en escena fue tan fulgurante como su caída.
Diez mejores marcas de todos los tiempos en 800 metros
1 1:53.28 Jarmila Kratochvílova Checoslovaquia 26.07.1983
2 1:53.43 Nadezhda Olizarenko URSS 27.07.1980
3 1:54.44 Ana Fidelia Quirot Cuba 09.09.1989
4 1:54.68 Jarmila Kratochvílova 09.08.1983
5 1:54.81 Olga Mineyeva URSS 27.07.1980
6 1:54.82 Ana Fidelia Quirot 24.08.1997
7 1:54.85 Nadezhda Olizarenko 12.06.1980
8 1:54.94 Tatyana Kazankina URSS 26.07.1976
9 1:54.99 Pamela Jelimo Kenia 01.06.2008
10 1:55.04 Jarmila Kratochvílova 23.08.1983
Fuente: marca.com
1 1:53.28 Jarmila Kratochvílova Checoslovaquia 26.07.1983
2 1:53.43 Nadezhda Olizarenko URSS 27.07.1980
3 1:54.44 Ana Fidelia Quirot Cuba 09.09.1989
4 1:54.68 Jarmila Kratochvílova 09.08.1983
5 1:54.81 Olga Mineyeva URSS 27.07.1980
6 1:54.82 Ana Fidelia Quirot 24.08.1997
7 1:54.85 Nadezhda Olizarenko 12.06.1980
8 1:54.94 Tatyana Kazankina URSS 26.07.1976
9 1:54.99 Pamela Jelimo Kenia 01.06.2008
10 1:55.04 Jarmila Kratochvílova 23.08.1983
Fuente: marca.com
ENLACE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario