Roberta Corson recuerda que el laboratorio de disección de su padre era un lugar donde reinaba la alegría.
Bassett trabajó codo con codo con William Gruber, el creador del View-Master, un sistema de visionado tridimensional que la GAF Corporation popularizó como juguete en los años sesenta.
Bassett creó los 25 volúmenes del Stereoscopic Atlas of human anatomy en 1962. Incluía unos 1.500 pares de láminas, además de dibujos lineales que hacían los detalles más fáciles de apreciar. Los pares de láminas se podían ver con el View- Master, lo que hacía que la cavidad del pecho pareciese cavernosa, y que los detalles de las estructuras y los tejidos se nos quedaran permanentemente grabados.
El atlas fue un éxito inmediato y las imágenes se convirtieron en un importante recurso para estudiantes de medicina, sobre todo cuando las facultades dejaron de poner tanto énfasis en la anatomía burda o el trabajo con cadáveres. Pero el atlas dejó de publicarse en la década de los sesenta.
Sin embargo, gracias a la facultad de medicina de la Universidad de Stanford, esta obra pronto volverá a estar a disposición del mundo, ya que la institución piensa colgar las imágenes en Internet.
La facultad también ha trabajado con eHuman, una empresa del cercano Silicon Valley que pretende cobrar a estudiantes y curiosos por acceder a este tesoro. Al pasar el ratón del ordenador sobre las imágenes de la página de eHuman se destacarán los detalles anatómicos, y se podrán consultar los dibujos lineales del atlas. Por ahora, el acceso a la colección de cabeza y cuello cuesta unos cinco euros al mes. De momento, es lo único que está en Internet.
Incluso sin el aumento estereoscópico, las imágenes son impresionantes. Los vasos sanguíneos se enredan como una madeja a lo largo de la columna, y los huesos pélvicos destacan como mariposas contra un fondo negro. La parte de atrás de una cabeza, a la que han quitado la capa de carne y de hueso, muestra la excavación del cráneo hasta el cerebro, y es como si observáramos una pared estratificada de un barranco. Las diapositivas originales de Kodachrome, conservadas cuidadosamente, siguen proporcionando imágenes de una claridad tremenda.
Robert Chase, profesor emérito de cirugía de la Universidad Stanford titular de la cátedra Emile Holman y comisario de la colección Bassett, afirma que "jamás se duplicará", porque la obra es de tal precisión y está elaborada con tanta minuciosidad que pocas instituciones podrían permitirse reproducirla. La viuda de Bassett, Lucille Bassett, dejó la colección a la Universidad de Stanford en su testamento.
Quizá en un futuro los que posean las cada vez más populares gafas 3D para videojuegos puedan ver las imágenes en Internet con sonido en estéreo, vaticina Robert Austrian, director general de eHuman. Estos aparatos tienen unos obturadores electrónicos que proporcionan la ilusión óptica de las tres dimensiones al darle a cada ojo una perspectiva distinta.
Corson hizo públicos diversos apuntes de las memorias inéditas de su madre, en las que decía que antes de que Gruber le propusiera a su marido crear un atlas estereoscópico, se había producido un intento similar de crear imágenes bidimensionales en un proyecto de la Universidad de California. Un anatomista "intentó trabajar con cuerpos sin embalsamar de presos ejecutados". El resultado, explicaba la mujer de Bassett, "era un desastre repugnante y sangriento".
Bassett y Gruber llegaron a la conclusión de que al utilizar cuerpos embalsamados podrían trabajar con tejidos mejor conservados.
Su marido comenzó la gran obra de su vida con la cabeza y el cuello. Roberta tenía tres años en esa época (ahora tiene 64). "Yo crecí entre cadáveres y sus disecciones", igual que sus tres hermanos.
"Íbamos allí a recoger el correo", y "crecí con la sensación de tranquilidad que me daban los laboratorios de anatomía y los cadáveres". Recuerda: "No tenían nada de asquerosos o de feos. Era precioso".
Corson afirma que su padre, que falleció en 1966 a la edad de 52 años, nunca dejó de "sorprenderse y fascinarse", a pesar de sus amplios conocimientos, por la complejidad de los cuerpos que deconstruía.
En cierta ocasión, recuerda Corson, él alzó la mano y la giró ante ella. "Conozco cada músculo", le dijo. "Conozco cada nervio y cada vaso sanguíneo de la mano. Pero hay muchas cosas que nunca sabré".
(publicado en el país.com)
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