Iñaki Ochoa, en el campo base del Annapurna. (Foto: EFE)
23 de mayo.- Hola Iñaki. Esta noche estaba escribiéndote una carta, eran las dos de la mañana y no podía dormir, igual que estas últimas noches. Pero hoy ha sido especial, llevabas seis días ahí arriba, en las laderas del Annapurna, y con impotencia, lo único que hemos podido hacer por ti es mandarte ánimos, para que siguieras luchando por tu vida como siempre has hecho.
Seguro que no esperabas que te escribiría esta carta... yo tampoco. Tampoco me gusta hacerlo... no tendría que haberla tenido que escribir nunca. Ayer por la tarde estaba en casa, y solamente tenia información tuya, a través de los medios de comunicación, me armé de valor e intente llamar a Koldo y a tu familia, no quería molestar, pero les quería transmitir mi apoyo y decirles que estaba para lo que necesitaran.
Pero tuve mala suerte, no pude hablar con nadie, se habían ido a descansar, después de haber estado todo el día ahí, trabajando, intentando hacer lo imposible por ayudarte. A las 10.30 de la noche recibí una llamada de un buen amigo tuyo, Jorge.
Normalmente a esa hora no cojo el teléfono si no lo conozco, pero vi un prefijo 948, enseguida me di cuenta que era un teléfono de Navarra, asustada lo descolgué... era Jorge, yo no lo conocía, me dijo que era amigo tuyo, me extrañó, enseguida pensé que quizás necesitaban algo en Nepal o algún otro tipo de ayuda, pero mi sorpresa fue que, Jorge, con tranquilidad, me dijo que quería comentarme una cosa.
Cuál fue mi sorpresa, cuando me contó que en el un diario deportivo de gran tirada nacional, en la edición del País Vasco había una columna firmada por mí. Para mí era la primera noticia, puesto que yo no había escrito nada y no había hablado con nadie de ese diario. Además al estar viviendo en Barcelona no tengo acceso a la edición del País Vasco.
Mi sorpresa fue mayor cuando me leyó aquella columna. "Llega un momento, en el que te vuelves ciego, no ves el peligro, y únicamente piensas en la cima, creo que a Iñaki le ha pasado esto".
Yo me quedé petrificada, le expliqué a Jorge y a tu familia que yo no había escrito ninguna columna en ningún periódico. Pero lo más importante para mí, es cómo te lo voy a poder explicar a ti. Creo que hemos pasado muchas cosas juntos, muchas más de las que piensa la persona que ha tenido el valor de utilizar mi nombre para firmar el artículo.
Tú y yo sabemos que este mundo no es como el que a veces soñábamos. Por eso nos hemos dedicado a subir montañas, a vivir intensamente, esto ha ocupado casi toda nuestra vida y nuestros corazones, esto que nos ha dado tantas alegrías y nos ha hecho sufrir tanto.
A un tipo de vida difícil y comprometida, de riesgo, pero llena de valores. De valores y de personas íntegras que no piden nada a cambio. Valores como los que han demostrado tener todas estas personas que te han estado ayudando estos días, que sin pedir nada a cambio y han dado todo para subir hasta donde estabas e intentar ayudarte.
¿Te acuerdas aquel día en el campo tres, del Annapurna el pasado año, aquella mañana en que ni tú ni yo veíamos claro seguir subiendo hacia arriba, aquella mañana en que decidimos bajar al campo base y dejar el Annapurna para otra vez?
La persona que ha tenido el valor de hacernos esto, a ti, a mí y a los tuyos, seguro que no sabe lo felices que bajamos al campo base. Esta persona no conoce todos estos valores y del cariño y agallas que han demostrado tener todos tus amigos intentando ayudarte. Por estos valores maravillosos, hacíamos lo que más nos gustaba.
Cientos de veces nos han preguntado por qué hacemos esto. ¿Tú crees que en estos momentos entenderían nuestra respuesta, los que siempre nos han preguntado lo mismo? Da igual Iñaki, que nos entiendan o no, nosotros hemos tenido la suerte de tener y sentir todos estos valores. Ayer escribía esta carta, te la quería dar para que la leyeras, ahora no te la voy a poder dar, pero la escribo igual, para transmitirte lo que siento. Has luchado por la vida, como siempre lo has hecho, duro, sin rendirte, hasta el último minuto... Ahora lo único que puedo hacer es darle ánimos a toda tu familia, a tus amigos.
Y a ti... me encantaría poder estar ahí arriba, aunque sólo sea por unos segundos, abrazarte, y susurrarte, que te queremos mucho, que he aprendido muchas cosas a tu lado, y gracias, gracias por haberte conocido, por haber podido compartir momentos contigo, por reír y llorar juntos.
Pero todavía escalaremos muchas montañas juntos, y seguiremos soñando, soñando con lo que más nos gusta, ser libres, porque siempre te llevaré en mi pensamiento y dentro de mi corazón.
Geroarte Iñaki, hasta la vista.
Con mucho cariño.
Edurne Pasaban.
Fuente: el mundo.es
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