Obra de Eduardo Arroyo
Una exposición del Cervantes escenifica en Palermo la acción cultural exterior con la presencia de Molina y Caffarel.
Molina: "El ministerio tiene vocación nacional e internacional"
La muestra exhibe obras de 68 artistas, desde Picasso a Arroyo
La capital de la isla a la que la presencia española marcó durante dos siglos fue un bálsamo de paz para las autoridades presentes. Los carteles conmemorativos de los edificios en los que se celebra la victoria de Garibaldi sobre la "tiranía borbónica" dieron paso a los puentes culturales. Y a otras cosas. Porque en lo que se convirtió Sicilia ayer también fue en escenario de alguna batalla curiosa: la de la acción cultural exterior. Es la política prioritaria en la agenda del ministro de Cultura, César Antonio Molina, pero levanta sus perspicacias en el área de Asuntos Exteriores y en el propio Instituto Cervantes porque consideran que roza muchas de sus competencias.
El caso es que allí estaban todos por varias partes. Desde el ministro a Carmen Caffarel, actual directora del Cervantes, hasta varios de los responsables de los 15 museos que han prestado obras para el macroevento, con Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, a la cabeza.
Tampoco faltaba José Jiménez, director general de Bellas Artes, o los directores salientes de la época Molina en el Cervantes -José Luis Canido, que fue responsable de relaciones culturales- y los entrantes de la época Caffarel, como Rufino Sánchez, sustituto de Canido. Nadie se quiso perder ayer la inauguración del acontecimiento más ambicioso del Cervantes en el exterior.
Se trataba de colgarse bien las medallas. Caffarel empezó primero: "Me siento orgullosa de haber sido la promotora de la exposición más grande sobre arte español del último medio siglo. Con esta muestra fortalecemos el papel del Instituto Cervantes, que no sólo tiene como objetivo enseñar nuestra lengua, sino también la cultura española por el mundo", aseguró la directora.
Pero Molina dejó claro de dónde había partido la iniciativa. Mientras, Caffarel se daba aire muy estilosa con un abanico verde: "Ésta es la muestra más importante del Cervantes hasta ahora", aseguró. Y recordó cómo el mismo día que Zapatero le llamó para ofrecerle ser ministro de Cultura, se encontraba reunido con Demetrio Paparoni, el comisario de la muestra, para prepararla. "Agradezco a la directora que la haya llevado a buen término".
Era, además, la primera vez que ambos se juntaban en una mesa para presentar algo desde que Molina se hubiese quejado en una entrevista publicada en EL PAÍS de que Caffarel estaba haciendo cambios en el organigrama del Cervantes que él no aprobaba. Luego visitaron la exposición cada uno por su cuenta y también atendieron a los medios por separado, aunque después se sentaron en la misma mesa a comer con las autoridades locales.
El ministro aprovechó para quitar hierro al altercado diplomático de la semana: "España e Italia son dos grandes países. Estoy aquí para demostrar que nuestros vínculos se encuentran en pleno florecimiento". En cuanto a los cambios del Cervantes, aseguró: "Cualquier director tiene derecho a hacer su propio equipo y trabajar con su gente". Casi al tiempo, Caffarel respondía por qué creía que algunos de esos cambios le habían irritado: "No lo sé. Nunca he hablado por boca de alguien que no fuera yo. De todas formas, yo miro siempre hacia delante".
Pero si alguien pensaba que Molina iba a desistir en su estrategia exterior, el miembro del Gobierno remarcó: "El Ministerio de Cultura tiene vocación nacional e internacional. Me vanaglorio de haber sido director del Cervantes, haber abierto 25 nuevos centros y haber organizado dos congresos internacionales de la Lengua. Esta institución siempre tendrá en mí a un valedor".
Para la vocación internacional, Molina ha puesto ya la maquinaria promocional en marcha. Y anunció más bombardeos mediáticos: "Está a punto de aparecer el número 1 de la revista Luces de la Cultura, en la que daremos cuenta de todo lo que hace el ministerio. Hay un dossier extenso dedicado a todo lo que hemos puesto en marcha este año". Algunos ya van a empezar a contar los cromos. Ya corren las apuestas para ver si la revista supera el autobombo del número cero, que tanto impacto ha causado por lo siguiente: de las 45 fotos publicadas, Molina aparecía en 14. ¿Alguien da más?
Las polémicas etiquetas
No es muy habitual que una exposición de arte español sea comisariada por alguien de otro país. Por eso, Demetrio Paparoni, crítico y profesor de la Universidad de Catania, se siente muy orgulloso de su trabajo con la muestra Arte español 1957-2007. Aunque para algunos, los conceptos que ha utilizado para calificar a los artistas de la muestra son un tanto extraños. Paparoni divide a los creadores en varios grupos: los del existencialismo barroco, los del quijotismo trágico, la abstracción simbólico-formal, el misticismo pagano o el tenebrismo hispánico...
¿No se ha pasado un pelín con las etiquetas? "No creo. No es una visión pesimista la que he sacado de la muestra. Es optimista. Me ha impresionado la actitud ante la muerte que tienen estos artistas. Para ellos, morir no tiene sentido si no has hecho nada en tu vida válido para los demás. No es una visión tenebrosa, es extraordinariamente generosa", comenta Paparoni.
En su tremenda inmersión dentro del arte contemporáneo español, el comisario ha detectado algo tan envidiable como preocupante. "Hay algo magnífico, los artistas están apoyados incondicionalmente por sus instituciones y museos. Participan en eventos porque se les encargan obras, pero cuando les llaman del extranjero y les dicen que no hay encargos, no van. Esto hace que su mundo sea demasiado cerrado y autorreferencial".
(publicado en el país.com)
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