(publicado en el pais.com)
Fue una cuestión de ritmo. En base a esto fundó su victoria Dani Pedrosa en el circuito de Jerez, la quinta que acumula en MotoGP y una de las más celebradas aunque tanto le cueste reconocerlo. El triunfo, además, le vale para alzarse con la batuta del Mundial, algo que aún no había conseguido desde que compite en la categoría de las motos pesadas. Su Honda voló por la pista gaditana, a toda castaña, y resultó imposible de atajar por ninguno de sus rivales, que vieron de cerca cómo el catalán soltaba un latigazo de genio. Pedrosa estaba encendido y tenía el orgullo un punto herido tras comprobar cómo la estratosférica irrupción en escena que ha protagonizado Jorge Lorenzo le había relegado a un plano secundario.
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El catalán tenía el orgullo herido por la irrupción en escena de Lorenzo
El italiano celebró por error su segundo puesto una vuelta antes del final
Sin embargo, ayer sí, todo el protagonismo fue para él y su equipo, que finalmente parece haber dado con la tecla adecuada para hacer que la Honda, la moto más poderosa del paddock, vuelva a ser la referencia de la parrilla.
En Jerez no hubo opción para nadie más que para él. Rossi y Lorenzo, los dos que le acompañaron en el podio, nunca pudieron incomodar al menudo motociclista español, que asumió el mando del pelotón al llegar a la primera curva y así siguió hasta que cruzó la meta, de pie y sobre los estribos de su moto, en un vistoso caballito. La cabriola estaba más que justificada porque su carrera bien lo merecía: una arrancada fulgurante, un ritmo de giro vertiginoso durante las 13 primeras vueltas y una demostración de control al final (las últimas 12), cuando la cosa ya estaba vista para sentencia.
Aunque ha costado más de la cuenta, parece ser que la Honda ya está en su sitio. Además de incorporar un embrague que le permite salir zumbando en la arrancada, en Jerez se vio al Pedrosa de siempre. El piloto fino que apenas tambalea la moto para meterla en los virajes, que sigue una robótica línea de trazada y casi nunca la cambia, el que elude el cuerpo a cuerpo (mide 1,59 metros y pesa 51 kilos) porque no le beneficia y, en definitiva, el tricampeón del mundo más joven de la historia del motociclismo. Y lo fue desde el principio. Salió disparado, llegó a la primera frenada y se le escurrió a Lorenzo por el interior. En ese momento, cuando vio que podía campar a sus anchas, Pedrosa se escondió debajo de la cúpula de su moto, apretó los dientes y todo lo demás y retorció el comando del acelerador hasta que hizo tope. Con la mirada fija hacia adelante, como si fuera un caballo de carreras, no levantó la vista hasta media carrera. Para entonces ya le había arañado cuatro segundos de ventaja a Rossi, por más que desde el muro de Honda le mostraran una pizarra en la que le advertían de que el italiano sólo estaba un segundo por detrás y acercándose. Falso. Rossi ya había dimitido y se limitaba a controlar a Lorenzo, que viajaba pegado a su cogote, a medio segundo, y a la espera del más mínimo error que le permitiera saltarle a la yugular a su compañero de garaje y enseñarle lo bonita que es la rueda delantera de su moto.
Y el error apareció, aunque demasiado tarde para desgracia del español. Y fue un error bochornoso, impropio de Rossi, siete veces campeón del mundo y al que la mayoría considera como el mejor piloto de la historia. Fue un despiste de los que no se olvidan. Al cruzar por meta en el penúltimo giro, el piloto de Tavullia soltó la mano izquierda y comenzó a celebrar su segunda posición una vuelta antes de tiempo. Desde el muro, sus mecánicos alucinaban. Él lo notó, volvió al tajo inmediatamente y, por los pelos, pudo defender la posición.
Tras el fiasco del campeón Stoner (acabó undécimo, hundido, tras perder el control de su moto y salirse dos veces a la tierra), con Pedrosa y Lorenzo al frente de la tabla separados por sólo cinco puntos -es la primera vez en la historia que dos españoles lo consiguen-, y con el hambriento Rossi avistando síntomas de recuperación, el Mundial de MotoGP de este año se presenta delicioso.
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