Teníamos muchas ganas de competir en nuestras carreras habituales: los 400 y los 800 metros, pero la Federación no las había programado hasta quince días después.
Las únicas pruebas que tenían previsto celebrarse en Madrid, aquel fin de semana, eran las del Campeonato Provincial de Marcha, en el INEF.
Los compañeros de mi grupo de entrenamiento, comentamos la posibilidad de marchar en la de 10 kilómetros, que era la distancia para nuestra categoría.
No lo pensamos mucho, enseguida nos decidimos a participar y nos inscribimos con gran jolgorio general.
No teníamos ni idea de cómo se marchaba. Habíamos visto muchas veces entrenar y competir a Mario, nuestro compañero del club Perelada, y no nos parecía muy difícil.
La mejor marca nacional, aquel año de 1967, era la del catalán Manuel Cabrera y la Olimpiada la había ganado el italiano Pamich.
Empezamos a marchar, bueno lo de marchar es un decir. Andábamos como lo haríamos por la calle, muy rápido, eso si, pero la mayoría de las veces con los dos pies en el aire y eso estaba prohibido. Siempre hay que tener un pie en contacto con el suelo. No dejamos de reírnos un momento, en los cuatro días que estuvimos entrenando. Como terapia nos vino fenomenal.
Llegó el domingo y nos dispusimos a afrontar la prueba sin correr, ya que eso sería motivo de descalificación. Nos hacía mucha ilusión saber que tiempo seríamos capaces de hacer en los diez mil metros.
Después de realizar múltiples ensayos conseguimos un nivel técnico aceptable. La mayoría de las veces cumplíamos el reglamento y manteníamos un pie siempre en contacto con la ceniza.
Los momentos más difíciles de controlar eran aquellos en los que había pique, cuando no querías que te pasaran o tú intentabas dar alcance a algún rival. Acelerabas el paso y ya está, a correr.
“El boina” nos había dicho que si no marchábamos bien nos descalificarían. El juez Arbitro Nacional Fermín Bracicorto, nos iba a controlar. El era muy riguroso y nos iba a marcar muy de cerca.
Doce vueltas y media a la pista, veinticinco rectas, estas eran las más difíciles. Dejé de darle vueltas a mis pensamientos y me situé detrás de la línea de salida.
Sonó el disparo para iniciar la marcha y todos nos pusimos en movimiento. Al principio no tuve muchos problemas, pero aproximadamente, cuando llevábamos la mitad de la prueba, empecé a notar molestias en los muslos, el dolor iba en aumento y se empezaba a hacer insoportable.
Al pasar por la línea de meta vi a Bracicorto observarme muy atento, mirándome los pies. El sabía que yo no era marchador, pero también era consciente de que le estaba poniendo muchas ganas para hacerlo bien.
Fermín, con su pelo cortado a cepillo, tenía el aspecto de ser un juez muy severo, y realmente lo era cuando estábamos compitiendo. Luego, fuera de la pista, era diferente. Cuando nos tomábamos una cerveza en el bar del INEF, era otra persona. Nos daba consejos, nos hablaba de multitud de anécdotas y no lo pasábamos muy bien hablando con él.
Los muslos se me pusieron en carne viva, por el roce. El dolor era insoportable, pero tenía que aguantar como pudiera.
Yo pensaba: ¡Cruzaré la meta! ¡Cruzaré la meta! Nada me agradaba más en aquel momento que terminar.
Me dieron un aviso por marcha irregular. Sabía que al segundo me descalificarían. Así es que opté por aminorar el ritmo, por ir más despacio todavía, dejando que me pasaran. Lo único que quería era terminar la prueba y eso lo conseguí con mucho esfuerzo, realizando una hora cuatro minutos y treinta segundos.
¡Que bellos son los momentos en los que hemos sido capaces de superar nuestros límites!
Estuve varios días sin poder correr, andando con dificultad. Pero eso a veces viene bien, es muy bueno que los músculos se regeneren. Muchas veces descansar es mejor que entrenar.
Las vivencias de aquel día han permanecido grabadas desde entonces en mi mente. El escenario, las personas…
¿hay alguna prueba de atletismo que no hayas hecho?
ResponderEliminarUn abrazo
Jesús C
Jesús, la pregunta que me haces no te la puedo contestar ahora. Para descubrirlo tendrás que seguir leyendo todas las semanas. No estaría bien desvelar parte de la película.
ResponderEliminarUn abrazo
Blas
Gracias por acordarte de Fermin Bracicorto, ademas de un excelente juez fue un gran amigo. Hace pocos dias le comentaba a mi hija anecdotas de Fermin, sin lugar a dudas uno de los mejores jueces de ka historia del atletismo madrileño
ResponderEliminarPaco, no tienes que darme las gracias, tú y yo “hemos vivido muchos buenos momentos en nuestra vida”, por la relación que hemos tenido con el atletismo de Madrid y de España. Creo que es justo que, en la medida que nos sea posible, rindamos nuestro pequeño homenaje, a todas aquellas personas que han sido nuestros amigos, o nuestros compañeros…
ResponderEliminarMe gustaría que comentases en el blog, algunas anécdotas de Fermín Bracicorto, e invitaras a que hiciesen lo mismo todos aquellos que le conocieron.
Un abrazo
Blas
Era impresonante ver a Bracicorto dar salidas, era un autentico rito. Hace muchos años en Vallehermoso un grupo de atletas del Club estabamos en las gradas junto a la salida del 100. Aún recuerdo su voz "Atletas, Chandals fuera", "A los puestos" seguido de un atronador "LISTOS" y se hizo un silencio de impresión, fué entonces cuando uno de nuestros atletas apellidado Picón, soltó un sonoro "YA" desde las gradas y todos los corredores salieron "pitando". Bracicorto cambió de color y con un cabreo mayusculo se dirigio a las gradas a abrocar a nuestro atleta, hubo que apelar a algo mas que a la amistad para que se calmara y se quedara en esta simpatica anecdota que hoy cuento con cariño.
ResponderEliminarTengo ms.
Un abrazo